13/Noviembre
Annalysse Tyler (Myst)
Llevaba un rato tirada en la cama con la mirada
clavada en el techo y la cabeza dándome vueltas a toda velocidad cuando oí una
llave metiéndose en la cerradura y el ruido inequívoco de la puerta abriéndose
y cerrándose apenas unos segundos.
Con los ojos cerrados y un suspiro suspendido de
mis labios, oí a Sam caminando con energía por la casa y… tatareando en voz
baja. Vaya, alguien estaba de buen humor. Me pregunté qué habría originado ese
cambio de humor, porque cuando salió del apartamento apenas un par de horas
antes, estaba realmente alterada.
A través de la ventana que estaba al lado de la
cama observé cómo poco a poco el sol se hundía en el horizonte dejando al mundo
sin su luz para alumbrar todas las sombras que lo poblaban. Otro día más que
llegaba a su fin, solo que aquel en particular había sido especialmente
confuso. E interesante. Me sonrojé al recordar la razón exacta por la que había
sido tan interesante. Giré sobre la
cama y cerré los ojos. Llevaba veinte minutos recreando en mi cabeza el momento
en el que William me había besado como una estúpida quinceañera enamorada.
Pero no lo era. Era solo que… hacía tanto que nadie
me besaba. Que nadie me miraba con ese brillo en los ojos. Y la forma en la que
él me había sostenido, apretándome contra su propio cuerpo. Su olor. Sus manos
en la parte baja de mi espalda cuando el beso se volvió más profundo.
Gemí muy bajito y volví a revolverme en la cama,
hasta quedarme mirando directamente hacia la ventana. A cámara lenta, como si
alguien hubiera ralentizado la escena, observé como el cielo iba cambiado de
colores: del naranja al rojo que poco a poco se oscurecía hasta ser por
completo negro. Y una a una, las estrellas despertándose para jugar en el cielo
nocturno, con la luna presidiendo nuestra parte del firmamento. Aquella noche,
había luna menguante, muy cerca de convertirse en nueva, de modo que parecía
una sonrisa burlona dirigida expresamente para mí y lo absurdo de mi situación.
En su habitación, Sam encendió el equipo de música
y de inmediato empezó a sonar una canción alegre y optimista, de esas que te
dan ganas de sonreír sin razón y bailar aunque sea moviéndote como un pato.
Sonreí al oírla y casi pude ver a Sam dando vueltas en su habitación mientras
cantaba en susurros.
¿Qué habría pasado para que estuviera tan contenta?
Miré durante unos pocos minutos más por la ventana,
centrada en las farolas que se iluminaban en la acera de enfrente y en la
música que seguía llegando, amortiguada por mi puerta cerrada.
Cuando la canción acabó, aún seguía en la misma
postura, con las sábanas enrolladas en mi piernas y abrazando la almohada
contra mi cabeza. Entonces empezó a sonar una preciosa canción en la que la
cantante maldecía a la vida por el dolor que nos deparaba, pero que realmente
sabía que no nos queda otro remedio que vivirla de la mejor forma posible.
“Cada día,
cada segunda, vívelo. Siéntelo. No hay mejor forma de morir que no arrepentirte
de nada.”
La voz de la chica me desgarraba por dentro
lentamente mientras me daba cuenta que, a lo largo de mi vida, siempre había
vivido con demasiado miedo. Era ese puto miedo el que había hecho que dedicara
todos mis esfuerzos a protegerme en lugar de a hacer lo que quería hacer, a
luchar por mis sueños. Y ya era suficiente.
Me levanté de la cama y me dirigí a la habitación
de Sam. Tenía la habitación abierta. Estaba sentada en la cama, cantando la
letra en apenas un murmullo casi sin darse cuenta, mientras se pintaba las uñas
de los pies de color púrpura.
Sin molestarme en tocar a la puerta o advertir mi
presencia de cualquier otra manera demasiado formal, entré sin más y me senté a
su lado en la cama. Ella me miró de reojo, concentrada en su tarea, y me dedicó
una leve sonrisa mientras terminaba con el dedo gordo del pie derecho. Se había
puesto ese chisme que separaba los dedos para evitar que se estropease la
pintura al unirse unos con otros.
-
¿Empiezas tú o empiezo yo? – como siempre, fue
directa al grano. Eso me hizo sonreír, porque, de algún modo, volvía a ser mi
mejor amiga. Pero, por otro lado, era imposible no darse cuenta de los pequeños
cambios que estaba experimentando. Solo me faltaba determinar si eran positivos
o no.
-
¿Qué prefieres?
Se encogió de hombros.
-
Me es indiferente, siempre y cuando, si yo
desembucho, tú lo hagas también.
-
Trato hecho. Empieza tú. – Vale, había decidido
no ser más una cobarde, pero retrasarlo no era igual que ocultarlo. Había ido a
su cuarto a decirle la verdad. Solo iba a tardar un poco más en hacerlo.
Sam miró con ojo crítico sus pies una vez más antes
de asentir satisfecha con su trabajo y tapar la pintura de uñas, dejándola en
su mesilla de noche. Como era habitual, en ella se amontonaban multitud de
objetos que estaban fuera de lugar, pero que Sam había ido dejando allí
simplemente por no querer levantarse de la cama para colocarlos o que había
olvidado hace tiempo.
Eché un vistazo a la habitación y me di cuenta de
que pronto sería urgente hacer una ordenación de emergencia. Normalmente, la
hacíamos una vez al mes. Nos poníamos ropa cómoda, nos recogíamos en el pelo y
nos sumergíamos en el caos de los objetos desperdigados por la habitación de
Sam. Dejábamos la habitación completamente limpiado y con cada objeto en su
lugar correspondiente. Al día siguiente ya empezaba a repetirse el fenómeno del
desorden perezoso, como yo lo llamaba.
-
La verdad es que… - comenzó Sam. Se acomodó
mejor, tumbándose en la cama de manera perpendicular a la colocación habitual.
Imité su ejemplo y me acosté a su lado, pero con la cabeza en donde ella tenía
las piernas y viceversa. – Todo esto es bastante confuso para mí – me espetó de
pronto.
-
¿Qué tal si me cuentas a dónde has ido? –
propuse.
-
¿Cuándo salí corriendo? A casa del licántropo,
por supuesto. Seguí el rastro de su esencia, porque aun tenía un poco dentro de
mí de la última vez que me alimenté.
-
¿Cómo es su apartamento? – era una pregunta
banal, pero supuse que la conversación sería menos incómoda para Sam si
hablábamos un poco de temas intrascendentes y no solo de la montaña rusa que
estaba pasando en ese momento.
Lo cierto es que pensándolo con calma, mi mejor
amiga lo llevaba más crudo que yo. Al menos yo ya sabía a qué me enfrentaba y
tenía una ligera experiencia en toda aquella mierda, pero Sam ni siquiera era
capaz de entender sus propios sentimientos porque no estaba acostumbrada a
tenerlos. Y eso la dejaba indefensa y vulnerable porque no sabía controlarlos
ni reaccionar ante ellos de forma adecuada.
-
Al parecer, no es realmente suyo - explicó. – Un amigo lo ha dejado quedarse de
momento porque no tenía donde quedarse mientras estuviera en la ciudad.
-
¿Por qué se queda en la ciudad?
-
Porque no está dispuesto a marcharse sin mí –
noté una nota de pesar en su voz, indudablemente, pero… había un trasfondo de
emoción que, de haber sido yo otra persona, no hubiera podido percibir. Pero
tanto tiempo interpretando las emociones reducidas al mínimo de mi compañera de
piso me permitían percatarme de esos matices.
Así que, después de todo, no era inmune por
completo a los encantos del licántropo. El corazón marchito de Sam estaba
volviendo poco a poco a la vida. Aunque eso me preocupaba enormemente, también
me alegraba, porque, si bien era cierto que Sam nunca sufría grandes penas o
sufrimientos, ni había nostalgia o cualquier emoción negativa en ella, tampoco
podía alcanzar la felicidad. Pero si su corazón consiguiera curarse…
-
¿Y qué le has dicho?
-
Le he dejado muy claro que para mí los hombres
son solo comida y que no quiero nada romántico con él.
-
¿Y qué ha respondido ante eso? – arrugué el ceño
ante la posibilidad de que él se hubiera echado atrás después de que Sam le
dijera eso con tanta frialdad. Él no la conocía. Él no sabría que, en realidad,
Sam estaba mintiendo, porque lo hacía tan bien que solía engañarse hasta a sí
misma. Solo yo podía darme cuenta de que Sam había empezado a tener esperanzas
de nuevo.
-
Me ha dicho que prefiere estar conmigo de la
forma que sea a no estarlo en absoluto – susurró ella y en su voz se notaba la
impresión que esas palabras habían causado en ella. Y le había gustado.
El licántropo parecía realmente dispuesto a
soportar toda la mierda que Sam arrastraba consigo. Era paciente con ella, sin
presionarla, porque, si lo hubiera hecho, ella se habría puesto a la defensiva
y lo habría mandado a la mierda de inmediato. Pero le había seguido la
corriente, haciendo que se acostumbrara a la nueva situación a su propio ritmo.
Realmente, podía haber una posibilidad para ellos. Y él era juguetón y
divertido, por lo que su carácter era bastante compasible con las risas y el
sentido del humor de mi mejor amiga.
-
Entonces, ¿habéis llegado a algún acuerdo o solo
habéis discutido? – pregunté finalmente, cruzando los dedos para que todo
hubiera acabado de buena manera y no con ellos dos gritándose y con Sam
marchándose dando un portazo.
-
Estamos algo así como juntos. – Emití un ruidito
ahogado que hizo que Sam se apresurara a aclararse. – Quiero decir, no somos
una pareja. Nada de sentimientos. Solo que… me alimentaré de él a partir de
ahora… en exclusiva – titubeó antes de decir esa última parte de la frase.
-
Vaya – murmuré despacio, alargando esa única
palabra. – Es un paso importante. – Y tanto que sí. Sam alimentándose en
exclusiva de un nombre implicaba teniendo relaciones sexuales solo con él.
Viéndolo al menos una vez cada quince días, quizá más si todo marchaba bien. No
pude contener la enorme sonrisa que iluminó mi rostro.
Por desgracia, Sam la vio y frunció el ceño mientras
me golpeaba el tobillo con su hombro.
-
Te estoy viendo. Nada de imaginar finales
felices. Sabes que no hay de eso para mí.
-
De acuerdo, de acuerdo. Tranquila – sabía que no
valía la pena discutirlo. Si tenía que pasar, pasaría. Y yo le daría un empujoncito
cuando hiciera falta.
-
¿Sabes? Me resulta sorprendente que no estés
escandalizada y tirándome de los pelos cuando te acabo de contar que tengo algo
así como un relación especial (no romántico, recalco) con un hombre específico.
¿Qué pasa con nuestro pacto? Nada de hombres, ¿recuerdas? – me contempló con
ojos especulativos y los labios fruncidos.
-
Bueno, la verdad… - me tapé los ojos con el
brazo antes de confesar. – El detective me ha besado.
Sentí que la cama se movía cuando Sam se sentó de
golpe. Ahora, la parte de arriba de su tronco quedaba justo al lado de mi
cadera. Levanté un poco mi brazo para mirarla. Como esperaba, tenía los ojos
fijos en mí, chispeando y con un leve sonrisilla de triunfo.
-
¡No me lo puedo creer! ¿Me vas a hacer caso por
una vez? Ya sabes, disfrutar de un magnífico sexo sin compromisos. Porque el
detective lo merece – me guiñó un ojo de forma exagerada para que me diera
cuenta del doble sentido, lo que me hizo reír. Fue mi torno de golpearla con el
brazo.
-
No sé qué está pasando entre nosotros. Es todo
tan… raro. Antes él me odiaba, pero al parecer ya no.
-
Eso está claro – replicó ella con tono socarrón.
-
¡Sam!
-
Perdón, perdón – levantó las manos en un gesto
conciliador. Vaya, esa era una respuesta atípica en Sam, ligeramente más humana
de lo normal. – Continúa.
Miré al techo durante unos instantes para reordenar
mis pensamientos con el ojo que no seguía tapado con el brazo. Volví a recordar
con detalle nuestro encuentro en la calle y me sonrojé una vez más.
-
Es todo culpa de la maldita química que hay
entre nosotros. No lo entiendo, pero cuando estoy con él… - emití un suspiro - no puedo pensar en nada que no sean sus
labios o su cuerpo o… su cama.
Sam estalló en carcajadas ante mi comentario y,
sobre todo, ante mi tono de voz, a medias pícaro y a medias avergonzado.
-
No, en serio – me puse seria. – Es como si
nuestros cuerpos respondieron el uno al otro de un modo tan básico y elemental
que mi cerebro no puede argumentar nada en contra. Y eso me está volviendo
loca. Siempre había confiado en mi cerebro hasta ahora.
-
¿Nunca te había pasado nada así? Ya sabes… - Sam
se interrumpió de golpe antes de atreverse a preguntar el nombre que las dos
sabíamos que tenía en la punta de la lengua. No hacía falta que lo dijera en
voz alta. Las dos sabíamos perfectamente que solo había habido otro hombre para
mí antes… y por desgracia, aún seguía rondando por ahí, demasiado cerca para
que no fuera peligroso.
Negué con la cabeza.
-
Con él, no fue algo tan visceral. Me atraía,
claro, pero no de esta forma tan salvaje e inevitable.
-
Myst, cariño – Sam posó una mano en mi brazo. –
Acabas de descubrir la verdadera química, la pasión. Y te daré un consejo
realmente bueno: aprovéchala. Porque el sexo con química es mil veces mejor, te
lo aseguro. Es devastador.
-
Ah, con que es eso. – La miré de reojo. – Tú
también tienes química con tu lobo.
Sam se lo pensó un segundo y después se encogió de
hombros.
-
Lo nuestro no es química – afirmó. – Lo nuestro
es una explosión nuclear.
Tras esa declaración, las dos nos quedamos en
silencio por un momento. Luego, sin ninguna razón para hacerlo, empezamos a
reírnos a carcajadas, una junto a la otra en la cama, tronchándonos de risa sin
motivo. Quizá era porque nuestras vidas se estaban moviendo a toda velocidad y
las dos habíamos quedado boca abajo en todo aquel lío y se nos estaba
acumulando demasiada sangre en la cabeza. Quizá era porque llevábamos demasiado
tiempo sin reírnos solo por el placer de hacerlo juntas. Por el exceso de
preocupaciones o por todas las cosas que habían salido mal y que podrían haber
ido peor.
Sam volvió a tumbarse en donde estaba y ninguna
dijo nada hasta que se nos pasó aquel estúpido y sinsentido ataque de risa.
Luego, mi compañera de piso apoyó levemente la cabeza contra mi pierna.
-
¿Y qué hiciste? Después de que te besara.
-
Supongo que respondí al beso. Estábamos
devorándonos mutuamente en plena calle y creo que a los dos nos daba
completamente igual quién pudiera vernos.
-
Has vuelto a la adolescencia de repente – bromeó
Sam. Decidí ignorarla. – ¿Y luego?
-
Cuando recuperé un poco la cordura y dejé de
estar nublada por el deseo animal que él despierta en mí cada vez que está
cerca, me alejé de él, lo miré con los ojos abiertos de par en par y me vi
envuelta en una situación jodidamente incómoda. No sabía qué decir ni qué
hacer. Así que le espeté un “hasta la vista” y desapareció.
-
No te creo. ¿Hiciste eso de verdad?
-
Sí. Estaba asustada, ¿vale? – hice una mueca de
dolor. – Sé que estropeé el momento y la cagué a lo grande, pero… tenía que
salir de ahí. Si me hubiera quedado, seguramente ahora seguiría en el callejón,
con él empotrándome contra la pared. O en su cama. O quién sabe dónde.
Tras decir eso, las dos nos quedamos en total
silencio, cada una absorta en sus pensamientos. Sí que había sido una idiota al
huir encima. William tenía razón, siempre salía huyendo cuando las cosas entre
él y yo iban un poco más allá del límite cómodo que había impuesto entre
nosotros. Maldita sea, no tenía experiencia suficiente con ese tipo de
situaciones y me había entrado el pánico.
Pero debería haber dicho algo, ¿no? Algo que no le
hiciera pensar que me arrepentía de lo que habíamos hecho. Porque lo cierto era
que no era así. No me arrepentía en absoluto.
Me mordí el labio, sin ser capaz de ser del todo
racional.
-
Sabes que la próxima vez que lo veas, acabarás
tirándotelo, ¿verdad? No vas a conseguir seguir aguantando. – Sam rompió la
quietud (aunque la música seguía sonando de fondo) para vaticinar mi inevitable
futuro.
-
Lo sé.
Asintió, satisfecha.
Un ruido similar al canto de un pájaro nos devolvió
a la realidad. Sam alargó la mano para coger su móvil, que también se peleaba
en la mesilla de noche para conseguir un hueco.
-
¿Tu lobo ya te está mandando mensajes? –
pregunté para martirizarla.
-
No, no es él – dijo ella, pasando por alto mi
pulla. – No le he dado mi número.
-
¿Quién es, entonces?
-
La organización – respondió ella, de forma
misteriosa. Volvió a sentarse, leyendo rápidamente el mensaje del móvil. Luego,
levantó la vista y me dedicó una sonrisa radiante. – Al parecer tenemos una
nueva misión.
Lentamente, mis labios imitaron su sonrisa y emití
un chillido de emoción. Volvíamos a la carga.
No me negarás que es cortísima,¿eh?
ResponderEliminarSi no recuerdo mal te dije en un comentario en otro capítulo que te señalaría los fallos que encontrara así que : la habitación completamente limpiado || Sam alimentándose en exclusiva de un nombre (tengo dudas sobre si quisiste decir hombre) ||
En primer lugar, espero que ocurra algo más que un beso apasionado entre el detective y Myst (supongo que lo sabes).Qué rayos. Por lo que he leído hasta ahora me gusta más Detec. x Myst que Jack x Myst.
En segundo lugar, me gustaría leer una entrada sobre los sentimientos profundos y tal del Detective.
En tercer lugar: no sabes cuánto añoraba leerte.
Bien, espero que sepas que me encanta la entrada y espero y deseo que hagas lo que sabes que quiero que pase con determinados personajes (sí,también Clark muerto.¿No iba a morir uno?Pues ahí lo tienes)