18/Noviembre
Samantha Petes (Nox)
Había un par de minutos al día en los que casi
podía perderme por completo en el mundo de mi subconsciente, no del todo
despierta pero tampoco dormida por entero. En esos instantes, flotaba en medio
de la nada del mundo, como si todo a mi alrededor fuera agua o estuviera en una
zona de gravedad cero, y podía sentirlo todo, sentir la vida despertándose, el
movimiento, la vibración del nuevo día que comienza de una forma abstracta e
irracional. Durante ese par de minutos dejaba de ser yo para convertirme en
parte del mundo, fusionada con todo lo que me rodeaba, latiendo al ritmo que
marcaba la vida.
Durante ese par de minutos al día, era tan humana
como cualquiera y, al mismo tiempo, una parte más de la naturaleza.
Y luego me despertaba y la realidad me abrumaba,
con mi corazón estático y mis sentimientos a bajo volumen. Esa mañana, cuando
abrí los ojos, al principio no me di cuenta de la diferencia. Me restregué los
ojos y me acurruqué debajo de las sábanas cálidas. Pero cuando me fijé mejor,
vi que aquellas sábanas no eran las mías, que aquella cama no olía como la mía
y que la habitación en la que me había despertado ni siquiera se parecía a la
que tenía en el apartamento que compartía con Myst. En esta, las paredes
estaban pintadas de un simple color marrón, con solo un cuadro (un perro
corriendo detrás de un frisbee) rompiendo la monotonía unicolor. Había un
armario al lado de la única ventana, cuyas persianas estaban corridas,
impidiendo entrar a la luz del sol y, por tanto, dejándome incapacitada para
determinar qué hora era. En la mesilla de noche junto a mi lado de la cama no
había reloj, solo una figura de un lobo aullando.
Un lobo.
Eso fue suficiente recordatorio para mi mente aun
soñolienta. De golpe, aparecieron en mi mente las imágenes de la noche pasada,
en una rápida sucesión. La misión, el club lleno de humo en el que estaban los
tipos malos y nuestro objetivo, sus asquerosas manos sobre mi cuerpo, su
horrible aliento a tabaco, su mirada lasciva. Un escalofrío me recorrió al
rememorar la sensación de sus labios tocándome y tuve que contenerme para no
correr hacia la ducha más cercana para eliminar cualquier rastro que pudiera quedar,
por pequeño que fuera.
Aquella noche había tenido que volver a ser la
chica que usaba su cuerpo para lograr lo que deseaba, un maldito objeto que
todos los hombres deseaban poseer. Como si no fuera una persona, solo un trofeo
del que alardear. Pero así es como las
chicas guapas se ganan la vida, Samantha. Y nosotras somos mejores que ninguna.
Las palabras de mi madre resonaron en mi cabeza con la misma claridad que si
acabara de susurrármelas al oído. Recordaba perfectamente el día que me lo
dijo, sus labios pintados de rojo, el vestido corto, el escote pronunciado y
los tacones. Puedes tener a todos los
hombres bailando al son que tocas. Solo tienes que saber usar tus habilidades
de súcubo. Así era ella, usando a los demás y haciendo daño solo para
satisfacer sus necesidades egoístas. Y en eso me había convertido la noche
anterior, pero, al menos, yo lo había hecho por salvar la vida de aquella pobre
chica…
¿Lo habíamos conseguido? Joder, me habían
disparado. El recuerdo del dolor me hizo estremecerme, casi hasta volver a
sentir la bala atravesándome de nuevo, dejando un agujero en mi pecho. Tanta
sangre, tan caliente, empapándolo todo… ¿Por qué no estaba muerta?
El lobo…
Me levanté de golpe, quedando sentada en aquella
enorme cama desconocida.
Contuve un gemido cuando la memoria acabó de llegar
y mi desorientación se extinguió como un fuego apagado. Myst me había llevado a
su piso, sin duda, sabiendo que podía curarme si me alimentaba y que él estaría
más que dispuesto. Y dios, cómo me había tocado. Aun sentía sus dedos sobre mi
piel, acariciando, explorando, perdiéndose por todas partes. Me había
incendiado por dentro y me había alimentado mientras yo me aferraba a su
espalda, con las garras clavadas en su carne para que no se marchara jamás. El
súcubo se había dado un festín… hasta que me había curado por completo, y luego
había dormido como si estuviera en coma, hasta ese momento.
Pero, ¿qué había pasado con el lobo?
Me giré lentamente, en parte temiendo lo que podía
encontrarme. Allí estaba, al otro lado de la cama, su enorme cuerpo desnudo
tapado con la sábana. Pero estaba… tan quieto. Demasiado quieto. El pánico
nació a la altura de mi estómago y se extendió rápidamente a todas partes,
hasta que no sentía nada más que el enorme miedo que me embargaba por completo.
Coloqué la mano sobre su espalda, esperando que se
moviera al sentirme, pero no reaccionó. Siguió completamente quieto. Como… si
estuviera muerto.
Un sollozo escapó de mis labios entreabiertos. No,
otra vez no. Esta vez no, supliqué,
aunque ni siquiera sabía si alguien podía escuchar mis plegarias silenciosas.
No era posible, ¿verdad? Pero… yo tenía tanta
hambre la noche anterior… Y me había alimentado de parte de su energía vital
apenas un par de días antes, por lo cual él tenía menos fuerza de lo normal,
así que… quizá sí… quizá yo lo había matado de verdad.
Me abracé a mí misma, mientras otra emoción me embargaba.
Aun andaba falta de práctica en el campo de los sentimientos, pues llevaba demasiado
tiempo flotando en la nada absoluta de la insensibilidad, por lo que tardé un
poco en reconocer qué era lo que me nublaba la vista y me hacía sentir la
persona más miserable del mundo. La enorme culpa de haber sido la causante de
la muerte de la única persona que había estado dispuesta a quererme, aparte de
mi difunta abuela y de mi compañera de piso. Sí, probablemente lo que quiera
que Kai había sentido por mí se basaba más en su parte animal que en la razón,
pero… había sido la primera vez que casi había creído que podía ser normal
desde que era niña. Una vida normal, alguien con quien dormir más de una noche,
alguien que conociera tus secretos y no le importase, que no pensara que yo era
un monstruo simplemente por haber nacido siendo diferente. Y lo había matado.
Me había alimentado de su vida hasta tragármela entera y dejar a su corazón sin
fuerza suficiente para seguir latiendo.
En realidad, sí era un monstruo. Parecía incapaz de
dejar de hacer daño a la gente que me rodeaba, una y otra vez. Al fin y al
cabo, por mucho que hubiera huido de mi pasado, era exactamente igual que mi
madre: un súcubo hambriento dispuesto a cualquier cosa para saciar sus ansias.
Otro cuerpo más que se sumaba a la lista de víctimas a mi paso, un hombre más
que había caído en la trampa de una cara bonita y un cuerpo atrayente que era
más bien un arma de matar.
La culpa se mezcló con un nuevo sentimiento, algo
tan desgarrador que apenas podía mantenerme entera. No sabía darle nombre a
emoción, pero estaba segura de que si seguía sintiéndola mucho más tiempo, me
mataría, porque me comprimía el corazón y los pulmones, creaba un nudo en mi
garganta y sentía ganas de gritar hasta desgarrarme la garganta, solo para
aliviar parte de todo aquel sufrimiento. Era una especie de… desolación,
desesperación, pena. Una mezcla de todas ellas que me dejaba al borde de la
auto-destrucción.
Algo húmedo apareció mi mejilla derecha y corrió
por ella, dejando un reguero mojado a su paso. Me toqué la cara con cuidado, buscando
el origen de la humedad. Quizá estuviera sangrando por alguna herida y no me
diera cuenta, porque el dolor que me embargaba por dentro enmudecía cualquier
otro. Pero no, no había ninguna herida, y sin embargó otra vez una de aquellas
gotas surgió de la nada. Levanté la vista al techo y las lágrimas emborronaron
la visión al acumularse en mis ojos.
Entonces me di cuenta. Estaba llorando.
Parpadeé varias veces, dejando libres las lágrimas
que se habían acumulado en las comisuras de mis ojos. Realmente estaba
llorando. No lo había hecho ni una sola vez desde la muerte de mi abuela,
cuando tenía… seis años. Llevaba sin derramar ni una lágrima desde hacía
dieciséis años, tanto tiempo que ya ni siquiera recordaba cómo era. La humedad
en los ojos, la tristeza en cada parpadeo, el mundo que se desmorona y tú que
no puedes hacer nada para evitarlo. La soledad, la enorme soledad que te deja
sin aliento al darte cuenta de que esa persona te ha abandonado para siempre. Y
justo ese día, dieciséis años atrás, siendo solo una niña asustada al lado de
la cama donde antes estaba su abuela y que ahora estaba vacía, me había jurado
a mí misma que sería fuerte, más fuerte que nadie, que conseguiría sobrevivir
pasara lo que pasase. Saldría adelante, porque se lo había prometido a la
abuela. Y no sería como mamá, porque la abuela no quería eso. No volvería a
sentir tanto dolor nunca más, aunque para ello tuviera que dejar de sentir para
siempre. Siendo una niña, había pensado que
eso era fácil, pero ¿acaso no es todo fácil para los niños? Así había
nacido la ataraxia, con las últimas lágrimas que me había permitido derramar.
Y ahora, años después, habían sido de nuevo las lágrimas
las que la borraban. Poco a poco los límites se desvanecían y los sentimientos
se agolpaban dentro de mí, tantos que apenas podía soportarlos todos al mismo
tiempo.
¿En qué me había convertido? ¿Realmente era fuerte?
Sí, era capaz de matar, de dominar a un hombre con la mente y fingir tan bien
como cualquier actriz de Hollywood que nada me importaba, pero por dentro
seguía siendo una niña asustada que solo buscaba que alguien la quisiera,
porque su madre la había dejado sola en una casa demasiado grande. Pero
seguramente eso era lo que me merecía, porque los monstruos no merecían la
felicidad.
Lo había matado. Me había convertido en todo cuánto
odiaba, en cada calada de cigarro, en su fría sonrisa de desprecio, en sus “apártate,
niña”. Tantos años huyendo para que el pasado acabara dando conmigo en una cama
desconocida, justo cuando me había permitido albergar de nuevo una pequeña
chispa de esperanza.
Su mano cálida sobre mi brazo, directamente en mi
piel desnuda, me sobresaltó hasta casi matarme del susto. Al principio pensé
que era alguna otra pesadilla que venía a buscarme, solo para hacerme más daño,
pero cuando abrí los ojos, descubrí los ojos azul añil de Kai observándome con
preocupación.
-
¿Va todo bien? – su voz sonaba dulce y
ligeramente ronca, porque estaba claro que se acababa de despertar. Tenía el
pelo revuelto y parecía terriblemente cansado, como si llevara una semana sin
dormir.
-
Estás… - me atraganté con mis palabras, mis
emociones y la enorme avalancha que había estado a punto de aplastarme. – Estás
vivo.
Él sonrió, curvando la comisura derecha ligeramente
hacia arriba.
-
Sí, bueno. Tú también.
Intenté decir algo más, pero las frases no sonaban
coherentes ni en mi propia cabeza y boqueaba como un pececillo al que habían
dejado demasiado tiempo fuera del agua. Al final, incapaz de expresar con
palabras el alivio y la felicidad, decidí que era mejor no decir nada.
Me lancé sobre él, haciéndolo caer sobre el colchón
conmigo encima y le besé con toda la fuerza de las emociones que él había
despertado dentro de mí, tanto para bien como para mal. Nunca me había sentido
tan viva, ni siquiera la mitad de viva, de lo que me sentía en ese momento, con
las lágrimas aun en mis ojos y sus labios bajo los míos, besándonos como si el
mundo fuera a acabarse de un momento a otro y a nosotros no nos importase.
Él hizo un sonido estrangulado sin apartarse de mí,
algo sorprendente parecido a una risa, y me devolvió el beso con la misma
pasión que me estaba quemando a mí de dentro a afuera. Sus dedos empezaron a
recorrer mi espalda produciéndome un placer desgarrador. Por una vez, estaba
con un hombre en una cama y no había entre él y yo nada más que eso, no mi
necesidad biológica de alimentarme ni el hechizo en el que ellos se sumían casi
de forma voluntaria.
Cuando me aparté, podría haber pasado un minuto o
un día. Él estaba mirándome como si no pudiera imaginar algo más hermoso que mi
rostro, lo que me hizo devolverle la sonrisa, a pesar de que aún quedaba un
rastro de lágrimas en mi rostro. Me acarició la cara lentamente,
limpiándomelas.
-
No has contestado a mi primera pregunta.
Intenté concentrarme lo suficiente para recordarla,
aunque era difícil estando tan cerca el uno del otro y teniendo sus manos sobre
mí. Saber que estaba vivo había estado a punto de hacerme explotar de euforia.
-
Estás vivo, así que sí, estoy bien.
-
Es demasiado temprano para una respuesta tan
rara – replicó él, presionando suavemente sus labios contra mi mentón.
-
Yo… pensé que te había matado. – La voz se me
quebró. – Creí que me había alimentado demasiado y que no habías sobrevivido y…
eso me estaba matando, saber que había sido yo la responsable de tu muerte.
Él negó con la cabeza lentamente y chasqueó la
lengua con desaprobación.
-
Sam, creo recordar que te prometí que no me
moriría. Deberías confiar más en mí.
-
Bueno – me reí – no es como si fuera algo que tú
pudieras controlar, ¿no crees?
-
Te aseguro que no hay nada que me hiciera
dejarte sola.
Sentí cómo sus palabras me abrumaban de nuevo. Parecía
tan seguro, tan irrevocable, y sin embargo, apenas hacía un par de semanas que
nos habíamos conocido. ¿No íbamos demasiado rápido? Me veía a mí misma como un
tren sin control, cada vez más rápido, próximo a descarrilar. Aquella parte de
mi vida era algo que escapaba de mi entendimiento. Nunca nadie se había
enamorado de mí, ni siquiera había albergado ningún otro sentimiento que no
fuera lujuria o encaprichamiento. Y yo jamás había sentido por un hombre nada
más que el deseo de alimentarme.
Pero ahora Kai se metía de pronto en mi vida y
alteraba todos los parámetros de golpe. ¿Cómo era posible que todo pareciera
estar al revés y al derecho al mismo tiempo? Necesitaba pensar. Necesitaba
inspirar hondo sin contaminarme de su delicioso aroma, porque ahora mismo solo
podía pensar en lo bien que me sentiría besándolo de nuevo, en el momento en
que nuestros cuerpos se convirtieran en uno…
Demasiado rápido.
Necesitaba hablar con Myst.
¡Myst! ¿Estaba ella bien? No recordaba que hubiera
sufrido ninguna herida, pero quizá me daba por muerta. Mis nuevas y cambiantes
emociones volvieron a bullir. Me separé de Kai, casi en contra mi voluntad, y
me acerqué al borde de la cama, buscando con la mirada mi ropa, desperdigada
por la habitación.
-
¿A dónde vas? – la voz de Kai sonó amarga a mi
espalda.
-
Tengo que encontrar a Myst. – Expliqué mientras
empezaba a vestirme.
-
Ah, sí. Deberías decirle que sigues viva, porque
anoche ella parecía tan hecha polvo como tú. Debe quererte mucho.
-
Tanto como yo ella – afirmé con rotundidad.
En la búsqueda y captura de mis tacones, Kai me
agarró del brazo y me hizo volverme hacia él. Estaba increíblemente atractivo
tumbado sobre la cama, con la sábana enrollada entre las piernas y la mirada
soñolienta, con esa sonrisa pícara.
-
¿Me dejarás volver a verte pronto? – pidió, y
capté la nota de desesperación que se escondía detrás de la aparente
indiferencia.
Me debatí un segundo conmigo misma, pero al final
no pude resistirme y me incliné para darle un beso de nuevo. El contacto fue
breve, pero eso no disminuyó la profundidad de nuestra conexión. Había algo más
entre nosotros, más intenso que simplemente la pasión entre dos personas que
son físicamente compatibles. Mi bestia reaccionaba ante la suya. Él respondía a
todos mis instintos naturales, me llamaba con más potencia que un grito en
medio de la noche, que una tempestad en el mar. Era magnético, porque lo que
existía entre nosotros estaba bajo nuestra piel, era lo que éramos más allá de
todo racionamiento. El lobo era capaz de mirar al súcubo a los ojos y enseñarle
los dientes, y eso me encantaba. Y a él también. Nos enloquecíamos mutuamente,
porque su monstruo era una réplica exacta del que vivía dentro de mí.
-
Me lo pensaré – susurré contra sus labios.
Me marché del apartamento antes de que el súcubo
tuviera tiempo de ganar la batalla y me hiciera perder el control. Me largué de
allí con mi vestido de noche demasiado corto (y manchado de sangre, aunque, al
ser negro, no se notaba) y los tacones de aguja que pronto se convertirían en
un martirio para mis pies. Antes de salir de la habitación, lo último que vi
fue la sonrisa de satisfacción de Kai antes de volver a cerrar los ojos y
seguir durmiendo, recuperándose de nuestro último combate… hasta el momento.
Seré sincera, es súper bonita la entrada, pero mi me pareció mucho más bonito el capítulo de Myst y el detective :3
ResponderEliminarLa parte en la que empieza a llorar por la supuesta muerte de Kai es preciosa. Aquel ser, aquel monstruo frío carente de sentimientos, atroz y despiadado llorando, dejando escapar lágrimas verdaderas, sin teatro. Lágrimas sinceras...espontáneas. Quiero que llegue el momento en el que admite que siente algo más por Kai que puro instinto animal.
Tengo la sensación de que le falta algo. No sé. Espero que Yaiza se la lea y tenga la misma sensación que yo. Es ultra bonita, no lo niego, pero no me he estremecido como lo han hecho otras partes del libro. Tengo una sensación rara. Quizás porque es de noche y no tengo la mente despejada o algo, así que me la leeré de nuevo antes de que termine la semana, un dia que tenga la mente bien y volveré a decirte algo
Bien, me parece lógico que el vestido negro camufle la sangre, pero, ¿y el agujero de la bala? Espera, sí, camufla la sange, pero poca cantidad, no litros y litros procedentes de un disparo. ¿No tiene una chaquetita o algo?
No había pensando en eso xDDDDDD Supongamos que le roba una chaqueta a Kai, que eso es lindo.
EliminarNo sé, puede que sí le falte algo, pero no sabría ahora mismo como mejorarla, así que sorry D:
En un principio tenía la idea de que cuando ella se da cuenta de que está vivo, se va corriendo sin decirle nada, pero pensé que así era mejor para la historia. Ahora no estoy tan segura xD
No sé por qué no me dijiste tu idea original porque realmente me gusta e incluso más que esta de quedarse ahí y mirar si está vivo. Pero, ¿no sería mejor que no comprobara si está vivo o muerto? Me explico: que viera que no se mueve y ella automáticamente piensa que está muerto, le inunda la culpabilidad, el amor y todo y se larga rápidamente sin mirar si de verdad está muerto. No haría falta cambiar toda la entrada, me gusta el principio (podrías mantener perfectamente hasta "Un sollozo escapó de mis labios entreabiertos...(...) ".Hasta ese párrafo y tal vez, el siguiente, pero de ese no estoy segura si va a hacer pensar al lector y llegar a la conclusión de cómo va a estar muerto, que seguro que está vivo).
EliminarDe este modo ella se cree que él ya no está en este mundo. Y de un modo sorprendente (en una misión le salva la vida o les ayuda por ejemplo) aparece de la nada, creando un caos de sentimientos en Sam que hace que se dé cuenta de lo mucho que quiere a Kai. Pero, por otro lado, Kai estará molesto de que Sam se hubiera ido sin decir nada.
(También me gusta lo que dijiste ahora de que cuando se da cuenta de que está vivo se va, pero lo mío es para darle como más drama e incertidumbre D: )
¿Qué te parece?
Hola, hola. Siento la tardanza, pero es que últimamente tengo la cabeza en cualquier parte menos sobre los hombros.
ResponderEliminarEl detalle más sencillo y fácil para darse cuenta es en el capítulo http://destinywillfindus.blogspot.com.es/2013/04/lagrimas-bajo-la-lluvia.html, al final del todo, cuando Myst dice "Siempre es buen momento para un café." que es justo la última frase. Si te fijas, esa misma frase se la dice Sam a ella un par de capítulos antes, justo antes de que vaya a reunirse con Clark. Myst estaba citándola, porque ambas tienen esa especie de adicción al café (siempre están bebiéndose uno).
Y justo en ese mismo capítulo esta lo que yo considero el detalle más profundo de la historia, que es esta parte:
"- Debe de ser una gran decepción.
- ¿El qué? – preguntó rápidamente. Su voz sonaba tensa.
- Descubrir que, al fin y al cabo, soy humana. – Desvié la mirada hacia los árboles que estaban frente a nosotros, mientras seguía columpiándome. – Que no soy el monstruo sin sentimientos que usted creía.
- ¿Y por qué eso iba a ser una decepción?
Los dos hablábamos en un tono bajo e íntimo, aunque en la soledad del parque no hubiera nadie para escucharnos. Me encogí de hombros suavemente.
- Supongo que es mucho más fácil odiar a alguien cuando piensas que es un monstruo."
Eso pasa justo después de que Myst hable con Jack y, en realidad, está hablando de sí misma, porque se refiere a que era mucho más fácil pensar en Jack como el cabrón que se aprovechó de ella y la abandonó que como la persona que la dejó para protegerla, la persona que la quería tanto que prefirió sufrir él a que ella sufriera daño alguno. Por eso, lo que está diciendo ahí Myst es que es más sencillo odiar a alguien cuando piensas lo peor de él y, cuando te das cuenta de que no es así, de que no es un monstruo, no puedes odiarlo y eso es mucho más complicado, eso hace que su corazón dude.
Esos dos son los detalles que recuerdo ahora mismo que puse intencionadamente, quizá tengo alguno que otro más escondido que no recuerde :3
Bueno, sabía que a Sam también sentía algo por el café, pero no sabía que era la misma frase D:
EliminarLo último nunca se me hubiera ocurrido, y ahora que lo dices es super bonito.
Bueno, ya que ha salido un poco el tema, no se si estas al día con érase una vez, y sabes que hay un triángulo amoroso (Emma-Hook-Neal), pues, es justo como en tu historia, Emma es Myst,Hook es el detective y Neal es Jack, no se si entiendes la comparación que intento hacer. Es decir, Emma quiere a Neal, pero por ahí esta rondando Hook, justo como en tu historia.¿No es genial?