3/Noviembre
Clark Dawson (Flames)
Mis dedos volaban sobre el teclado mientras Claro de luna de Beethoven me llenaba
los oídos. La información aparecía en línea en la pantalla, mientras yo
descartaba los datos inútiles de los que sí servían.
Una vez localicé la página donde se encontraba la
fuente original de la información, rastreé hasta dar con el nombre de la
persona que estaba buscando y, a partir de ahí, solo tuve que seguirle el
rastro hasta encontrar los datos necesarios.
Mientras la impresora se quejaba de su trabajo, al
lado del ordenador, me estiré y relajé los músculos. Llevaba dos horas y media
descodificando mensajes cibernéticos cifrados y hackeando diversas redes,
varias de ellas de organismos gubernamentales confidenciales, para lograr
hallar lo que Jack me había pedido.
Tras unos pocos minutos de descanso y un sorbo del Red Bull que estaba en la mesa, volví a
centrarme en mi misión. Aunque ya había conseguido lo que buscaba, eso solo era
la mitad del trabajo. Ahora tenía que borrar mi rastro digital para que nadie
pudiera saber que había estado husmeando donde la policía y el Estado preferían
que no me colara. Tardé apenas quince
minutos en hacer desaparecer mi huella.
Luego, recogí los papeles que había terminado de
escupir la impresora y que aun olían ligeramente a tinta.
Jack estaba en la mesa de la cocina, comiendo un
bocadillo sin prestar mucha atención a su comida; se limitaba a masticar el
alimento cuando entraba en su boca. Probablemente, ni siquiera se percatara de
su sabor, tan ensimismado estaba en la lectura de los documentos que estaban
ante él.
Me senté frente a mi hermano y esperé a que me
hiciera caso. Sabía muy bien que Jack odiaba que lo interrumpieran mientras
estaba concentrado en algo, así que lo mejor era no decir nada hasta que él
terminara su tarea.
Le robé un par de patatas fritas de la bolsa que
también estaba en la mesa, pero ni se dio cuenta. El paquete estaba lleno, así
que Jack no había comido nada de él.
Mi estómago gruñó cuando el alimento llegó hasta
él. Solo entonces recordé que se me había olvidado almorzar, que por la mañana
solo había tomado un cuenco de cereales y que llevaba toda la tarde realizando
un extenuante trabajo mental. Agarré el paquete y me dediqué a engullir patatas
hasta que, finalmente, Jack levantó la vista de los papeles que estaba leyendo.
-
¿Por qué me estás quitando mi comida? – gruñó.
Bufé en voz baja, pero no solté la bolsa.
-
Tú no estás comiendo. Y yo tengo hambre. Qué más
te da.
-
Es mi comida.
Coge tú lo que quieras de la despensa.
Me recosté en el asiento y lo fulminé con la mirada,
pero no le devolví las patatas ni pedí disculpas. Sabía cómo funcionaba nuestra
relación. Jack se las daba de hermano mayor duro y autoritario y yo le
recordaba que, por mucho que fuera más grande y más fuerte que yo, no tenía
derecho a comportarse como un dictador. Por eso, le desobedecía siempre que
podía, y cuando eso no pusiera en riesgo ni mi vida ni la suya.
Mastiqué despacio deliberadamente, para sacarlo de
quicio. Jack hizo un amago de robarme el paquete, pero lo alejé de su mano
extendida y cogí otra patata, que me tragué con rapidez.
-
¿Esta es tu forma de darme las gracias por haber
estado trabajando toda la tarde para ti? Porque estoy pensando seriamente en
cambiar de empleo.
Mi hermano se echó hacia atrás y sopesó sus
posibilidades. Ambos sabíamos que aquello no era más que una pose. Por mucho
que nos cabreáramos mutuamente, siempre prevalecía el amor fraternal. Jack
sentía la compulsión de protegerme bajo cualquier concepto y yo no lo iba a
abandonar después de todo lo que había hecho por mí.
Desde otro punto de vista más práctico,
probablemente yo no podría sobrevivir sin su ayuda, puesto que jamás había
tenido un trabajo y odiaba salir de casa más de lo necesario. Y Jack necesitaba
de mis habilidades excepcionales como hacker
para que encontrara la información que precisaba para realizar sus misiones.
Nos ayudábamos mutuamente.
Después de fingir un poco más que realmente se
estaba planteando aceptar mi oferta de abandono, encogió los hombros y frunció
los labios.
-
Está bien, quédate las patatas, pero enséñame lo
que has descubierto a cambio.
-
Trato hecho.
Le tendí los folios recién imprimidos. Él les echó
una ojeada rápida, apenas un vistazo, puesto que después lo leería a fondo,
cuando estuviera solo en su centro de operaciones (más conocido como su
dormitorio). Asintió para darme a entender su conformidad con lo que había
obtenido.
-
Perfecto. – Me felicitó.
-
El objetivo está un poco más lejos que de
costumbre.
-
Ya, ya lo he visto. – Suspiró. – El Cairo. Serán
unas cuantas horas de viaje.
La verdad es que era bastante común que Jack
tuviera que viajar de un lado a otro para completar las misiones. El centro de
operaciones de la organización estaba en nuestra ciudad, pero los clientes
contrataban nuestros servicios desde cualquier parte del mundo. Normalmente,
Jack prefería encargarse de trabajos para los que no tuviera que irse muy
lejos. En los últimos años, yo había desarrollado la teoría de que, en
realidad, le daban un poco de miedo los aviones, pero aún no había podido
corroborarlo.
Durante sus ausencias, yo permanecía solo en el
piso y “cuidaba el fuerte”. Lo que quería decir que sacaba la basura cuando
empezaba a oler mal y me encargaba de limpiar lo justo y necesario. No
compartía la manía por la limpieza de Jack, así que dejaba que él se encargara
de desinfectar la casa cuando volviera, y solo me limitaba a eliminar los
restos de suciedad más visibles y malolientes.
Puede que sea fuera otra razón por la que mi
hermano odiaba dejarme solo.
Por primera vez desde que entré en la habitación,
en ese momento me fijé en el informe que Jack había estado leyendo tan
concienzudamente antes de que yo lo interrumpiera. ¿Otra misión? ¿Cuándo no
había terminado la anterior?
Intenté leer algo de lo que ponía. Al principio, no
me pareció nada relevante.
Hasta que vi con claridad las frases “nueva recluta
de Tánatos” y “asesinato público de mafiosos”.
Por un segundo, me quedé helado en el sitio. Pude
sentir cómo la sangre abandonaba mi rostro y supe a ciencia cierta que había
palidecido del asombro.
No puede ser.
-
Jack, ¿qué es eso? – la voz me salió un poco más
ronca de lo normal. Carraspeé y me obligué a controlarme.
Primero me miró a mí, extrañado, y luego a los
papeles que había delante de él.
-
Ah, esto. Me estoy informando sobre otro asunto.
-
¿Otra misión? Si aún no has iniciado la que
tenemos entre manos – intenté aparentar normalidad, pero la tensión aún era
palpable en mi voz.
-
Todavía no estoy trabajando en ello. Solo le
echo un vistazo por si acaso – me sonrió para aligerar el ambiente. Entonces,
pareció recordar algo. – Ah, sí. ¿Te acuerdas de la noticia sobre la que me
hablaste hace unos días por teléfono?
Me encogí de forma imperceptible. Claro que la
recordaba.
Myst. Su iniciación en Tánatos, el asesinato de los
tres mafiosos rusos y su marcha sin cargos de la cárcel. Nuestro encuentro en
el aparcamiento de la discoteca. Sus ojos fríos, sus palabras duras.
Aquella chica no era la misma de mis recuerdos. No
había miedo en ella, solo una gélida determinación y una seguridad en sí misma que
antes no había estado ahí. Seguía teniendo ese aspecto frágil que te daba ganas
de protegerla, peros sus ojos se habían convertido en una advertencia para todo
aquel que se acercara demasiado. Contuve un escalofrío al recordarla jurándome
que mataría a Jack si volvía a verlo.
-
Vagamente – la mentira se me quedó clavada en la
garganta y mi voz se quebró. Jack me miró suspicaz, pero yo intenté quitarle
importancia. - ¿Ahora estás interesado? ¿Por qué?
-
Es que la persona que cometió esa atrocidad es
una nueva recluta de Tánatos. No sabemos mucho de ella, la verdad, pero la
organización teme que sea un peligro más grande lo esperado. Strike me ha dicho que probablemente me
encarguen deshacerme de ella.
Apoyé las manos en la mesa para evitar caerme de la
silla. Sentía como el corazón me latía a mil por hora en el pecho. Tenía la
boca seca, mientras un horrible sudor frío se extendía por mi nuca.
Maldita sea. Maldita sea.
De todos los miembros de Skótadi capaces de llevar
a cabo un asesinato, habían tenido que elegir a mi hermano. Era cierto que su
fama para la destrucción era notable, pero… ¡joder!
El silencio se extendió demasiado, pues no
encontraba ninguna palabra con la que romperlo. Me sentía enfermo de repente.
¿Cuándo se habían torcido tanto las cosas? ¿Qué debía hacer? El terrible peso
de aquella responsabilidad se había multiplicado por diez en apenas unos
segundos.
-
Vaya. Y… ¿has visto a la chica? – la foto estaba
en el maldito periódico. Así era como yo la había reconocido. ¿Jack la había
visto? Me tensé aún más, pero luego me percaté de que, si supiera quién era la
chica, no estaría tan calmado.
-
No, aún no. Ya te digo, solo estoy leyendo un
poco por encima. Primero quieren ponerla a prueba para ver hasta dónde es capaz
de llegar, si es un peligro real, y luego ya me dirán qué esperan que haga como
respuesta a eso.
Empezaba a faltarme el oxígeno. Con cada palabra de
Jack, sentía como si un enorme mazo me golpeara el estómago. Las patatas que me
acaba de comer se volvieron en mi contra.
Jack debió de darse cuenta de mi evidente
preocupación. Tapó mi mano con la suya, un gesto cálido de consuelo. Cuando
nuestras miradas se cruzaron, volvió a dirigirme esa sonrisa alentadora que
había utilizado tantas veces conmigo a lo largo de nuestra vida, sobre todo
desde la muerte de nuestros padres.
-
No tienes de qué preocuparte, Clark. Por muy
dura de pelar que sea esa chica, no tiene nada que hacer contra mí.
Sus palabras sonaron terriblemente confiadas. Deseé
creer en ellas. Deseé devolverle la sonrisa y decirle que sí, que confiaba en
él.
Pero sabía que Jack jamás podría hacerle daño a…
Annalysse. La amaba más que a nada en este mundo, más que a su propia vida. Y
verla de nuevo, ver en lo que se había convertido, lo destrozaría de una forma
irremisible.
No podía permitirlo. De nuevo, iba a tener que
tomar las riendas de una situación que escapaba de mi control y proteger a la
única persona que me quedaba en el mundo.
Asentí con la cabeza para demostrarle mi
conformidad, mientras urdía un plan a toda pastilla.
4/Noviembre
Las dos horas y media que había permanecido
esperando delante del edificio se habían vuelto eternas, y mi humor había
empeorado todavía más cuando una leve llovizna, de esas que parecían no tener
importancia pero que realmente te calaba hasta los huesos, se repitió de manera
constante cada media hora, como una señal clara de que el otoño por fin había
decidido dejarse notar en la ciudad.
En todo ese tiempo, no vi salir ni entrar a nadie
del edificio, a excepción de una anciana que paseaba a un horrible chihuahua
que le ladraba a los demás transeúntes (con un ladrido agudo y exasperante) y
un hombre de unos cuarenta y tantos, trajeado y cargado con un maletín. Ninguna
de esas personas era a la que yo había ido a buscar.
Después de la primera hora de espera, me di cuenta
de que no era el único que vigilaba el edificio. Había un tipo extraño sentado
en un coche que no le quitaba el ojo al mismo conjunto de pisos que yo, lo
cual, tras pensarlo un poco, no me sorprendió. Era lógico que estuviesen
vigilando a Myst si pensaban tenderle una trampa.
Eso me puso alerta y me escondí mejor para que el
tipo no se diera cuenta de mi presencia, preocupado. Quizá llegara tarde. Quizá
aquello fuera una pérdida de tiempo, después de todo.
Justo cuando estaba a punto de marcharme,
convencido de que era demasiado tarde, ella apareció de la nada.
-
¿Sabes? No está bien acosar a la gente. Es una
buena razón para denunciarte.
Me giré sobresaltado. No había oído a nadie
acercarse, pero, de algún modo, la amiga de Myst, la que había acudido al
aparcamiento en pos de ella el día en que nos habíamos reencontrado, estaba a
mi espalda.
La chica me miró con una ceja enarcada, esperando
mi explicación, pero yo me había quedado absorto al verla. La primera vez
apenas me había fijado en ella, porque estaba demasiado perdido en todos los
acontecimientos, pero ahora era imposible no fijarme bien en ella.
Tenía el pelo, de color rubio rojizo, recogido en
una trenza que reposaba su hombro derecho y que caía por su torso hasta casi la
altura del ombligo. El maquillaje oscuro resaltaba unos preciosos ojos verdes
que quitaban el aliento. Aunque llevaba ropa anodina e informal, unos vaqueros
y una camisa de cuello vuelto color negro (complementada con unos tacones bajos
del mismo color) su atractivo era innegable. Sentí como se me aceleraba el
pulso.
-
¿Y? ¿Algo que alegar o llamo ya a la policía?
Bebió un sorbo de la taza de plástico que llevaba
en las manos y que parecía ser de café. Luego, se pasó la lengua por el labio
superior, en un gesto sensual que acrecentó mi mudez.
Cerré los ojos para concentrarme un momento.
-
Estoy buscando a Myst – logré articular todas
las sílabas con claridad.
-
Ya, lo suponía. Pero no vas a verla.
Abrí los ojos, sorprendido por la dureza de sus
palabras. Me miraba como si yo fuera una molesta caja llena de objetos de los
que deseara deshacerse lo antes posible. No era tan intenso como odio, ni
siquiera desprecio, pero se notaba que estaba… levemente irritada.
-
¿A qué te refieres?
-
Creo que lo he dicho bien claro. No vas a ver a
Myst. – Pronunció cada palabra lentamente, para remarcar cada una.
Me costaba un gran esfuerzo centrarme en la
conversación, pero sabía que era importante que hablara con ella. No podía
permitir que algo malo le pasara a Jack. Aun sabiendo eso, todo mi ser deseaba
hacer caso a mi interlocutora. Necesitaba
obedecerla.
Y, por todo lo sagrado, nunca había estado tan
cerca de una belleza semejante, lo que me atolondraba profundamente. Era como
si toda ella emanara el sutil aroma de la seducción. Todos sus gestos parecían
destinados a hacerme caer en su trampa, a empujarme al abismo. Sobre todo sus
ojos… Tan profundos y atractivos, de un verde intensísimo.
-
Es importante – aquellas dos únicas palabras me
resultaron casi imposibles de decir.
-
No. – Apretó la mandíbula. – Así son las cosas.
Myst sufre cada vez que algo relacionado con su pasado vuelva para
atormentarla, sobre todo si tiene que ver con tu hermano. Verte a ti no es
precisamente una alegría para ella, ¿entiendes? Le hace daño tu mera mención. Y,
puesto que es la persona más importante para mí, no me gusta que sufra lo más
mínimo. Por eso, tú te vas a largar y nunca más vas a volver a molestarla,
¿está claro? Te irás y la dejarás en paz para
siempre.
Su voz no admitía réplica. Sus palabras calaron en
mi cerebro, traspasaron todas mis defensas y se grabaron a fuego en mí. Mis
pies empezaron a retroceder, obedeciendo por su cuenta las órdenes de la chica.
No puedes
irte. Por Jack.
Me aferré al recuerdo de mi hermano. Me forcé a rememorar
lo mucho que le debía, lo mucho que él había dado por mí, y conseguí que mis
pies dejaran de moverse. Mantenía el control de mi cuerpo a duras penas.
Una parte de mi cerebro necesitaba marcharse, porque ella lo había ordenado así. Tenía que
hacerle caso, era imperioso que la obedeciera, pero la otra parte de mi
cerebro, la racional, se oponía. Tenía que quedarme y hablar con Myst.
Apreté los dientes por el esfuerzo de hacer que mi
propia opinión prevaleciera sobre los estúpidos dictámenes de mi cuerpo.
Levanté la vista hacia mi acompañante, pero eso
hizo que mi voluntad se tambaleara. Solo con mirarla era suficiente para que el
deseo de seguir su mandato fuera casi irresistible. Dios mío, ¿por qué seguía
allí? Tenía que irme. Era urgente, no podía quedarme más allí. Y no podía
volver nunca más, ella lo había dicho…
No. Lucha,
Clark. Maldita sea, lucha por una vez.
-
Es importante
- repetí. Las palabras sonaron bajas e inteligibles al pronunciarlas con
los dientes apretados. – Skótadi… planea… ma-matarla.
No me sentía capaz de repetirlo. La fuerza que me
impulsaba a marcharme era aplastante… No podía seguir allí ni un segundo más. Debía
irme…
De pronto, aquella irracional necesidad
desapareció. Como si alguien la hubiera hecho desaparecer al chasquear los dedos,
en apenas un segundo.
Miré a la preciosa chica. Había apretado los puños,
aplastando ligeramente la taza. Su mirada estaba fija en el suelo bajo nuestros
pies.
-
¿Cómo lo sabes? ¿Esto es una trampa? ¿Cuándo lo
harán? – soltó las preguntas de golpe, sin respirar entre una interrogación y
otra.
-
No es una trampa, lo juro. – Me apresuré a
asegurarle. – No sé cuándo sucederá, sé que primero quieren ponerla a prueba.
Una vez hagan esa prueba, probablemente la matarán. Y lo sé… porque han
ordenado a mi hermano que lo lleve a cabo.
-
Joder – musitó. Tomó otro sorbo de café, esta
vez uno más largo. Luego, me miró, evaluándome. - ¿Estás seguro, verdad?
-
Completamente. Vi el informe ayer, sobre la mesa
de la cocina.
-
Tu hermano… ¿sabe que se trata de Myst? – apretó
la mandíbula al mencionar a mi hermano. Parecía tenerle especial rencor, lo que
encontré completamente lógico, teniendo en cuenta lo que me había dicho antes.
Dudaba mucho de que nadie le hubiera hecho tanto daño a Myst como lo había
hecho Jack, pero él también tenía sus razones. Aunque no era momento para
discutir sobre eso.
-
No. No le han dado ninguna foto y por la
descripción, podría ser cualquiera. Además, él nunca pensaría que ella trabaja
para Tánatos. No es a Myst a la que conoció, si no a la chica que era antes. Y
ambas no se parecen más que un poco en el físico.
Ella asintió por toda respuesta y luego se mantuvo
en silencio durante unos minutos, cavilando. En un momento dado, volvió a
recorrer su labio superior con la lengua, en un gesto sensual que me puso el
vello de punta. Por lo visto, era un tic involuntario, pero a mí me estaba
volviendo loco.
Sabía que debía centrarme en el tremendo problema
que nos venía encima, pero mirándola, no dejaba de pensar en cosas mucho menos
púdicas. Pero, maldita sea, es que nunca había visto una mujer tan hermosa y sensual
como la que estaba ante mis narices, al alcance de mi mano. Me contuve para no
rozar su piel con los dedos y comprobar si era tan suave como parecía.
Después de pensarlo detenidamente, volvió a centrar
su mirada en mí. Sentí el influjo de sus ojos verdes sobre mí, pero en ese
momento no los estaba usando para doblegarme, por lo que pude aferrarme a mi
voluntad.
-
Bien. Yo me encargaré de todo.
-
¿Eso es todo? – repliqué, indignado.
-
¿Qué más quieres? – replicó ella a su vez,
mordaz. - ¿Una salva de aplausos? ¿Un pin al mejor boy-scout del mes?
-
Bueno, un gracias bastaría para empezar.
Ella me observó como si de pronto me hubiera vuelto
loco. Parecía a punto de echarse reír. Se colocó un mechón de pelo que se había
escapado de su trenza tras la oreja y, entonces, sin prepararme para ello,
sonrío levemente. Mi corazón estuvo a punto de detenerse al verla.
-
De acuerdo. Gracias. – Inclinó la cabeza hacia
mí. – Ah, otra cosa. Si descubres algo más, algo así de importante, no vengas
buscando a Myst. Cuéntamelo a mí directamente.
Por alguna razón, y podía adivinar cuál, no me
pareció en absoluto horrible acceder a su petición. Tras oír mi aceptación,
ella se dio la vuelta y empezó a marcharse. Luego, se detuvo y se giró de
nuevo.
-
Por cierto, no te lo he dicho. Puedes llamarme
Nox.
-
¿Nox? – pregunté extrañado. Estaba claro que no
era su nombre real.
-
Todavía no confío lo suficiente en ti como para
decirte mi nombre verdadero. Y es incómodo que no sepamos cómo llamarnos
mutuamente. – Se encogió de hombros.
-
Claro. Pues… yo seré Flames. – Nunca había
utilizado ese apodo, pero Jack lo había elegido para mí cuando descubrimos
nuestras capacidades.
-
Curioso nombre. Te daré mi número para que
puedas localizarme…
-
No te preocupes. Me las apañaré para dar contigo
cuando lo necesite – admitiendo lo innegable, solo dije aquello para
pavonearme.
Esta vez, Nox sí se rio. Fue un sonido bellísimo.
-
Ah, entonces sí que eres un acosador – luego, me
guiñó un ojo a modo de despedida y se marchó sin más, dejándome solo y con unas
ganas terribles de perseguirla.
Espero que no seas como las series que hacen un parón por navidad y te dejan en vilo hasta el año que viene.
ResponderEliminarClark el hacker es un amor, en el fondo.Y Jack el tacaño es muy tacaño.
Ya está, Clark y Nox deberán ser pareja.
Pienso, otra vez, que deberías, muy a mi pesar, parar de escribir esta historia y comenzar a pensar en escribirla para que llegue a ser un libro ya que tiene mucho por donde tirar,¿no?
Realmente está muy bien, me ha gustado bastante aunque Myst no salga demasiado :(