(Si acabas de llegar, debes saber que la historia sigue un orden. Empieza por la primera entrada subida y vete avanzando hasta la más reciente, o te perderás la magia de la historia).


miércoles, 14 de agosto de 2013

A veces, necesitamos un cambio de rumbo para seguir adelante.


16/Noviembre

Clark Dawson (Flames) 



 El silencio se había instalado en el piso desde que Jack se había marchado e incluso un poco antes de que agarrara su maleta (demasiado pequeña para un viaje tan largo) y se despidiera de mí. Y cuando salió por la puerta, mi silencio solo se vio interrumpido por un apenas audible adiós que no podía estar seguro de que él hubiera escuchado.
Desde que Jack se había reencontrado con Myst diez días atrás, se había instalado entre nosotros una extraña incomodidad que nunca antes había estado ahí y con ella acabó llegando el inevitable silencio de los momentos en los que no sabes qué decir.
Por primera vez, la marcha de Jack supuso un leve alivio. Había aceptado esa misión en El Cairo que llevaba preparando con mi ayuda desde hacía un par de semanas y al fin había tomado el vuelo que lo llevaría a Egipto. No tardaría mucho en volver, dos o tres días como máximo. Era un trabajo sencillo: encontrar a un tipo y deshacerse de él, un traficante que se estaba pasando de listo y estaba ocupando más terreno del que le correspondía con sus trapicheos, hasta que terminó consumiendo la paciencia de sus enemigos, que se unieron para pagar los servicios del mejor asesino a sueldo que pudieron encontrar. Mi hermano.
Antes de irse, Jack lo había dejado todo preparado para que no me faltara de nada mientras él hacía su trabajo. Había dejado comida en la nevera, ropa limpia para un mes, la línea telefónica y la televisión por cable pagada y una nota con algunos números que podía utilizar en cualquier ocasión en la que me viera en apuros, recurriendo a algunos de sus “amigos” (entendiendo como tal otros miembros de la organización que le debían algún que otro favor y a los que no les costaría nada proteger a su hermano pequeño si les daba un toque por teléfono).
Lo cierto es que apenas habíamos intercambiado más de unas pocas palabras diarias desde que el pasado y el presento colisionaron. Jack pareció continuamente descentrado, perdido en sus pensamientos, seguramente con alguna preocupación dando vueltas en su cabeza. Y suponía, por la forma en la que fruncía el ceño y ponía muecas de dolor de cuando en cuando, que esa preocupación estaba encarnada en una chica preciosa de cabello oscuro y ojos terriblemente azules que había jurado matarlo si volvía a verlo. Porque, después de todo lo que había pasado entre ellos, era imposible negar que mi hermano seguía amándola tanto como el primer día.
Durante los últimos cuatro años, desde que él la abandonó para protegerla y tuvimos que marcharnos a otra ciudad, había visto poco a poco cómo mi hermano se recuperaba. Intuía que nunca se despegaría del todo de Annalysse, porque ella era una parte demasiado importante de su vida, pero pensaba que quizá pudiera superarlo con el tiempo, siempre y cuando él mismo se diera la oportunidad de hacerlo. Algún día, incluso, podría llegar a enamorarse de otra chica a la que no tuviera que partirle el corazón para evitar que acabara muerta.
Pero todas esas esperanzas se habían evaporado en el momento en el que Jack volvió a verla. En ese momento, aquella noche, yo había mirado a Jack mientras él miraba a Annalysse. Su expresión había sido inconfundible: nostalgia, cariño, amor. Y luego el dolor de haberla perdida, de forma inexorable y letal.
Y, después de eso, ella le había mostrado cuánto había cambiado, quién era ahora, y el sufrimiento de Jack solo había hecho más que aumentar, porque ahora ya ni siquiera era capaz de reconocer en ella a la chica a la que había amado, a la que jamás podría olvidarlo. Y ahora… ahora quizá esa chica no existía, engullida por la dura personalidad de Myst, forjada a fuego lento por todas las pérdidas de su vida, por todas las lágrimas derramadas y la venganza que había prometido llevar a cabo por su hermana muerto. En esos cuatro años, una parte de ella, la inocente e ingenua, había muerto para que pudiera nacer la parte letal que la había convertido en uno de los miembros más potencialmente peligrosos de Tánatos.
Eso era lo que había intentado evitar, por eso no quería que ellos volvieran a encontrarse en estas condiciones. Me preocupé tanto por los sentimientos de Jack que no me di cuenta de que yo también iba a salir malparado de esta maldita situación.
Oír a Jack decir que había entrado en la organización por mí, porque era la única forma de cuidarme, había sido como un puñetazo en el estómago. Lo cierto es que nunca me lo había planteado de esa manera. Siempre había pensado que lo había hecho más por sí mismo que por nadie más, pero ahora me daba cuenta de que lo único que pretendía era asegurarme un futuro mejor y evitar que me separaran de él como hubieran hecho los servicios sociales. Antes de morir mi padre, Jack le había prometido que el día que ni él ni mamá estuvieran, él se encargaría de mí y no dejaría que nunca me pasara nada ni sufriera ningún daño.
Y a eso había dedicado los últimos diez de nuestras vidas. Joder, incluso había dejado a Myst por la puta Skótadi, porque ese era nuestro medio de seguir ganando dinero, de seguir a flote.
Todo había sido mi culpa, al fin y al cabo. Desde pequeños, yo era más débil que él, más pequeño, y por eso todo el mundo me había protegido. En vez de enseñarme a defenderme, me habían apartado de los peligros para que no me pasara nada. No me habían dejado caer para que supiera como levantarme solo. Jack siempre había sido sobreprotector conmigo hasta el extremo y, aunque comprendía por qué (era la única cosa importante que quedaba en su vida, su única familia), con ello solo había logrado que yo fuera menos capaz de defenderme solo y dependiera de todos los demás. Ni siquiera había llegado a desarrollar por completo mi habilidad Supra, porque me pasaba encerrado en casa detrás de la pantalla del ordenador todo el tiempo. Sin un mechero que creara el fuego por mí, no podía hacer más que quedarme quieto y rezar para que alguien me salvara el culo, como había pasado la noche en la que nos habían secuestrado a Nox y a mí.
Lo único que sabía hacer que valía la pena era investigar, descubrir todo lo que un ordenador pudiera contarme. La información es una fuente de poder, sí, pero en la vida real, cuando estás en la calle con el agua al cuello, de poco sirve saber los trapos sucios de los demás y mucho menos cuando todos saben utilizar un arma menos tú. O cuando todos  son un arma, en sí mismos, capaces de matar solo con sus cuerpos.
Mientras Jack había pasado los últimos días cavilando sobre qué hacer respecto a sus sentimientos encontrados por Myst (y, sobre todo, respecto a la misión que le habían encomendado de eliminarla), yo también había estado replanteándome mi forma de ver las cosas y de afrontar mis problemas. Lo cierto es que ya estaba harto de dejar que mi hermano mayor se ocupara de todo, mientras yo me escondía tras él. Eso estuvo viendo cuando éramos niños, pero ahora habíamos crecido y los dos éramos Supras.
Por ello, había tomado la decisión de empezar a entrenarme.
Tras pensarlo seriamente, había decidido pedirle a Jack que me entrenara, porque no conocía a ninguna otra persona que pudiera hacerlo mejor que él. El problema residía en que sabía de antemano que él no iba a aceptar, porque seguía empecinado en impedir que tuviera contacto con cualquier peligro de la vida real. Pero mi decisión estaba tomada, así que si no lograba convencerlo, buscaría otra forma de aprender.
Estaba tirado en el sofá, planteándome la mejor forma de comunicarle mi decisión con seguridad, cuando el teléfono comenzó a sonar. Me quedé quieto y decidí ignorarlo, porque, en realidad, cierta parte de mí también estaba ligeramente molesta por la manera en la que Jack me había tratado durante todo aquel tiempo. Ya yo no era un niño pequeño. No tenía que utilizarme como excusa para huir de sus problemas.
El teléfono sonó cinco veces antes de que saltara el contestador.
“¿Clark? – preguntó la voz preocupada de mi hermano. – Supongo que estarás en tu habitación con los auriculares o en la ducha y que por eso no has respondido. La misión se ha alargado un poco más, me quedaré aquí hasta el 19. Por favor, cuídate mientras no estoy. – Hizo una leve pausa y a continuación su voz sonó más dura. – Si no recibo una llamada tuya en menos de dos horas, mandaré a alguien para controlarte. Adiós, hermano”.
El piiii final siguió a sus palabras.
Me quedé tumbado un poco más en el sillón, sin mover ni un músculo. Suspiré. Sabía que más pronto que tarde tendría que hablar con Jack, a menos que quisiera que viniera desde El Cairo solo para pegarme una patada en el culo por no cogerle el teléfono.

1 comentario:

  1. Errores: el pasado y el presento || dolor de haberla perdida || a la que jamás podría olvidarlo(diría que sobra el "lo") ||
    Jack tiene que dejar comida y todo en la nevera, ropa LIMPIA (porque el pobre no sabe lavar)...¿Pero qué clase de grandísimo inútil es Clark!? ¿Cuántos años tiene?¿7 tal vez?
    Lo bueno de esta entrada es que Clark relata cosas que han pasado y que ha visto. Es decir, no habla de él y te cuenta un capítulo de su inútil vida.
    "Todo había sido mi culpa, al fin y al cabo" Por fin se da cuenta de que es un estorbo.
    Francamente no me gustaría que este personaje pasara de patético a súper fuerte mira como los mato a todos.
    Este hombre me desespera. Y realmente creo que solo está en la historia para que sea el típico personaje al que todos odian: el que toda historia tiene.

    ResponderEliminar