(Si acabas de llegar, debes saber que la historia sigue un orden. Empieza por la primera entrada subida y vete avanzando hasta la más reciente, o te perderás la magia de la historia).


viernes, 21 de diciembre de 2012

No puedo sobrevivir solo cuando la vida está a punto de ahogarme.


3/Noviembre


Clark Dawson (Flames



Mis dedos volaban sobre el teclado mientras Claro de luna de Beethoven me llenaba los oídos. La información aparecía en línea en la pantalla, mientras yo descartaba los datos inútiles de los que sí servían.
Una vez localicé la página donde se encontraba la fuente original de la información, rastreé hasta dar con el nombre de la persona que estaba buscando y, a partir de ahí, solo tuve que seguirle el rastro hasta encontrar los datos necesarios.
Mientras la impresora se quejaba de su trabajo, al lado del ordenador, me estiré y relajé los músculos. Llevaba dos horas y media descodificando mensajes cibernéticos cifrados y hackeando diversas redes, varias de ellas de organismos gubernamentales confidenciales, para lograr hallar lo que Jack me había pedido.
Tras unos pocos minutos de descanso y un sorbo del Red Bull que estaba en la mesa, volví a centrarme en mi misión. Aunque ya había conseguido lo que buscaba, eso solo era la mitad del trabajo. Ahora tenía que borrar mi rastro digital para que nadie pudiera saber que había estado husmeando donde la policía y el Estado preferían que no me colara.  Tardé apenas quince minutos en hacer desaparecer mi huella.
Luego, recogí los papeles que había terminado de escupir la impresora y que aun olían ligeramente a tinta.
Jack estaba en la mesa de la cocina, comiendo un bocadillo sin prestar mucha atención a su comida; se limitaba a masticar el alimento cuando entraba en su boca. Probablemente, ni siquiera se percatara de su sabor, tan ensimismado estaba en la lectura de los documentos que estaban ante él.
Me senté frente a mi hermano y esperé a que me hiciera caso. Sabía muy bien que Jack odiaba que lo interrumpieran mientras estaba concentrado en algo, así que lo mejor era no decir nada hasta que él terminara su tarea.
Le robé un par de patatas fritas de la bolsa que también estaba en la mesa, pero ni se dio cuenta. El paquete estaba lleno, así que Jack no había comido nada de él.
Mi estómago gruñó cuando el alimento llegó hasta él. Solo entonces recordé que se me había olvidado almorzar, que por la mañana solo había tomado un cuenco de cereales y que llevaba toda la tarde realizando un extenuante trabajo mental. Agarré el paquete y me dediqué a engullir patatas hasta que, finalmente, Jack levantó la vista de los papeles que estaba leyendo.
-          ¿Por qué me estás quitando mi comida? – gruñó.
Bufé en voz baja, pero no solté la bolsa.
-          Tú no estás comiendo. Y yo tengo hambre. Qué más te da.
-          Es mi comida. Coge tú lo que quieras de la despensa.
Me recosté en el asiento y lo fulminé con la mirada, pero no le devolví las patatas ni pedí disculpas. Sabía cómo funcionaba nuestra relación. Jack se las daba de hermano mayor duro y autoritario y yo le recordaba que, por mucho que fuera más grande y más fuerte que yo, no tenía derecho a comportarse como un dictador. Por eso, le desobedecía siempre que podía, y cuando eso no pusiera en riesgo ni mi vida ni la suya.
Mastiqué despacio deliberadamente, para sacarlo de quicio. Jack hizo un amago de robarme el paquete, pero lo alejé de su mano extendida y cogí otra patata, que me tragué con rapidez.
-          ¿Esta es tu forma de darme las gracias por haber estado trabajando toda la tarde para ti? Porque estoy pensando seriamente en cambiar de empleo.
Mi hermano se echó hacia atrás y sopesó sus posibilidades. Ambos sabíamos que aquello no era más que una pose. Por mucho que nos cabreáramos mutuamente, siempre prevalecía el amor fraternal. Jack sentía la compulsión de protegerme bajo cualquier concepto y yo no lo iba a abandonar después de todo lo que había hecho por mí.
Desde otro punto de vista más práctico, probablemente yo no podría sobrevivir sin su ayuda, puesto que jamás había tenido un trabajo y odiaba salir de casa más de lo necesario. Y Jack necesitaba de mis habilidades excepcionales como hacker para que encontrara la información que precisaba para realizar sus misiones. Nos ayudábamos mutuamente.
Después de fingir un poco más que realmente se estaba planteando aceptar mi oferta de abandono, encogió los hombros y frunció los labios.
-          Está bien, quédate las patatas, pero enséñame lo que has descubierto a cambio.
-          Trato hecho.
Le tendí los folios recién imprimidos. Él les echó una ojeada rápida, apenas un vistazo, puesto que después lo leería a fondo, cuando estuviera solo en su centro de operaciones (más conocido como su dormitorio). Asintió para darme a entender su conformidad con lo que había obtenido.
-          Perfecto. – Me felicitó.
-          El objetivo está un poco más lejos que de costumbre.
-          Ya, ya lo he visto. – Suspiró. – El Cairo. Serán unas cuantas horas de viaje.
La verdad es que era bastante común que Jack tuviera que viajar de un lado a otro para completar las misiones. El centro de operaciones de la organización estaba en nuestra ciudad, pero los clientes contrataban nuestros servicios desde cualquier parte del mundo. Normalmente, Jack prefería encargarse de trabajos para los que no tuviera que irse muy lejos. En los últimos años, yo había desarrollado la teoría de que, en realidad, le daban un poco de miedo los aviones, pero aún no había podido corroborarlo.
Durante sus ausencias, yo permanecía solo en el piso y “cuidaba el fuerte”. Lo que quería decir que sacaba la basura cuando empezaba a oler mal y me encargaba de limpiar lo justo y necesario. No compartía la manía por la limpieza de Jack, así que dejaba que él se encargara de desinfectar la casa cuando volviera, y solo me limitaba a eliminar los restos de suciedad más visibles y malolientes.
Puede que sea fuera otra razón por la que mi hermano odiaba dejarme solo.
Por primera vez desde que entré en la habitación, en ese momento me fijé en el informe que Jack había estado leyendo tan concienzudamente antes de que yo lo interrumpiera. ¿Otra misión? ¿Cuándo no había terminado la anterior?
Intenté leer algo de lo que ponía. Al principio, no me pareció nada relevante.
Hasta que vi con claridad las frases “nueva recluta de Tánatos” y “asesinato público de mafiosos”.
Por un segundo, me quedé helado en el sitio. Pude sentir cómo la sangre abandonaba mi rostro y supe a ciencia cierta que había palidecido del asombro.
No puede ser.
-          Jack, ¿qué es eso? – la voz me salió un poco más ronca de lo normal. Carraspeé y me obligué a controlarme.
Primero me miró a mí, extrañado, y luego a los papeles que había delante de él.
-          Ah, esto. Me estoy informando sobre otro asunto.
-          ¿Otra misión? Si aún no has iniciado la que tenemos entre manos – intenté aparentar normalidad, pero la tensión aún era palpable en mi voz.
-          Todavía no estoy trabajando en ello. Solo le echo un vistazo por si acaso – me sonrió para aligerar el ambiente. Entonces, pareció recordar algo. – Ah, sí. ¿Te acuerdas de la noticia sobre la que me hablaste hace unos días por teléfono?
Me encogí de forma imperceptible. Claro que la recordaba.
Myst. Su iniciación en Tánatos, el asesinato de los tres mafiosos rusos y su marcha sin cargos de la cárcel. Nuestro encuentro en el aparcamiento de la discoteca. Sus ojos fríos, sus palabras duras.
Aquella chica no era la misma de mis recuerdos. No había miedo en ella, solo una gélida determinación y una seguridad en sí misma que antes no había estado ahí. Seguía teniendo ese aspecto frágil que te daba ganas de protegerla, peros sus ojos se habían convertido en una advertencia para todo aquel que se acercara demasiado. Contuve un escalofrío al recordarla jurándome que mataría a Jack si volvía a verlo.
-          Vagamente – la mentira se me quedó clavada en la garganta y mi voz se quebró. Jack me miró suspicaz, pero yo intenté quitarle importancia. - ¿Ahora estás interesado? ¿Por qué?
-          Es que la persona que cometió esa atrocidad es una nueva recluta de Tánatos. No sabemos mucho de ella, la verdad, pero la organización teme que sea un peligro más grande lo esperado. Strike me ha dicho que probablemente me encarguen deshacerme de ella.
Apoyé las manos en la mesa para evitar caerme de la silla. Sentía como el corazón me latía a mil por hora en el pecho. Tenía la boca seca, mientras un horrible sudor frío se extendía por mi nuca.
Maldita sea. Maldita sea.
De todos los miembros de Skótadi capaces de llevar a cabo un asesinato, habían tenido que elegir a mi hermano. Era cierto que su fama para la destrucción era notable, pero… ¡joder!
El silencio se extendió demasiado, pues no encontraba ninguna palabra con la que romperlo. Me sentía enfermo de repente. ¿Cuándo se habían torcido tanto las cosas? ¿Qué debía hacer? El terrible peso de aquella responsabilidad se había multiplicado por diez en apenas unos segundos.
-          Vaya. Y… ¿has visto a la chica? – la foto estaba en el maldito periódico. Así era como yo la había reconocido. ¿Jack la había visto? Me tensé aún más, pero luego me percaté de que, si supiera quién era la chica, no estaría tan calmado.
-          No, aún no. Ya te digo, solo estoy leyendo un poco por encima. Primero quieren ponerla a prueba para ver hasta dónde es capaz de llegar, si es un peligro real, y luego ya me dirán qué esperan que haga como respuesta a eso.
Empezaba a faltarme el oxígeno. Con cada palabra de Jack, sentía como si un enorme mazo me golpeara el estómago. Las patatas que me acaba de comer se volvieron en mi contra.
Jack debió de darse cuenta de mi evidente preocupación. Tapó mi mano con la suya, un gesto cálido de consuelo. Cuando nuestras miradas se cruzaron, volvió a dirigirme esa sonrisa alentadora que había utilizado tantas veces conmigo a lo largo de nuestra vida, sobre todo desde la muerte de nuestros padres.
-          No tienes de qué preocuparte, Clark. Por muy dura de pelar que sea esa chica, no tiene nada que hacer contra mí.
Sus palabras sonaron terriblemente confiadas. Deseé creer en ellas. Deseé devolverle la sonrisa y decirle que sí, que confiaba en él.
Pero sabía que Jack jamás podría hacerle daño a… Annalysse. La amaba más que a nada en este mundo, más que a su propia vida. Y verla de nuevo, ver en lo que se había convertido, lo destrozaría de una forma irremisible.
No podía permitirlo. De nuevo, iba a tener que tomar las riendas de una situación que escapaba de mi control y proteger a la única persona que me quedaba en el mundo.
Asentí con la cabeza para demostrarle mi conformidad, mientras urdía un plan a toda pastilla.

                                       

                                                                                                        4/Noviembre


Las dos horas y media que había permanecido esperando delante del edificio se habían vuelto eternas, y mi humor había empeorado todavía más cuando una leve llovizna, de esas que parecían no tener importancia pero que realmente te calaba hasta los huesos, se repitió de manera constante cada media hora, como una señal clara de que el otoño por fin había decidido dejarse notar en la ciudad.
En todo ese tiempo, no vi salir ni entrar a nadie del edificio, a excepción de una anciana que paseaba a un horrible chihuahua que le ladraba a los demás transeúntes (con un ladrido agudo y exasperante) y un hombre de unos cuarenta y tantos, trajeado y cargado con un maletín. Ninguna de esas personas era a la que yo había ido a buscar.
Después de la primera hora de espera, me di cuenta de que no era el único que vigilaba el edificio. Había un tipo extraño sentado en un coche que no le quitaba el ojo al mismo conjunto de pisos que yo, lo cual, tras pensarlo un poco, no me sorprendió. Era lógico que estuviesen vigilando a Myst si pensaban tenderle una trampa.
Eso me puso alerta y me escondí mejor para que el tipo no se diera cuenta de mi presencia, preocupado. Quizá llegara tarde. Quizá aquello fuera una pérdida de tiempo, después de todo.
Justo cuando estaba a punto de marcharme, convencido de que era demasiado tarde, ella apareció de la nada.
-          ¿Sabes? No está bien acosar a la gente. Es una buena razón para denunciarte.
Me giré sobresaltado. No había oído a nadie acercarse, pero, de algún modo, la amiga de Myst, la que había acudido al aparcamiento en pos de ella el día en que nos habíamos reencontrado, estaba a mi espalda.
La chica me miró con una ceja enarcada, esperando mi explicación, pero yo me había quedado absorto al verla. La primera vez apenas me había fijado en ella, porque estaba demasiado perdido en todos los acontecimientos, pero ahora era imposible no fijarme bien en ella.
Tenía el pelo, de color rubio rojizo, recogido en una trenza que reposaba su hombro derecho y que caía por su torso hasta casi la altura del ombligo. El maquillaje oscuro resaltaba unos preciosos ojos verdes que quitaban el aliento. Aunque llevaba ropa anodina e informal, unos vaqueros y una camisa de cuello vuelto color negro (complementada con unos tacones bajos del mismo color) su atractivo era innegable. Sentí como se me aceleraba el pulso.
-          ¿Y? ¿Algo que alegar o llamo ya a la policía?
Bebió un sorbo de la taza de plástico que llevaba en las manos y que parecía ser de café. Luego, se pasó la lengua por el labio superior, en un gesto sensual que acrecentó mi mudez.
Cerré los ojos para concentrarme un momento.
-          Estoy buscando a Myst – logré articular todas las sílabas con claridad.
-          Ya, lo suponía. Pero no vas a verla.
Abrí los ojos, sorprendido por la dureza de sus palabras. Me miraba como si yo fuera una molesta caja llena de objetos de los que deseara deshacerse lo antes posible. No era tan intenso como odio, ni siquiera desprecio, pero se notaba que estaba… levemente irritada.
-          ¿A qué te refieres?
-          Creo que lo he dicho bien claro. No vas a ver a Myst. – Pronunció cada palabra lentamente, para remarcar cada una.
Me costaba un gran esfuerzo centrarme en la conversación, pero sabía que era importante que hablara con ella. No podía permitir que algo malo le pasara a Jack. Aun sabiendo eso, todo mi ser deseaba hacer caso a mi interlocutora. Necesitaba obedecerla.
Y, por todo lo sagrado, nunca había estado tan cerca de una belleza semejante, lo que me atolondraba profundamente. Era como si toda ella emanara el sutil aroma de la seducción. Todos sus gestos parecían destinados a hacerme caer en su trampa, a empujarme al abismo. Sobre todo sus ojos… Tan profundos y atractivos, de un verde intensísimo.
-          Es importante – aquellas dos únicas palabras me resultaron casi imposibles de decir.
-          No. – Apretó la mandíbula. – Así son las cosas. Myst sufre cada vez que algo relacionado con su pasado vuelva para atormentarla, sobre todo si tiene que ver con tu hermano. Verte a ti no es precisamente una alegría para ella, ¿entiendes? Le hace daño tu mera mención. Y, puesto que es la persona más importante para mí, no me gusta que sufra lo más mínimo. Por eso, tú te vas a largar y nunca más vas a volver a molestarla, ¿está claro? Te irás y la dejarás en paz para siempre.
Su voz no admitía réplica. Sus palabras calaron en mi cerebro, traspasaron todas mis defensas y se grabaron a fuego en mí. Mis pies empezaron a retroceder, obedeciendo por su cuenta las órdenes de la chica.
No puedes irte. Por Jack.
Me aferré al recuerdo de mi hermano. Me forcé a rememorar lo mucho que le debía, lo mucho que él había dado por mí, y conseguí que mis pies dejaran de moverse. Mantenía el control de mi cuerpo a duras penas.
Una parte de mi cerebro necesitaba marcharse, porque ella lo había ordenado así. Tenía que hacerle caso, era imperioso que la obedeciera, pero la otra parte de mi cerebro, la racional, se oponía. Tenía que quedarme y hablar con Myst.
Apreté los dientes por el esfuerzo de hacer que mi propia opinión prevaleciera sobre los estúpidos dictámenes de mi cuerpo.
Levanté la vista hacia mi acompañante, pero eso hizo que mi voluntad se tambaleara. Solo con mirarla era suficiente para que el deseo de seguir su mandato fuera casi irresistible. Dios mío, ¿por qué seguía allí? Tenía que irme. Era urgente, no podía quedarme más allí. Y no podía volver nunca más, ella lo había dicho…
No. Lucha, Clark. Maldita sea, lucha por una vez.
-          Es importante  - repetí. Las palabras sonaron bajas e inteligibles al pronunciarlas con los dientes apretados. – Skótadi… planea… ma-matarla.
No me sentía capaz de repetirlo. La fuerza que me impulsaba a marcharme era aplastante… No podía seguir allí ni un segundo más. Debía irme…
De pronto, aquella irracional necesidad desapareció. Como si alguien la hubiera hecho desaparecer al chasquear los dedos, en apenas un segundo.
Miré a la preciosa chica. Había apretado los puños, aplastando ligeramente la taza. Su mirada estaba fija en el suelo bajo nuestros pies.
-          ¿Cómo lo sabes? ¿Esto es una trampa? ¿Cuándo lo harán? – soltó las preguntas de golpe, sin respirar entre una interrogación y otra.
-          No es una trampa, lo juro. – Me apresuré a asegurarle. – No sé cuándo sucederá, sé que primero quieren ponerla a prueba. Una vez hagan esa prueba, probablemente la matarán. Y lo sé… porque han ordenado a mi hermano que lo lleve a cabo.
-          Joder – musitó. Tomó otro sorbo de café, esta vez uno más largo. Luego, me miró, evaluándome. - ¿Estás seguro, verdad?
-          Completamente. Vi el informe ayer, sobre la mesa de la cocina.
-          Tu hermano… ¿sabe que se trata de Myst? – apretó la mandíbula al mencionar a mi hermano. Parecía tenerle especial rencor, lo que encontré completamente lógico, teniendo en cuenta lo que me había dicho antes. Dudaba mucho de que nadie le hubiera hecho tanto daño a Myst como lo había hecho Jack, pero él también tenía sus razones. Aunque no era momento para discutir sobre eso.
-          No. No le han dado ninguna foto y por la descripción, podría ser cualquiera. Además, él nunca pensaría que ella trabaja para Tánatos. No es a Myst a la que conoció, si no a la chica que era antes. Y ambas no se parecen más que un poco en el físico.
Ella asintió por toda respuesta y luego se mantuvo en silencio durante unos minutos, cavilando. En un momento dado, volvió a recorrer su labio superior con la lengua, en un gesto sensual que me puso el vello de punta. Por lo visto, era un tic involuntario, pero a mí me estaba volviendo loco.
Sabía que debía centrarme en el tremendo problema que nos venía encima, pero mirándola, no dejaba de pensar en cosas mucho menos púdicas. Pero, maldita sea, es que nunca había visto una mujer tan hermosa y sensual como la que estaba ante mis narices, al alcance de mi mano. Me contuve para no rozar su piel con los dedos y comprobar si era tan suave como parecía.
Después de pensarlo detenidamente, volvió a centrar su mirada en mí. Sentí el influjo de sus ojos verdes sobre mí, pero en ese momento no los estaba usando para doblegarme, por lo que pude aferrarme a mi voluntad.
-          Bien. Yo me encargaré de todo.
-          ¿Eso es todo? – repliqué, indignado.
-          ¿Qué más quieres? – replicó ella a su vez, mordaz. - ¿Una salva de aplausos? ¿Un pin al mejor boy-scout del mes?
-          Bueno, un gracias bastaría para empezar.
Ella me observó como si de pronto me hubiera vuelto loco. Parecía a punto de echarse reír. Se colocó un mechón de pelo que se había escapado de su trenza tras la oreja y, entonces, sin prepararme para ello, sonrío levemente. Mi corazón estuvo a punto de detenerse al verla.
-          De acuerdo. Gracias. – Inclinó la cabeza hacia mí. – Ah, otra cosa. Si descubres algo más, algo así de importante, no vengas buscando a Myst. Cuéntamelo a mí directamente.
Por alguna razón, y podía adivinar cuál, no me pareció en absoluto horrible acceder a su petición. Tras oír mi aceptación, ella se dio la vuelta y empezó a marcharse. Luego, se detuvo y se giró de nuevo.
-          Por cierto, no te lo he dicho. Puedes llamarme Nox.
-          ¿Nox? – pregunté extrañado. Estaba claro que no era su nombre real.
-          Todavía no confío lo suficiente en ti como para decirte mi nombre verdadero. Y es incómodo que no sepamos cómo llamarnos mutuamente. – Se encogió de hombros.
-          Claro. Pues… yo seré Flames. – Nunca había utilizado ese apodo, pero Jack lo había elegido para mí cuando descubrimos nuestras capacidades.
-          Curioso nombre. Te daré mi número para que puedas localizarme…
-          No te preocupes. Me las apañaré para dar contigo cuando lo necesite – admitiendo lo innegable, solo dije aquello para pavonearme.
Esta vez, Nox sí se rio. Fue un sonido bellísimo.
-          Ah, entonces sí que eres un acosador – luego, me guiñó un ojo a modo de despedida y se marchó sin más, dejándome solo y con unas ganas terribles de perseguirla.

1 comentario:

  1. Espero que no seas como las series que hacen un parón por navidad y te dejan en vilo hasta el año que viene.
    Clark el hacker es un amor, en el fondo.Y Jack el tacaño es muy tacaño.
    Ya está, Clark y Nox deberán ser pareja.
    Pienso, otra vez, que deberías, muy a mi pesar, parar de escribir esta historia y comenzar a pensar en escribirla para que llegue a ser un libro ya que tiene mucho por donde tirar,¿no?
    Realmente está muy bien, me ha gustado bastante aunque Myst no salga demasiado :(

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