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domingo, 6 de octubre de 2013

Cuando estar cabeza abajo empieza a parecer lo correcto.


18/Noviembre

Samantha Petes (Nox



Había un par de minutos al día en los que casi podía perderme por completo en el mundo de mi subconsciente, no del todo despierta pero tampoco dormida por entero. En esos instantes, flotaba en medio de la nada del mundo, como si todo a mi alrededor fuera agua o estuviera en una zona de gravedad cero, y podía sentirlo todo, sentir la vida despertándose, el movimiento, la vibración del nuevo día que comienza de una forma abstracta e irracional. Durante ese par de minutos dejaba de ser yo para convertirme en parte del mundo, fusionada con todo lo que me rodeaba, latiendo al ritmo que marcaba la vida.
Durante ese par de minutos al día, era tan humana como cualquiera y, al mismo tiempo, una parte más de la naturaleza.
Y luego me despertaba y la realidad me abrumaba, con mi corazón estático y mis sentimientos a bajo volumen. Esa mañana, cuando abrí los ojos, al principio no me di cuenta de la diferencia. Me restregué los ojos y me acurruqué debajo de las sábanas cálidas. Pero cuando me fijé mejor, vi que aquellas sábanas no eran las mías, que aquella cama no olía como la mía y que la habitación en la que me había despertado ni siquiera se parecía a la que tenía en el apartamento que compartía con Myst. En esta, las paredes estaban pintadas de un simple color marrón, con solo un cuadro (un perro corriendo detrás de un frisbee) rompiendo la monotonía unicolor. Había un armario al lado de la única ventana, cuyas persianas estaban corridas, impidiendo entrar a la luz del sol y, por tanto, dejándome incapacitada para determinar qué hora era. En la mesilla de noche junto a mi lado de la cama no había reloj, solo una figura de un lobo aullando.
Un lobo.
Eso fue suficiente recordatorio para mi mente aun soñolienta. De golpe, aparecieron en mi mente las imágenes de la noche pasada, en una rápida sucesión. La misión, el club lleno de humo en el que estaban los tipos malos y nuestro objetivo, sus asquerosas manos sobre mi cuerpo, su horrible aliento a tabaco, su mirada lasciva. Un escalofrío me recorrió al rememorar la sensación de sus labios tocándome y tuve que contenerme para no correr hacia la ducha más cercana para eliminar cualquier rastro que pudiera quedar, por pequeño que fuera.
Aquella noche había tenido que volver a ser la chica que usaba su cuerpo para lograr lo que deseaba, un maldito objeto que todos los hombres deseaban poseer. Como si no fuera una persona, solo un trofeo del que alardear. Pero así es como las chicas guapas se ganan la vida, Samantha. Y nosotras somos mejores que ninguna. Las palabras de mi madre resonaron en mi cabeza con la misma claridad que si acabara de susurrármelas al oído. Recordaba perfectamente el día que me lo dijo, sus labios pintados de rojo, el vestido corto, el escote pronunciado y los tacones. Puedes tener a todos los hombres bailando al son que tocas. Solo tienes que saber usar tus habilidades de súcubo. Así era ella, usando a los demás y haciendo daño solo para satisfacer sus necesidades egoístas. Y en eso me había convertido la noche anterior, pero, al menos, yo lo había hecho por salvar la vida de aquella pobre chica…
¿Lo habíamos conseguido? Joder, me habían disparado. El recuerdo del dolor me hizo estremecerme, casi hasta volver a sentir la bala atravesándome de nuevo, dejando un agujero en mi pecho. Tanta sangre, tan caliente, empapándolo todo… ¿Por qué no estaba muerta?
El lobo…
Me levanté de golpe, quedando sentada en aquella enorme cama desconocida.
Contuve un gemido cuando la memoria acabó de llegar y mi desorientación se extinguió como un fuego apagado. Myst me había llevado a su piso, sin duda, sabiendo que podía curarme si me alimentaba y que él estaría más que dispuesto. Y dios, cómo me había tocado. Aun sentía sus dedos sobre mi piel, acariciando, explorando, perdiéndose por todas partes. Me había incendiado por dentro y me había alimentado mientras yo me aferraba a su espalda, con las garras clavadas en su carne para que no se marchara jamás. El súcubo se había dado un festín… hasta que me había curado por completo, y luego había dormido como si estuviera en coma, hasta ese momento.
Pero, ¿qué había pasado con el lobo?
Me giré lentamente, en parte temiendo lo que podía encontrarme. Allí estaba, al otro lado de la cama, su enorme cuerpo desnudo tapado con la sábana. Pero estaba… tan quieto. Demasiado quieto. El pánico nació a la altura de mi estómago y se extendió rápidamente a todas partes, hasta que no sentía nada más que el enorme miedo que me embargaba por completo.
Coloqué la mano sobre su espalda, esperando que se moviera al sentirme, pero no reaccionó. Siguió completamente quieto. Como… si estuviera muerto.
Un sollozo escapó de mis labios entreabiertos. No, otra vez no. Esta vez no, supliqué, aunque ni siquiera sabía si alguien podía escuchar mis plegarias silenciosas.
No era posible, ¿verdad? Pero… yo tenía tanta hambre la noche anterior… Y me había alimentado de parte de su energía vital apenas un par de días antes, por lo cual él tenía menos fuerza de lo normal, así que… quizá sí… quizá yo lo había matado de verdad.
Me abracé a mí misma, mientras otra emoción me embargaba. Aun andaba falta de práctica en el campo de los sentimientos, pues llevaba demasiado tiempo flotando en la nada absoluta de la insensibilidad, por lo que tardé un poco en reconocer qué era lo que me nublaba la vista y me hacía sentir la persona más miserable del mundo. La enorme culpa de haber sido la causante de la muerte de la única persona que había estado dispuesta a quererme, aparte de mi difunta abuela y de mi compañera de piso. Sí, probablemente lo que quiera que Kai había sentido por mí se basaba más en su parte animal que en la razón, pero… había sido la primera vez que casi había creído que podía ser normal desde que era niña. Una vida normal, alguien con quien dormir más de una noche, alguien que conociera tus secretos y no le importase, que no pensara que yo era un monstruo simplemente por haber nacido siendo diferente. Y lo había matado. Me había alimentado de su vida hasta tragármela entera y dejar a su corazón sin fuerza suficiente para seguir latiendo.
En realidad, sí era un monstruo. Parecía incapaz de dejar de hacer daño a la gente que me rodeaba, una y otra vez. Al fin y al cabo, por mucho que hubiera huido de mi pasado, era exactamente igual que mi madre: un súcubo hambriento dispuesto a cualquier cosa para saciar sus ansias. Otro cuerpo más que se sumaba a la lista de víctimas a mi paso, un hombre más que había caído en la trampa de una cara bonita y un cuerpo atrayente que era más bien un arma de matar.
La culpa se mezcló con un nuevo sentimiento, algo tan desgarrador que apenas podía mantenerme entera. No sabía darle nombre a emoción, pero estaba segura de que si seguía sintiéndola mucho más tiempo, me mataría, porque me comprimía el corazón y los pulmones, creaba un nudo en mi garganta y sentía ganas de gritar hasta desgarrarme la garganta, solo para aliviar parte de todo aquel sufrimiento. Era una especie de… desolación, desesperación, pena. Una mezcla de todas ellas que me dejaba al borde de la auto-destrucción.
Algo húmedo apareció mi mejilla derecha y corrió por ella, dejando un reguero mojado a su paso. Me toqué la cara con cuidado, buscando el origen de la humedad. Quizá estuviera sangrando por alguna herida y no me diera cuenta, porque el dolor que me embargaba por dentro enmudecía cualquier otro. Pero no, no había ninguna herida, y sin embargó otra vez una de aquellas gotas surgió de la nada. Levanté la vista al techo y las lágrimas emborronaron la visión al acumularse en mis ojos.
Entonces me di cuenta. Estaba llorando.
Parpadeé varias veces, dejando libres las lágrimas que se habían acumulado en las comisuras de mis ojos. Realmente estaba llorando. No lo había hecho ni una sola vez desde la muerte de mi abuela, cuando tenía… seis años. Llevaba sin derramar ni una lágrima desde hacía dieciséis años, tanto tiempo que ya ni siquiera recordaba cómo era. La humedad en los ojos, la tristeza en cada parpadeo, el mundo que se desmorona y tú que no puedes hacer nada para evitarlo. La soledad, la enorme soledad que te deja sin aliento al darte cuenta de que esa persona te ha abandonado para siempre. Y justo ese día, dieciséis años atrás, siendo solo una niña asustada al lado de la cama donde antes estaba su abuela y que ahora estaba vacía, me había jurado a mí misma que sería fuerte, más fuerte que nadie, que conseguiría sobrevivir pasara lo que pasase. Saldría adelante, porque se lo había prometido a la abuela. Y no sería como mamá, porque la abuela no quería eso. No volvería a sentir tanto dolor nunca más, aunque para ello tuviera que dejar de sentir para siempre. Siendo una niña, había pensado que  eso era fácil, pero ¿acaso no es todo fácil para los niños? Así había nacido la ataraxia, con las últimas lágrimas que me había permitido derramar.
Y ahora, años después, habían sido de nuevo las lágrimas las que la borraban. Poco a poco los límites se desvanecían y los sentimientos se agolpaban dentro de mí, tantos que apenas podía soportarlos todos al mismo tiempo.
¿En qué me había convertido? ¿Realmente era fuerte? Sí, era capaz de matar, de dominar a un hombre con la mente y fingir tan bien como cualquier actriz de Hollywood que nada me importaba, pero por dentro seguía siendo una niña asustada que solo buscaba que alguien la quisiera, porque su madre la había dejado sola en una casa demasiado grande. Pero seguramente eso era lo que me merecía, porque los monstruos no merecían la felicidad.
Lo había matado. Me había convertido en todo cuánto odiaba, en cada calada de cigarro, en su fría sonrisa de desprecio, en sus “apártate, niña”. Tantos años huyendo para que el pasado acabara dando conmigo en una cama desconocida, justo cuando me había permitido albergar de nuevo una pequeña chispa de esperanza.
Su mano cálida sobre mi brazo, directamente en mi piel desnuda, me sobresaltó hasta casi matarme del susto. Al principio pensé que era alguna otra pesadilla que venía a buscarme, solo para hacerme más daño, pero cuando abrí los ojos, descubrí los ojos azul añil de Kai observándome con preocupación.
-          ¿Va todo bien? – su voz sonaba dulce y ligeramente ronca, porque estaba claro que se acababa de despertar. Tenía el pelo revuelto y parecía terriblemente cansado, como si llevara una semana sin dormir.
-          Estás… - me atraganté con mis palabras, mis emociones y la enorme avalancha que había estado a punto de aplastarme. – Estás vivo.
Él sonrió, curvando la comisura derecha ligeramente hacia arriba.
-          Sí, bueno. Tú también.
Intenté decir algo más, pero las frases no sonaban coherentes ni en mi propia cabeza y boqueaba como un pececillo al que habían dejado demasiado tiempo fuera del agua. Al final, incapaz de expresar con palabras el alivio y la felicidad, decidí que era mejor no decir nada.
Me lancé sobre él, haciéndolo caer sobre el colchón conmigo encima y le besé con toda la fuerza de las emociones que él había despertado dentro de mí, tanto para bien como para mal. Nunca me había sentido tan viva, ni siquiera la mitad de viva, de lo que me sentía en ese momento, con las lágrimas aun en mis ojos y sus labios bajo los míos, besándonos como si el mundo fuera a acabarse de un momento a otro y a nosotros no nos importase.
Él hizo un sonido estrangulado sin apartarse de mí, algo sorprendente parecido a una risa, y me devolvió el beso con la misma pasión que me estaba quemando a mí de dentro a afuera. Sus dedos empezaron a recorrer mi espalda produciéndome un placer desgarrador. Por una vez, estaba con un hombre en una cama y no había entre él y yo nada más que eso, no mi necesidad biológica de alimentarme ni el hechizo en el que ellos se sumían casi de forma voluntaria.
Cuando me aparté, podría haber pasado un minuto o un día. Él estaba mirándome como si no pudiera imaginar algo más hermoso que mi rostro, lo que me hizo devolverle la sonrisa, a pesar de que aún quedaba un rastro de lágrimas en mi rostro. Me acarició la cara lentamente, limpiándomelas.
-          No has contestado a mi primera pregunta.
Intenté concentrarme lo suficiente para recordarla, aunque era difícil estando tan cerca el uno del otro y teniendo sus manos sobre mí. Saber que estaba vivo había estado a punto de hacerme explotar de euforia.
-          Estás vivo, así que sí, estoy bien.
-          Es demasiado temprano para una respuesta tan rara – replicó él, presionando suavemente sus labios contra mi mentón.
-          Yo… pensé que te había matado. – La voz se me quebró. – Creí que me había alimentado demasiado y que no habías sobrevivido y… eso me estaba matando, saber que había sido yo la responsable de tu muerte.
Él negó con la cabeza lentamente y chasqueó la lengua con desaprobación.
-          Sam, creo recordar que te prometí que no me moriría. Deberías confiar más en mí.
-          Bueno – me reí – no es como si fuera algo que tú pudieras controlar, ¿no crees?
-          Te aseguro que no hay nada que me hiciera dejarte sola.
Sentí cómo sus palabras me abrumaban de nuevo. Parecía tan seguro, tan irrevocable, y sin embargo, apenas hacía un par de semanas que nos habíamos conocido. ¿No íbamos demasiado rápido? Me veía a mí misma como un tren sin control, cada vez más rápido, próximo a descarrilar. Aquella parte de mi vida era algo que escapaba de mi entendimiento. Nunca nadie se había enamorado de mí, ni siquiera había albergado ningún otro sentimiento que no fuera lujuria o encaprichamiento. Y yo jamás había sentido por un hombre nada más que el deseo de alimentarme.
Pero ahora Kai se metía de pronto en mi vida y alteraba todos los parámetros de golpe. ¿Cómo era posible que todo pareciera estar al revés y al derecho al mismo tiempo? Necesitaba pensar. Necesitaba inspirar hondo sin contaminarme de su delicioso aroma, porque ahora mismo solo podía pensar en lo bien que me sentiría besándolo de nuevo, en el momento en que nuestros cuerpos se convirtieran en uno…
Demasiado rápido.
Necesitaba hablar con Myst.
¡Myst! ¿Estaba ella bien? No recordaba que hubiera sufrido ninguna herida, pero quizá me daba por muerta. Mis nuevas y cambiantes emociones volvieron a bullir. Me separé de Kai, casi en contra mi voluntad, y me acerqué al borde de la cama, buscando con la mirada mi ropa, desperdigada por la habitación.
-          ¿A dónde vas? – la voz de Kai sonó amarga a mi espalda.
-          Tengo que encontrar a Myst. – Expliqué mientras empezaba a vestirme.
-          Ah, sí. Deberías decirle que sigues viva, porque anoche ella parecía tan hecha polvo como tú. Debe quererte mucho.
-          Tanto como yo ella – afirmé con rotundidad.
En la búsqueda y captura de mis tacones, Kai me agarró del brazo y me hizo volverme hacia él. Estaba increíblemente atractivo tumbado sobre la cama, con la sábana enrollada entre las piernas y la mirada soñolienta, con esa sonrisa pícara.
-          ¿Me dejarás volver a verte pronto? – pidió, y capté la nota de desesperación que se escondía detrás de la aparente indiferencia.
Me debatí un segundo conmigo misma, pero al final no pude resistirme y me incliné para darle un beso de nuevo. El contacto fue breve, pero eso no disminuyó la profundidad de nuestra conexión. Había algo más entre nosotros, más intenso que simplemente la pasión entre dos personas que son físicamente compatibles. Mi bestia reaccionaba ante la suya. Él respondía a todos mis instintos naturales, me llamaba con más potencia que un grito en medio de la noche, que una tempestad en el mar. Era magnético, porque lo que existía entre nosotros estaba bajo nuestra piel, era lo que éramos más allá de todo racionamiento. El lobo era capaz de mirar al súcubo a los ojos y enseñarle los dientes, y eso me encantaba. Y a él también. Nos enloquecíamos mutuamente, porque su monstruo era una réplica exacta del que vivía dentro de mí.
-          Me lo pensaré – susurré contra sus labios.

Me marché del apartamento antes de que el súcubo tuviera tiempo de ganar la batalla y me hiciera perder el control. Me largué de allí con mi vestido de noche demasiado corto (y manchado de sangre, aunque, al ser negro, no se notaba) y los tacones de aguja que pronto se convertirían en un martirio para mis pies. Antes de salir de la habitación, lo último que vi fue la sonrisa de satisfacción de Kai antes de volver a cerrar los ojos y seguir durmiendo, recuperándose de nuestro último combate… hasta el momento.

5 comentarios:

  1. Seré sincera, es súper bonita la entrada, pero mi me pareció mucho más bonito el capítulo de Myst y el detective :3
    La parte en la que empieza a llorar por la supuesta muerte de Kai es preciosa. Aquel ser, aquel monstruo frío carente de sentimientos, atroz y despiadado llorando, dejando escapar lágrimas verdaderas, sin teatro. Lágrimas sinceras...espontáneas. Quiero que llegue el momento en el que admite que siente algo más por Kai que puro instinto animal.
    Tengo la sensación de que le falta algo. No sé. Espero que Yaiza se la lea y tenga la misma sensación que yo. Es ultra bonita, no lo niego, pero no me he estremecido como lo han hecho otras partes del libro. Tengo una sensación rara. Quizás porque es de noche y no tengo la mente despejada o algo, así que me la leeré de nuevo antes de que termine la semana, un dia que tenga la mente bien y volveré a decirte algo
    Bien, me parece lógico que el vestido negro camufle la sangre, pero, ¿y el agujero de la bala? Espera, sí, camufla la sange, pero poca cantidad, no litros y litros procedentes de un disparo. ¿No tiene una chaquetita o algo?

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    1. No había pensando en eso xDDDDDD Supongamos que le roba una chaqueta a Kai, que eso es lindo.
      No sé, puede que sí le falte algo, pero no sabría ahora mismo como mejorarla, así que sorry D:
      En un principio tenía la idea de que cuando ella se da cuenta de que está vivo, se va corriendo sin decirle nada, pero pensé que así era mejor para la historia. Ahora no estoy tan segura xD

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    2. No sé por qué no me dijiste tu idea original porque realmente me gusta e incluso más que esta de quedarse ahí y mirar si está vivo. Pero, ¿no sería mejor que no comprobara si está vivo o muerto? Me explico: que viera que no se mueve y ella automáticamente piensa que está muerto, le inunda la culpabilidad, el amor y todo y se larga rápidamente sin mirar si de verdad está muerto. No haría falta cambiar toda la entrada, me gusta el principio (podrías mantener perfectamente hasta "Un sollozo escapó de mis labios entreabiertos...(...) ".Hasta ese párrafo y tal vez, el siguiente, pero de ese no estoy segura si va a hacer pensar al lector y llegar a la conclusión de cómo va a estar muerto, que seguro que está vivo).
      De este modo ella se cree que él ya no está en este mundo. Y de un modo sorprendente (en una misión le salva la vida o les ayuda por ejemplo) aparece de la nada, creando un caos de sentimientos en Sam que hace que se dé cuenta de lo mucho que quiere a Kai. Pero, por otro lado, Kai estará molesto de que Sam se hubiera ido sin decir nada.
      (También me gusta lo que dijiste ahora de que cuando se da cuenta de que está vivo se va, pero lo mío es para darle como más drama e incertidumbre D: )
      ¿Qué te parece?

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  2. Hola, hola. Siento la tardanza, pero es que últimamente tengo la cabeza en cualquier parte menos sobre los hombros.
    El detalle más sencillo y fácil para darse cuenta es en el capítulo http://destinywillfindus.blogspot.com.es/2013/04/lagrimas-bajo-la-lluvia.html, al final del todo, cuando Myst dice "Siempre es buen momento para un café." que es justo la última frase. Si te fijas, esa misma frase se la dice Sam a ella un par de capítulos antes, justo antes de que vaya a reunirse con Clark. Myst estaba citándola, porque ambas tienen esa especie de adicción al café (siempre están bebiéndose uno).
    Y justo en ese mismo capítulo esta lo que yo considero el detalle más profundo de la historia, que es esta parte:
    "- Debe de ser una gran decepción.
    - ¿El qué? – preguntó rápidamente. Su voz sonaba tensa.
    - Descubrir que, al fin y al cabo, soy humana. – Desvié la mirada hacia los árboles que estaban frente a nosotros, mientras seguía columpiándome. – Que no soy el monstruo sin sentimientos que usted creía.
    - ¿Y por qué eso iba a ser una decepción?
    Los dos hablábamos en un tono bajo e íntimo, aunque en la soledad del parque no hubiera nadie para escucharnos. Me encogí de hombros suavemente.
    - Supongo que es mucho más fácil odiar a alguien cuando piensas que es un monstruo."
    Eso pasa justo después de que Myst hable con Jack y, en realidad, está hablando de sí misma, porque se refiere a que era mucho más fácil pensar en Jack como el cabrón que se aprovechó de ella y la abandonó que como la persona que la dejó para protegerla, la persona que la quería tanto que prefirió sufrir él a que ella sufriera daño alguno. Por eso, lo que está diciendo ahí Myst es que es más sencillo odiar a alguien cuando piensas lo peor de él y, cuando te das cuenta de que no es así, de que no es un monstruo, no puedes odiarlo y eso es mucho más complicado, eso hace que su corazón dude.
    Esos dos son los detalles que recuerdo ahora mismo que puse intencionadamente, quizá tengo alguno que otro más escondido que no recuerde :3

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    1. Bueno, sabía que a Sam también sentía algo por el café, pero no sabía que era la misma frase D:
      Lo último nunca se me hubiera ocurrido, y ahora que lo dices es super bonito.
      Bueno, ya que ha salido un poco el tema, no se si estas al día con érase una vez, y sabes que hay un triángulo amoroso (Emma-Hook-Neal), pues, es justo como en tu historia, Emma es Myst,Hook es el detective y Neal es Jack, no se si entiendes la comparación que intento hacer. Es decir, Emma quiere a Neal, pero por ahí esta rondando Hook, justo como en tu historia.¿No es genial?

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