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miércoles, 26 de junio de 2013

Esta vez la conseguiría proteger, incluso de mí mismo.


14/Noviembre.

Jack Dawson (Boom




Esta vez, Strike ya me estaba esperando cuando llegué. Dejé la moto aparcada en la puerta de la casa y no me molesté si quiera en guardar el casco, sabiendo que aquel encuentro sería rápido. Diría lo que había venido a decir y me largaría, sin perder más tiempo, porque sabía de antemano que Strike cuestionaría mi cordura. Hasta yo, en cierto modo, lo hacía, pero sabía que no tenía más remedio.
Llevaba desde la noche en la que me encontré con Annalysse pensando en cómo afrontar toda nuestra historia y nuestro presente.
Al final, tras un buen montón de noches en velas y hacer explotar por accidente parte de la mesa del salón (en un momento de pérdida de control), llegué a varias conclusiones, todas verdades inexorables e inamovibles que, en realidad, ya conocía, pero que no quería reconocer.
La primera, la tenía más que sabida tras cuatro años de extrañarla, es que seguía amando con locura a Annalysse. Mi corazón nunca la había olvidado y volver a verla solo había servido para reavivar, aun con más fuerza que antes, todos los sentimientos que había tratado de adormecer para siempre. No era como recordarla por las mañanas en las camas de desconocidas. No, la había visto cara a cara. Había hablado con ella, olido su perfume, oído su voz. Eso me había golpeado, me había dejado sin aliento y me había dejado tirado en el suelo luchando por respirar mientras un fuerte nudo me atenazaba la garganta. Y encima, ella estaba aquí. En la misma ciudad que yo. Vivíamos solo a un par de kilómetros de distancia, como mucho, pero nunca la había sentido tan lejos.
La segunda cosa era que ella ya no era la misma persona. Su vida, al igual que la mía, había sufrido importantes cambios que habían operado una transformación brutal en ella. Incluso había cambiado de nombre… Myst. La verdad es que era un nombre adecuado para la nueva persona en la que se había convertido. Esta chica con la que había tropezado algunas noches atrás era fuerte, decidida, valiente. Nada que ver con la otra muchacha. Pero ambas eran, en el fondo y de algún modo, la misma, aunque al parecer, la nueva Myst me había arrancado de cuajo de su corazón y de su vida y no quería volver a saber nada de mí. Lo cierto es que, teniendo en cuenta lo cabrón que fui con ella al abandonarla, podía comprender esa reacción, pero no por ello dolía menos.
La tercera cosa de la que estaba seguro es que nunca, bajo ninguna circunstancia, podría hacerle daño. Aunque ella ya no me quisiera. Ni siquiera sabiendo que me odiaba con todas sus fuerzas. Tampoco por defensa propia.
Nada en el mundo podía hacer que yo le volviera a hacer daño de nuevo. Ya la había dejado destrozada cuatro años atrás, a lo que se sumó la pérdida de su única hermana, que era también su mejor amiga. Había jurado protegerle y, en lugar de ello, la había dejado sangrando por mi ausencia e incapaz de salvar a la otra persona más importante de su vida. La había abandonado por completo, haciéndole sufrir más que cualquier otra persona en el mundo. Le había fallado por completo.
Lo último que quería hacer ahora era repetir ese daño. Por eso estaba ahora frente a la puerta de Strike, con el casco bajo el brazo.
No podía cumplir la misión, no cuando Annalysse era el objetivo. No cuando seguía amándola con la misma intensidad de siempre. No tras haber jurado protegerla y haberle fallado ya una vez.
Sin molestarme en tocar, entré por la puerta, que siempre estaba abierta. Me guíe por el ruido del televisor encendido hasta llegar al salón donde estaba Strike, sentado en un sofá enorme que antes debía ser de color canelo, pero que ahora se acercaba al negro de una forma repugnante. Todo seguía igual que la última vez que había estado en la casa. Bueno, quizá estaba más sucia.
Había un cuenco de palomitas en el suelo y otros dos vacíos pegados en la pared del fondo, con restos de algo que preferí no identificar. El piso, como siempre, estaba pegajoso, y las botas altas hacían un ruido asqueroso cada vez que las levantaba para dar un paso.
Aquí y allá, repartidas por todas partes, estaban las colillas que tanto Strike como yo mismo habíamos ido dejando tiradas sin preocuparnos dónde quedaban tras terminarnos el cigarrillo que teníamos entre los labios. El olor era horrible, de una forma que indicaba que nadie había intentado limpiar aquella pocilga en demasiado tiempo, mucho más del recomendable.
Permanecí de pie cerca de la puerta del salón, atento por si aparecía cualquier bicho que pudiera estar viviendo dentro de la basura de aquel guarro.
-          Joder, Strike. Me prometiste que limpiarías este antro cada quince días como máximo.
-          ¿Eso dije? – replicó él sin apartar la vista de la pantalla, donde retransmitían un partido de fútbol americano en directo. Los comentarios gritaban sulfurados por alguna razón que yo no entendía ni me importaba, pero Strike parecía atento a cada una de sus palabras.
-          Te aseguro que sí. Y por cómo está esto, diría que hace más de un mes que nadie limpia. – No pude esconder el asco que reflejaba mi voz. Ni Clark ni yo éramos dos amas de casa aplicadas, eso estaba claro al ver el desorden de nuestro piso, pero el modo en el que vivía Strike superaba cualquier límite. Era como estar dentro de un basurero. El olor, al menos, era el mismo.
-          Creo que la asistenta se pasó por aquí la semana pasada, pero… si no recuerdo mal, me gritó algo en español y se largó con cara de asco.
-          Probablemente te digo que eras guarro. Y tenía toda la razón.
Por toda respuesta, él se encogió de hombros, sin prestarme demasiada atención.
Al observarle con detenimiento, me fijé en que debía de haber engordado un par de kilos desde mi última visita y eso que ya era jodidamente grande antes de eso.
Esperé, sabiendo que no conseguiría nada de él mientras estuviera aquel maldito partido en la televisión. Por suerte, solo duró unos cinco minutos más, antes de que los comentarios cortaran la conexión y empezaran a analizar todas las jugadas. Solo entonces, Strike apagó la televisión y me miró con tranquilidad.
Parecía contento, por lo que supuse que, probablemente, había hecho alguna apuesta sobre el partido que acababa de ver y la había ganado.
-          ¿Qué te trae por aquí, colega?
-          He cumplido la misión de El Cairo. Anoche cogí el vuelo desde Egipto y llegué esta mañana temprano. Todo fue como la seda.
-          Ah, perfecto. Informaré a los jefazos y ya te avisaré cuando tenga tu dinero. – Sonrió, aún más complacido ante mis noticias. Puesto que era algo así como mi agente, se llevaba una comisión por mis trabajos cumplidos, aunque lo cierto es que su parte no era ni un 5 % del total que yo recibía, pero, puesto que su función era únicamente pasarme la información básica de los trabajos para los que me contrataban, tampoco merecía más.
Durante un instante me planteé la forma más adecuada de decirle lo que había venido a contar. Para aclararme las ideas, saqué la caja de cigarros y me puse uno entre los labios, para después encenderlo con el mechero que guardaba en el bolsillo delantero de los vaqueros, junto con la cajetilla de tabaco.
Inhalé despacio y profundamente mientras tomaba la decisión de soltárselo sin más. No le debía ninguna explicación, al fin y al cabo. Yo elegía qué trabajos hacer y cuáles no y aquel era un rotundo no.
-          Oye, acerca del otro trabajo que me habías comentado…
-          ¿El de la chica de Tánatos? – esbozó una sonrisilla lasciva por la que tuve que refrenar mis ganas de estamparle la cara contra el suelo y aplastársela bajo mis botas.
-          Sí. Exacto. Dile a los jefazos que rechazo el trabajo. – Anuncié sin más, sin rodeos ni estupideces. La rabia aun fluía dentro de mí ante aquella puta sonrisa que, gracias a Dios, desapareció de golpe del rostro de Strike antes de que yo tuviera que eliminarla haciendo brotar la sangre.
-          ¿Qué coño estás diciendo, Boom?
Por la forma en la que me miró, supe sin lugar a dudas que pensaba que me había vuelto loco. En realidad, así era. Pero eso no hacía que él tuviera derecho a juzgarme o a decidir cuáles serían mis acciones.
-          No voy a matar a la chica.
-          ¿A qué viene esto? ¿Ahora tienes remordimientos de conciencia o qué? – me observaba con los ojos más abiertos de lo normal por la sorpresa. Nunca antes había rechazado ningún trabajo, pero era cierto que antes no me había topado con que la víctima era precisamente la mujer por la que estaba dispuesto a morir.
-          No es por la culpabilidad. Es simplemente que no quiero esta misión y punto. ¿Queda claro?
Sin esperar ninguna contestación, me di la vuelta, dispuesto a largarme de aquella casa que olía como pocilga en la que un cadáver estuviera en proceso de putrefacción.
-          Si no lo haces tú, lo hará otro – las palabras de Strike me detuvieron en seco.
Cerré los ojos y aspiré más humo, contaminando rápidamente mis pulmones para aliviar el dolor sordo que se había extendido por mi cuerpo. No me había planteado esa posibilidad. Pero claro, ella era una amenaza para la organización, así que debían eliminarla. Y si no era yo quien lo hacía, buscarían a otro, quizá peor asesino, pero igual de eficaz.
Ese pensamiento hizo que la furia creciera todavía más dentro de mí, haciendo que viera rojo detrás de mis párpados cerrados en lugar del negro habitual. Mis manos chispeaban, a punto de dejar escapar el fuego que sabía que produciría un buen desahogo. Pero me obligué a calmar la respiración, a aspirar y exhalar grandes bocanadas de humo y a relajarme.
-          Así que mejor hazlo tú, Boom, porque si no perderás el dinero porque que acabará pasando igualmente – continuó de forma insensata Strike. La inteligencia nunca había sido su fuerte y quizá eso fue lo que lo llevó a decir eso, sin darse cuenta de lo alterado que me había dejado su última afirmación.
-          No lo haré, Strike. No la mataré – aseveré con voz fría.
-          Pero…
-          ¡Cierra la puta boca! – exploté. Me contuve para no hacer volar una de las paredes por los aires, aunque eso supuso un gran esfuerzo por mi parte. Estaba al límite del control, en el punto exacto donde un paso más hacia el abismo haría que el mundo se convirtiera en pedazos a mi alrededor.
Strike fue lo suficientemente listo para permanecer callado mientras yo me calmaba y recuperaba el control perdido. Me apoyé en la pared, haciendo caso omiso del asco que me daba tocar cualquier cosa de aquella casa, porque necesitaba un punto de apoyo para no dejarme arrastrar por la ola de furia, rencor y odio que me consumía por dentro.
Finalmente, abrí los ojos y fumé la última calada del cigarro antes de tirarlo al suelo, junto con el resto de las colillas ya inservibles. Lo aplasté con la punta de la boca y luego hablé despacio, vocalizando cada palabra.
-          No le haré daño. Ni permitiré que nadie se lo haga. ¿De acuerdo?
-          Boom, estás diciendo gilipolleces. ¿Qué mierda te pasa con ella?
Cerré los ojos de nuevo y sonreí con tristeza. En una milésima de segundo cruzaron por mi cabeza todos los recuerdos de mi vida junto a Annalysse, una por una, hasta que se congeló en la imagen de su sonrisa.
-          Ella es mi corazón fuera de mi cuerpo. No puedo permitir que nadie le haga daño.
-          ¿Te has enamorado del enemigo? – escupió él, con una mezcla de desprecio e incredulidad.
-          Me enamoré de ella mucho antes de que fuera el enemigo, Strike. Me enamoré de ella cuando solamente éramos dos adolescentes buscando una tabla de salvación.
-          ¿Es ella? ¿La chica a la que dejaste atrás para protegerla de este mundo? – consternado, me miró con una enorme lástima en los ojos de la que yo me percaté al mirarlo por el rabillo del ojo. Suspiró. – Pues vaya pieza.
-          Ha cambiado en estos cuatro años. Ya no es la misma chica. Pero… sigue siendo ella, en el fondo. Y yo sigo amándola. – Susurré las últimas palabras, sintiendo que me desgarraba por dentro al pronunciarlas. – Por eso no puedo aceptar la misión. ¿Cómo podría matarla?
-          Pero sabes que mandaron a otro. Y ese sí estará dispuesto a matarlo.
Apreté la mandíbula al imaginar solo por instante a Annalysse gritando de dolor mientras una sombra sin rostro, grande, armada con un enorme cuchillo, la apuñalaba una y otra vez, mientras la sangre manchaba todo a su alrededor y ella moría poco a poco. Sus profundos ojos azules apagándose poco a poco, su respiración deteniéndose. Su mirada acusándome.
-          No lo permitiré. No dejaré que nadie le haga daño.
-          Entonces, estarás traicionando a tu propia organización. Te matarán por eso. – Me advirtió Strike. En su voz no había amenazado, era solo la constatación de un hecho, pero yo ya sabía lo que él me estaba diciendo. Y había aceptado mi destino.
-          Si la mataran a ella, también me estarían matando a mí, así que, ¿cuál es la diferencia?
Abandonando a Strike en el salón, me dirigí a la puerta sin despedirme ni esperar a que él lo hiciera. No me interesaba realmente. Necesitaba subirme a mi moto y dejar atrás todos los pensamientos que restallaban en mi cabeza, los gritos de angustia que emergían desde mi interior y buscaban la salida por mis labios, pero estos permanecían sellados. Hacía demasiado tiempo que no lloraba como para empezar ahora. Necesitaba correr por la carretera e intentar dejar atrás los problemas, como hacía siempre.
Pero el problema es que, donde quiera que vayas, allí estarás.
Nunca había entendido esa frase, pero en ese instante supe con claridad a qué se refería.

Da igual cuánto corras, da igual dónde te escondas, porque no puedes escapar de ti mismo. La mierda que llevaba dentro estaría siempre conmigo y los problemas no desaparecerían por muchos kilómetros que dejara atrás bajo mis ruedas. Pero intentarlo, al menos, suponía un cierto alivio.

1 comentario:

  1. "Si la mataran a ella, también me estarían matando a mí, así que, ¿cuál es la diferencia?" nunca pensé que diría esto, pero, Jack es todo un amor <3 Pues menudo lío ahora, si Myst no muere lo hará Jack, que es como si ella muriera, y si Myst muere, Sam también lo hará, y si Sam muere, morirá el hombre lobo, y si todos mueren, fin de la historia.¿Cómo lo solucionarás? Bueno, Jack puede convertirse en el guardaespaldas secreto de Myst para salvarla de cualquier enemigo a la vez que huye de su organización.

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