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sábado, 28 de septiembre de 2013

Mitigar la soledad a base de sentirte a ti.

17/Noviembre

William Woods 



El mundo se tambaleaba ligeramente mientras caminaba, señal inequívoca de que había bebido un poco más de la cuenta. Aquella noche había decidido que ya estaba harto de quedarme encerrado entre las cuatro paredes mi piso, esperando que ella apareciera como por arte de magia en mi vida, una llamada, un mensaje o su sonrisa delante de mi puerta. Pero habían pasado cuatro largos días desde nuestro beso y seguía sin tener ni idea de dónde estaba o qué pensaba acerca de lo que había pasado entre nosotros. No sabía si quería seguir o mandarlo todo a la mierda y eso en cierto modo me asustaba, porque cada vez que estaba cerca de Myst yo sabía con certeza que quería continuar con lo que fuera que estábamos compartiendo, aunque eso no llevase cuesta abajo y sin frenos hasta el fin del mundo.
Y cuando el reloj había marcado aquella tarde las nueve y ella aún no daba señales de vida, decidí coger las llaves, todo el dinero que pudiera reunir y emborracharme hasta que la línea entre la realidad y los sueños se difuminara ligeramente, el punto exacto donde olvidar que mi carrera estaba estancada, con tendencia a empeorar, porque el psicólogo no consideraba que ya estuviera lo suficiente recuperado para volver al trabajo. Y que la chica por la que había dejado todo eso atrás, la chica que me había arruinado y al mismo tiempo salvado de la monotonía de una vida tediosa, huía de mí cada vez que me permitía avanzar un paso hacia ella. Era como jugar al ratón, siempre persiguiéndola sin ser capaz de atraparla, porque ella tenía una capacidad especialmente buena para escapar de mí. Al fin y al cabo, nada podía detener al humo que se deshace entre tus dedos, a la nada no sólida ni líquida en la que se transformaba.
La única forma de estar con ella era que la propia Myst decidiera que eso era lo que quería y no sintiera la necesidad de salir corriendo cuando la mirara, la tocara o la besara, pero estaba tan rota que no podía estar seguro de si ese momento llegaría algún día. No sabía que había pasado en su vida antes de conocerla, pero estaba seguro de que cosas terribles le habían tenido que suceder para que llegara a ser como era ahora: escondida tras su muralla de cristal, manteniendo a cualquier persona que no fuera su compañera de piso y de armas alejada, portando una máscara inhumana a donde quiera que fuera. A veces, estando junto a ella y viendo la inmensa tristeza y desesperación que asomaban a sus pupilas de vez en cuando, podía contener a duras penas el impulso de abrazarla, de sostenerla muy, muy fuerte entre mis brazos y prometerle que todo iría bien, que todo mejoraría tarde o temprano. Que la esperanza nunca debe perderse. Que lograría recomponerse.
Pero nunca lo hacía. Porque estaba seguro de que muchos antes le habían hecho las mismas promesas, la habían estrechado en sus brazos, la habían mirado a los ojos y le habían mentido. Ella jamás me creería si le dijera tal cosa y probablemente eso sería lo más acertado, porque, al fin y al cabo, yo no tenía modo alguno de cumplir esas promesas, sino a base de fuerza de voluntad, y eso no  bastaba. No tenía una superhabilidad supra que me permitiera cuidar de ella y asegurarme que nadie volviera a hacerle de nuevo tantísimo daño.
La verdad es que beberve tampoco me había ayudado lo más mínimo. Solo me había gastado quince dólares en whisky barato y cerveza para mirar hacia la pared de madera y pensar en lo mismo que me llevaba planteando desde que la conocí en la comisaría. Cuánto había cambiado todo desde el momento en el que la vi, con la sudadera que le quedaba demasiado grande, la sangre manchando su piel, tan pálida que podías seguir con los dedos el trazado de sus venas, y sus enormes ojos llenos de miedo.
Cómo la había odiado aquel primer día, cuando se rio de mí, me clavó las uñas en el brazo y me confesó su crimen antes de largarse impune de allí. Y había jurado vengarme por encima de todo lo demás, aunque se me fuera la vida en ello.
Y ahora el mundo había dado una vuelta de 180 grados y yo estaba boca abajo tratando de encontrarle sentido.
Con un suspiro, saqué las llaves del bolsillo y conseguí meterlas en la cerradura a la primera.
A pesar de que en la absoluta oscuridad de mi piso no podía distinguir nada, ni siquiera las siluetas de los muebles que sabía que estaban allí, supe de inmediato que algo no estaba bien, que sucedía algo fuera de lo normal. Era mi instinto de policía que entraba en acción, pues no en pocas ocasiones había tenido que agudizarlo para tener una ligera idea de qué me esperaba detrás de una puerta cerrada: pistolas, bombas, asesinos.
Me llevé la mano al sitio donde solía llevar la pistola cuando aun formaba parte del cuerpo de policía oficialmente, pero esta vez solo encontré el hueco vacío en el que no estaba mi cartuchera, mientras con la otra mano accionaba el interruptor de la luz.
En el salón que se encontraba ante mis ojos, rodeada de mis cosas familiares, tales como la televisión que tenía algunos años de más, las fotografías de mis padres, una gorra de mi equipo de fútbol preferido y el resto de todo lo que había acumulado como objetos decorativos desde que me había mudado al piso dos años atrás, se encontraba Myst. Estaba sentada en la vieja butaca que había sido la favorita de mi padre y que él me había regalado cuando me independicé, un recuerdo de mi hogar. Tenía las piernas dobladas, pegadas al pecho y las rodeaba con los brazos, adoptando una posición semi-fetal, solo que apoyaba la barbilla sobre las rodillas en lugar de esconderla tras ellas. Nunca la había visto así. Tenía los ojos rojos de llorar, el pelo enredado le caía suelto por la espalda y los hombros, y el maquillaje se le había corrido en forma de lágrimas negras sobre las mejillas. Parecía tan perdida como la primera vez que la vi, solo que ahora no fingía, como denotaba la forma en la que le temblaban ligeramente los labios y lo blanco que tenía los nudillos de apretar los puños.
Levantó la cabeza hacía mí cuando la luz la cegó por un instante y parpadeó lentamente, como si ella fuera la sorprendida de que yo apareciera por allí, cuando en realidad debía ser yo el que lo estuviera.
Olvidando todo lo demás, me acerqué corriendo hacia ella y me acuclillé delante del sofá. Solo entonces me di cuenta de que sobre su piel había manchas rojas… y sobre su ropa y su pelo. Sangre, sangre por todas partes. El pánico me invadió hasta dejarme casi sin respiración. Ella parecía incapaz de decir una sola palabra, con sus ojos abiertos de par en par en pleno shock.
-          Myst – la llamé. Coloqué mis manos sobre sus mejillas, que estaban gélidas al tacto, como si su piel hubiera perdido todo el calor. – Myst, ¿estás herida? – Ninguna respuesta, ni un solo movimiento. Me recorrió un escalofrío al darme cuenta de lo similar que era eso a nuestro primer encuentro. – Respóndeme, por favor – mi voz se quebró de preocupación.
Muy lentamente, postergando mi sufrimiento, ella negó con la cabeza lentamente. Inspiró y me miró, y en sus ojos vi toda la agonía que ya sabía que estaba sintiendo.
-          No… no sabía a donde ir. No quería estar sola, William. No esta noche. No sabía a donde ir – repitió. Comenzó a tiritar ligeramente contra mis manos. Sin pararme a pensarlo ni por un segundo, la rodeé con los brazos y la estreché contra mí, en un intento de transmitirle la fuerza y energía que parecían haberse evaporado de ella.
Nos quedamos así por un instante que se dilató hasta que no supe cuánto llevábamos unidos, con mis brazos sosteniéndola para evitar que su mundo la derrumbase. Y entonces, sus pequeñas manos se aferraron a la parte baja de la chaqueta que no me había dado tiempo a quitarme cuando entré, y sumergió su rostro en el hueco de mi cuello. Sentí la humedad cálida de sus lágrimas al colarse por debajo de mi ropa e impactar con mi piel. Su cuerpo temblaba con cada sollozo contenido, apenas musitado contra mi hombro. Yo no dejaba de susurrar palabras, todas ellas incoherentes, frases sin sentido que ella no escuchaba, pero que yo no cesaba de pronunciar porque sabía que, a veces, solo con oír la voz de otro ser humano era suficiente para aliviar parte del dolor que nos asolaba.
En ese momento, por encima de cualquier otro, incluso de la noche en el columpio, me di cuenta de lo sola que estaba Myst en realidad.
No sabía a donde ir. No quería estar sola. Había dicho ella. ¿Cómo de sola podía estar una persona cuando su única opción era la persona que llevaba más de dos semanas evitando? ¿Cómo de desesperada por tener alguien que la consolara que había acabada colándose en mi casa y esperándome en la oscuridad, con toda la angustia que apenas podía soportar?
La apreté con más fuerza y besé con suavidad sus cabellos enredados.
Cuando al fin desahogó todas sus lágrimas, la solté y ella se quedó ahí, sentada, perdida.
-          ¿Qué ha pasado? – me atreví a preguntar mientras le acariciaba con delicadeza la cara.
Después de una pausa que se me hizo eterna, Myst bajó la vista al suelo.
-          Hoy… Sam… y yo…  - se le atragantaron las palabras y los ojos volvieron a ponérsele acuosos. – Le han… disparado a Sam…
-          ¿Qué?
-          Una bala en el pecho. Le ha atravesado el esternón. Y tengo tanto miedo, William. No puede morirse, ella no. Es todo lo que me queda, la única familia que no me ha abandonado aún – su voz temblaba cada vez más hasta que ya no pudo seguir hablando.
Agarré sus manos y ella me miró, el terror reflejado en todos sus gestos.
-          Sobrevivirá.
-          ¿Cómo lo sabes? ¿¡Cómo?! – sus ojos brillaron, llenos de una furia repentina que revelaba lo harta que estaba Myst de promesas falsas, de mentiras, de la vida, tan puta y cruel como siempre.
-          Porque dudo mucho que Sam te abandonara. Creo que esa chica hará lo imposible por seguir aquí y cuidar de ti. Y porque si tú de verdad creyeras que va a morirse, no estarías ahora mismo aquí, conmigo, si no con ella. De algún modo, en el fondo, sabes que va a sobrevivir. – Enarqué ambas cejas, retándola a negar ese razonamiento. Ella levantó la barbilla, su orgullo habitual volviendo a su lugar, y apretó los labios.
-          ¿Y qué pasa si solo soy una estúpida? – Escondió el rostro en las manos y gimió. - ¿Qué he hecho, dios mío? La he dejado sola con ese lobo. Realmente soy estúpida.
-          Vale, ahora sí que me he perdido – puntualicé. ¿Qué tenía que ver un lobo en esto? Cada vez que Myst hablaba me descolocaba más y más y precisamente esta noche parecía haber buscado las frases más confusas para dejarme en un estado permanente de duda.
Sacudió la cabeza y bajó las manos. Parte de la sangre que había en su rostro quedó impregnada en sus palmas, tornando estas más rojas que antes.
-          Nada, olvídalo. – Desvió la vista de mi rostro para evitar responder a las preguntas que afloraban en él.
Por esta noche, decidí que fuera ella la que eligiera, libremente, qué contarme, qué explicaciones darme de todo lo que pasaba. Y si solo quería quedar ahí, sentada en mi sofá y llorar mientras utilizaba mi cuerpo como soporte mediante el que anclarse al mundo real, que así fuera. Había pasado cada segundo desde que la conocí tratando de encontrar respuestas y solo había conseguido más y más preguntas, pero había llegado a un punto en que todas esas dudas eran parte del misterio que rodeaba a Myst y que me atraía sin remedio. Quería conocer todos sus secretos, sus recovecos, el pasado y el futuro, pero quería hacerlo poco a poco, desenvolviendo cada historia de una en una, no con la avidez con la que había tratado de extraerle la información antes.
Probablemente fue en ese momento cuando descarté por completo la idea de mi venganza a cualquier nivel. Desde hacía tiempo, desde que la química primitiva que existía entre nosotros había mutado hasta convertirse en esa extraña conexión que me impelía a estar con ella, había ido olvidando poco a poco mi propósito inicial, pero en ese preciso momento, toda idea de vengarme por lo que me había hecho desapareció para siempre. Ahora tenía claro que jamás podría hacerle eso a ella, porque no lo merecía, por mucho daño que me hubiera hecho.
Hundí mis dedos en el cabello de Myst. Normalmente soy ser liso, pero esa noche estaba tan enredado que parecía rizado.
-          ¿Qué te has hecho en el pelo? ¿Es una nueva moda o algo así? – le pregunté con sorna.
Sus labios se curvaron un poco hacia arriba, lo que aligero el peso que me aplastaba el corazón por verla tan disgustada. Pero la alegría no llegó del todo a sus ojos.
-          No. Ha sido la maldita peluca – señaló un montón de pelo rubio que estaba tirado en el suelo a su lado. – Odio ponerme peluca.
-          Creo que prefiero no saber qué has estado haciendo esta noche – admití, negando con la cabeza. Un disparo, cantidades industriales de sangre, ropa provocativa, maquillaje y una peluca. Un conjunto del que no podía salir nada bueno.
Apoyó su frente en mi hombro y suspiró.
-          Ni siquiera a mí me gusta saber qué he estado haciendo esta noche – replicó; su voz de repente sonaba terriblemente cansada. Una persona que solo hubiera visto la profundidad de sus ojos azules y oído su voz habría pensado que Myst era mucho de los veintipocos años que en realidad tenía. A pesar de que aún conservaba físicamente incluso un toque adolescente, muy juvenil, estaba claro que los sucesos de su vida la habían hecho madurar mucho más deprisa de lo que lo había hecho su cuerpo.
De repente, Myst levantó los ojos y los clavó en los míos. Justo en ese instante, me di cuenta de lo cerca que ella estaba de mí alrededor, sus labios tan solo a unos centímetros de mi rostro, su aliento calentándome el cuello, su pelo haciéndome cosquillas allí donde chocaba con mi piel. Su olor me envolvía por completo, el regusto óxido de la sangre mezclado con su aroma femenino natural.
De algún modo, a pesar de todo lo que estaba pasando en nuestras vidas en ese instante, la química resurgió. A pesar de que a Sam le hubiera atravesado el pecho una bala, de que ella llevara ropa de prostituta, de que yo siguiera sin trabajo por su culpa y de que se hubiera colado en mi piso (un tercero) en mitad de la noche. Pero todo se evaporó como si en el mundo solo estuviéramos ella y yo y el resto, las cosas horribles del día a día, los problemas, las preocupaciones, todo hubiera desaparecido sin más.
Ella se humedeció los labios sin despegar su mirada de la mía y yo me tensé, porque sabía dónde acabaríamos si seguía por ese camino. Pero antes de que tuviera tiempo de alejarme, ella me agarró por los bordes de la chaqueta y me atrajo hacia su cuerpo.
El beso era mejor de lo que recordaba. Sus labios se amoldaban a los míos perfectamente, tan suaves. Desde que su boca hizo contacto con la mía, olvidé todas las objeciones a ese beso, olvidé hasta mi nombre, porque nada importaba, solo la forma en la que Myst me apretaba contra ella, sus ojos cerrados (sus pestañas me acariciaban las mejillas) y el gemido agudo que dejó escapar cuando la agarré por la cintura.
Sus lágrimas saladas se mezclaron con el sabor de sus labios cuando llegaron hasta nuestras bocas. Me separé de ella de golpe. Me miraba con los ojos abiertos de par en par, sus mejillas surcadas de nuevo por las lágrimas, su respiración jadeante, igual que la mía. Parecía indefensa, pero sabía que solo era una apariencia. En realidad, era un verdadero peligro, sobre todo para mi salud. Estaba seguro de que si seguía por ese camino, acabaría completamente loco. Y parte de mí estaba deseándolo.
-          Myst, no – susurré. Quería estar con ella, no había nada que quisiera más en el mundo que eso, pero no podía hacerlo cuando ella parecía estar descomponiéndose poco a poco antes mis ojos, perdiéndose a sí misma. No podía hacerlo si era solo una herramienta con la que luego castigarse para sentirse peor.
-          Por favor – musitó ella con un hilo de voz. Cerró los ojos un segundo y más lágrimas se escurrieron por su cara. – Lo necesito.
-          No así, no quiero que sea así entre nosotros.
Ella se dejó caer de rodillas frente a mí, recuperando nuestra diferencia de estatura habitual. Levantó la cabeza para trabar su mirada con la mía.
-          Soy como un huracán, ¿sabes? Destruyo todo a mi paso. Y Sam… ella es lo único que me queda, ¿entiendes? He perdido a mi familia y hace tiempo que no tengo más amigos que ella. Y hoy he estado a punto de perderla. Quizá ahora mismo esté muerta y yo ni siquiera lo sepa. – Su voz se quebró al decirlo. - Me siento tan sola, William. – Levantó la mano para depositarla sobre mi mejilla, donde sus dedos rozaron la barba que no me había afeitado en dos días. – Y ahora mismo, sobre ninguna otra cosa, te necesito a ti. Necesito que me beses por todas partes y sentir tu piel contra la mía para hacerme sentir que, por una vez, no estoy destruyendo algo que quiero. Que, aunque solo sea esta noche, no estoy sola.
Entendía con claridad lo que Myst me estaba pidiendo. Ella quería que la ayudase a olvidar que su compañera de piso, su mejor amiga, se estaba muriendo, recurriendo para ello a una forma que le permitiera escapar por completo de la realidad, que la envolviese totalmente y la alejara del mundo. Solo quería huir del dolor y me necesitaba para ello, porque no sabía cómo hacerlo sola, no podía hacerlo sola, ni quería.
Sentí que parte de mí se rompía por su petición. El sexo no era la parte que me estaba pidiendo realmente. Lo que ella necesitaba más que nada era sentir la conexión con otra persona, algo que aliviara el vacío de su alma.
Sabía cómo se sentía, porque yo también lo había experimentado alguna que otra vez. Pero, al menos, yo tenía a mis padres, a mi compañero en el trabajo, a los chicos con los que quedaba de vez en cuando para tomarnos unas copas y despotricar sobre las mujeres y sobre el fútbol. Ella solo tenía a Sam y esa noche podía ser la última.
Así que, a cambio, me tendría a mí.
Coloqué ambas manos en su nuca, con su pelo entrelazándose entre mis dedos, y la atraje hacia mí. Paladeé la desesperación en sus labios, el deseo puro de estar más cerca el uno del otro que explotaba entre nosotros, la tensión que crecía y crecía a medida que nuestros cuerpos colisionaban.
Sus manos se habían anclado en mis hombros, apretándome contra ella. Lentamente, se recostó en el suelo, obligándome a bajar con ella.
-          ¿Aquí? – apenas pude pronunciar, aun sin despegarme de sus labios.

Ella me respondió con su simple asentimiento, llevada por la necesidad de estar juntos lo antes posible, como fuera, donde fuera. Justo la misma necesidad que yo sentía crecer y crecer, hasta devastarlo todo a su paso. 

4 comentarios:

  1. No sabía que había pasado en su vida (diría que le falta la tilde a ´que porque está cuestionando) . No tengo ni idea de lo que es "beberve" || si no con ella (no va junto sino en este caso?)
    Maldita seas, he tenido que contener las lágrimas como si no hubiera mañana en un par de ocasiones.Y es verdad que se me escapó una cuando Will encontró a Myst y cuando Myst le contó lo de Sam. Se me acaba de ocurrir que el que muera (que me dijiste que al final del 1er libro moría uno) sea William tratando de proteger de la muerte a Myst. Me lo podía callar esto último, pero¿y si de verdad tenias eso pensado? No me convence , muy típico y de Hollywood, así que llámame egoísta porque ahora se que no pasará porque "ya lo sé" D:
    ¡CÓMO TE ATEVES A CORTAR EL ROLLO ASÍ!!! Ò_Ó: - Myst, no . Maldita sea. todos lo estábamos deseando y vas, y el detective no quiere.O sea, sí quiere pero no puede e_e Me alegro que después cediera, pero si no lo hubiera hecho me indigno!
    Tengo miedo realmente de que ambos descarrilen. Y de Jack, porque él está por ahí dispuesto a conseguir a Myst otra vez. Y una parte de ella también lo quiere. Pero lo que más miedo me da es que, según describes, el amor de ellos es sólo química (sí, el amor son reacciones químicas) pero no lo describes como el gran amor de Jack y Myst. El del detective me da la sensación de que es amor carnal. Nada más, no sentimientos. Y eso es lo que me da miedo, que no es un amor real como el que una vez hubo entre Jack y Myst. No sé sí estaré equivocada, pero esas son las conclusiones que saco. Te lo digo porque quizás es justo lo contrario lo que quieres transmitir y para que tengas en cuanta cómo lo ve el lector.
    Ah, y no sé, me gustaría que Myst se sincerara ya. Que le contara todo, que confíe en él, que no tenga miedo de contarle todos los secretos.

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    1. No te voy a decir quién muere ni cómo, cuándo llegue el momento y lo leas podrás decirme qué te parece y debatiremos si cambiarla o no, pero de momento mis labios están sellados (y mis dedos, claro). Pero ten en cuenta que mi opinión como autora siempre prevalecerá y acabaré haciendo lo que crea que realmente debe pasar, aunque me encanta saber qué te parece a ti y lo sabes.
      El detective le dice que no porque no quiere que su primera vez juntos sea así, sexo solo porque Myst quiere hacerse daño a sí misma. Él creía que era solo una forma para autolesionarse porque Myst se sentía culpable por lo que le había pasado a Sam y por eso no quiere estar con ella, porque él desea que lo que pasa entre ellos sea especial para ambos, pero cuando se da cuenta de por qué quiere estar ella con él, accede, porque comprende que no para incrementar su culpa, sino para aliviar el dolor de su corazón. Y sí, ahora mismo entre ellos solo ha habido química. Es a partir de ahora, cuando de verdad se están exponiendo mutuamente, cuando puede empezar a surgir algo más entre ellos, porque para que surja el amor no basta con atracción. Primero tenían que conocerse mutuamente y realmente solo hace un mes que se conocieron y gran parte de ese tiempo lo han pasado jugando al ratón y al gato, él tratando de pillarla y ella saliéndose con la suya mientras jugaba con él. Pero, en cambio, ahora el detective ya no siente el deseo de vengarse de ellos, lo que quiere decir que sus sentimientos se están imponiendo a la lógica, porque cuando te enamoras de alguien quieres cuidar de esa persona y asegurarte que no sufra más y el trata de protegerla, a pesar de saber que el mundo de Myst lo sobrepasa (y aún así, si te fijas, él siempre ha estado allí en los momentos importantes durante el último mes, con ella). Obviamente la relación que hay entre Myst y William no puede compararse con el gran amor de Jack y ella, pero ¿cómo podría hacerlo? Apenas se conocen en realidad. Es ahora cuando la relación está avanzando de verdad, desde el momento en el que él la besó y lo que pasó en este capítulo. Y quizá llegue a convertirse en ese gran amor o quizá no.
      Myst no puede confiar en él del todo porque supondría una enorme confianza y, como ya te puse arriba, están iniciando la confianza el uno en el otro. Además, ella tiene miedo de que, si le cuenta todo, no solo se pone en peligro a ella, sino también a Sam, y eso es algo que no puede permitir, porque que le pasara algo a Sam por su culpa la mataría.
      Respecto a tu p.D., te recuerdo que el capítulo cuenta lo que el detective cree, que no es la verdad absoluta. Al fin y al cabo, ella podría haber recurrido a Jack (aunque le odia, pero cómo tu misma has puesto, sigue sintiendo algo por él. Él sí sería la última opción) o simplemente irse a beber a un bar o lo que sea. Pero no, va a su casa, porque eso es lo que su corazón quiere hacer. Pero eso el detective no lo sabe, claro. Y el aprecio aumentará según avancen las cosas entre ellos (si pasa eso, claro, que al fin y al cabo Myst podría despertarse por la mañana y decirle que no quiere volver a saber nada de él).

      Espero haber resuelto algunas de tus dudas. Es un mensaje extenso porque me ha parecido que no lo veías todo como yo lo hacía (probablemente porque, al ser yo la que escribo la historia, soy la que conozco todos los detalles). Ahora, así explicado, ¿ves las cosas de mi manera o siguen permaneciendo algunos de tus miedos? Porque, de ser así, entonces sí me plantearía un cambio en el capítulo para mostrar mejor lo que intento que el lector comprenda. Como siempre, muchísimas gracias por leerme y mil millones de gracias por tus comentarios.
      Intentaré escribir aunque sea una vez por semana, pero últimamente ando siempre cansada, por todo el estrés de la Universidad, el cambio de horario, las prisas, el dolor de cabeza que me da la guagua... Ojalá me acostumbre pronto y pueda volver a subir entrada semanal, pero no puedo prometerte nada :( Ah, sí, y a ver si quedamos pronto :) ♥

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    2. Bien, pues para entendernos a partir de ahora, cuando me refiera al amor entre detective y Myst lo llamamos química sin algo más, para no estar yo intentando explicar lo que hay entre ellos. Qué te voy a decir, este comentario me ha dado un sopapo de realidad con lo de Will x Myst. No había caído en muchas de las cosas que me has dicho ahora.
      Yo creo que Myst (si el detective no existiera) nunca hubiera acudido a Jack después de lo de Sam y eso. Y gracias, ya entendí por qué dijo William que no; si yo fuera él también lo hubiera dicho.
      Ahora tengo más miedo de lo que pasará entre will y myst debido a la cascada esta de realidad de que es verdad (no me había dado cuenta) de que no se conocen de nada.Lo idealicé demasiado :( Me emocioné mucho. Francamente ahora me parece mucho más difícil que acaben juntos (muy a mi pesar) porque construir una relación que pueda situarse al mismo nivel que la de Jack...Teniendo en cuenta además que Jack rondará por ahí para conseguir a Myst.
      Yo creo que para dejar más claro lo de que Will no es la última opción dedicaría un párrafo cortito a los pensamientos del detective de que por qué Myst viene a él y no se va a emborrachar y bla bla bla.
      Tu deberás de perder 3-4 horas al día en guaguas/viaje uni-casa así que te comprendo y no te tienes que esforzar mucho, tan sólo escribe cuando realmente quieras, sin presiones (pero sin abandonar el blog D:) Y no puedo parar de pensar cómo se pondrá Jack cuando descubra la relación de Myst con otro :| Como yo con el dkghalk ##@!!# de Thunder con la gran Salamandra.

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  2. PD. me parece muy bonito eso de que acuda a él. Pero cuando el detective se da cuenta de que va a él porque no tiene a nadie más me parece muy triste. Me parecería más correcto que mostrara más interés en el no sólo cuando necesita a alguien. Que sí, que es bonito porque demostró que realmente le importa y que de un modo u otro confía en él, que le quiere. Pero lo que quiero decir es que me gustaría que no sólo cuente con él cuando sea su última opción. No digo que no me gustara que acudiera a él, eso me encantó, lo que digo es que demuestre más aprecio a lo largo de la historia.

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