6/Noviembre
Jack Dawson (Boom)
Aunque ya casi me sabía de memoria toda la
información contenida en las dos páginas, impresas en tinta negra sobre papel
blanco, que estaban ante mí, estaba leyéndolas una vez más, buscando algo, un
pequeño detalle, que se me hubiera escapado en las anteriores lecturas. Cosa
casi imposible, puesto que ya me lo había leído, al menos, cien veces desde que
Strike me lo mandó después de nuestra reunión.
Pero es que había algo que no acababa de cuadrar.
Bueno, en realidad, nada tenía demasiado sentido.
De repente, cuatro mafiosos aparecen muertos. La
asesina es una chica, que, según la descripción del informe, no debía de tener
más de veinte años, de aspecto frágil. A la cual habían encontrado en la escena
del crimen. Pero, aun así, la habían dejado libre, sin cargos.
La policía no era tan estúpida.
Además, aquel trabajo, un asesinato como ese, le
quedaba demasiado grande a una sola persona, a menos que tuviera una habilidad
impresionante, algo así como detener el corazón de una persona con la mente.
Una lucha cuerpo a cuerpo contra tres hombres más grandes y más fuertes que
ella… posible, pero complicado.
Aunque eso, simplemente, podía significar que la chica
tenía una mezcla de buen entrenamiento con una habilidad que la apoyara.
Y, probablemente, ayuda externa. No se mencionaba
nada en el expediente que teníamos de ella, pero, siendo un miembro acabado de
salir del cascarón, era dudoso que actuara solo. Solían contar con una persona
que los ayudara hasta que adquirieran la experiencia suficiente para librarse
de sus apoyos, que, normalmente, eran Supras más débiles que no poseían una
habilidad suficientemente poderosa como para trabajar en solitario, y quedarse
ellos con toda la recompensa por una misión.
Cogí un bolígrafo que había sobre la mesa y apunté
con trazos rápido “apoyo externo,
neutralizar al compañero antes de atacar”. El objetivo era eliminar a la
asesina principal, que era la que podría traernos dolores de cabeza, pero no
tenía por qué derramar más sangre de la necesaria. Solo con asegurarme que su
ayudante no me molestaría mientras realizaba mi misión era suficiente.
Jugueteé con el bolígrafo entre los dedos mientras
seguía leyendo la poca información que contenía el informe. Suspiré. Aparte del
suceso de los rusos, no había nada más relevante, y hasta eso resultaba un dato
insuficiente. Ni siquiera tenía una foto, aunque Strike me había dicho que intentaría conseguir una. Habían
publicado una de ella en blanco y negro en el periódico del día que fue llevada
por la policía a la comisaría para interrogarla, pero las autoridades habían
obligado al periódico a retirarla, porque vulneraba la protección de un testigo
que, probablemente, estuviera siendo buscado por la mafia para vengarse de la
muerte de su líder y otros dos de sus miembros más importantes.
Aun así, un buen hacker podría conseguirla
infiltrándose en el sistema informático interno del periódico, donde seguiría
archivada la imagen, o buscando el número publicado aquel día, pero, realmente,
no tenía demasiado interés en su físico. Para mí, era solo un objetivo más, un
número y una forma de matar. Una estrategia para lograr acercarme lo suficiente
y hacerla desaparecer, desperdigada en pedacitos imposibles de reconocer como
una persona.
Y, para lograr eso, era más interesante internarse
en la mente de tu víctima que preocuparse por su físico. Por eso releía una u
otra vez el artículo, intentando buscar sus motivaciones, cómo era, qué haría
para defenderse. Tenía que calcular las posibilidades para asegurarme de que no
hubiera margen de error en mi trabajo, porque un fallo, por pequeño y estúpido
que fuera, podría costarme la vida. Me dedicaba a un juego demasiado peligroso
y solo una precisión milimétrica era lo que me permitía seguir respirando día a
día.
Realmente, no es como si morir me resultara una
pena insoportable. Ya hacía tiempo que me tomaba la muerte con indiferencia;
pensaba en ella como el destino final al que no me quedaba más remedio que
llegar, probablemente, pronto. Pero no podía quedarme quieto esperando sin más,
porque aún estaba Clark. Había hecho la promesa de protegerlo y no pensaba
fallarle a él también, no cuando solo me tenía a mí para defenderlo del mundo,
que no dudaría en utilizar sus habilidades como había hecho con las mías.
Cerré los ojos y volví a suspirar. Tenía que
centrarme.
Mi asesina, cuyo alias era Myst (eso lo habíamos
descubierto al contratarla para llevar a cabo la misión-trampa), aunque aún no
sabía por qué, parecía ser bastante retorcida. Había acuchillado a aquellos
mafiosos una y otra vez hasta desangrarlos y luego había permanecido en la
misma casa que los cadáveres durante horas, hasta que llegó la policía. Eso
también demostraba que tenía mucha sangre fría y que poseía una crueldad
temible. A eso podía sumarle el detalle que me había contado personalmente mi
contacto y que también se narraba en mi informe. Ella les había cortado las
cuerdas vocales a sus tres víctimas mientras estos morían. Mientras aún estaban
vivos, desangrándose poco a poco. Ese acto demostraba que no solo había querido
quitarles la vida. No, no había sido simplemente un asesinato a cambio de un
generoso pago. Los había matado lentamente, regodeándose en su dolor, y eso
mostraba a las claras que había tenido algún asunto personal con ellos. Había
sido una venganza en toda regla y ella la había disfrutada, alargándola tanto
como pudo y contemplando su obra maestra, recubierta de sangre de pies a
cabeza. Para luego fingir ser una pobre víctima inocente.
Hacía mucho que no había leído acerca de un acto
tan brutal y sanguinario. Tan retorcido. Definitivamente, la persona que lo
había llevado a cabo debía de haber perdido su humanidad o, como mínimo, gran
parte de ella.
Myst.
¿Quién eres,
Myst? Eso era lo que me preguntaba una y otra vez. La curiosidad me estaba
carcomiendo poco a poco, persiguiéndome y creciendo día tras día. Había
empezado a generar una obsesión con esa chica. Tenía que descubrir sus
motivaciones, su verdadera naturaleza. Si de verdad había hecho eso, qué había
sentido mientras lo llevaba a cabo. Si todavía era humana o solo un monstruo
sin corazón.
Interrumpiendo mis cavilaciones, el móvil destruyó
el silencio de la habitación. Vibraba desde el otro extremo de la mesa,
reclamando mi atención, aunque, de nuevo, deseé de todo corazón poder
destruirlo y nunca, nunca más, tener que preocuparme de quién cojones sería el
que estaría al otro lado de la línea y qué querría de mí. Qué tipo de acto
despiadado me pedirían que realizara, otro pecado que añadir a la larga lista
que llevaba tatuada en el alma desde que había antepuesto la supervivencia a la
moral.
Eliminé esos turbios pensamientos con un ademán de
la cabeza y descolgué a la vez que apretaba el móvil contra la oreja.
-
Boom -
gruñí, usando mi alias para presentarme. En un negocio como el mío, es mejor no
desvelar tu verdadero nombre.
-
Soy yo, Strike.
-
Ah, hola. – Una parte de mí había estado
esperando esa llamada durante los últimos días con impaciencia. - ¿Tienes noticias
para mí?
-
Unas cuantas. – Hizo una pausa dramática, de
esas que tanto les gustaban. Estuve a punto de gritarle de impaciencia, pero me
mantuve en silencio, mordiéndome la lengua. – Nuestra chica ha superado con
éxito la misión – sentenció al fin.
-
Pensé que me habías dicho que era imposible que
lo consiguiera.
-
Así era. Nadie se explica cómo coño lo ha
conseguido, pero ahora estamos seguro de que Tánatos tiene una buena mano esta
partida.
-
Cuéntamelo todo con detalle.
Me recosté en la silla, apreté el botón del
bolígrafo y lo posé sobre una hoja en blanco, listo para anotar cualquier
información que pudiera serme de ayudar para mi próxima misión.
-
En realidad, ni siquiera sabemos muy bien cómo
lo hizo.
-
¿Qué quieres decir? Tenían que haber cámaras de
seguridad, ¿no? Y había un montón de guardias en la casa, preparados.
-
Lo sé, créeme. Te contaré lo que sé. Nuestra
asesina, y ahora ladrona, se coló en la fiesta que daba la dueña del jarrón.
Fue invitada como pareja de un rico heredero que representaba a su padre. Nadie
sospechó de ella demasiado, por supuesto. Era solo una chica guapa más. Estuvo
en la fiesta durante unas dos horas, según cuentan los testigos. Luego, se
excusó para ir al lavabo y desapareció. Nadie volvió a verla.
-
Está claro que fue a robar el jarrón entonces.
-
Hasta ahí también llego yo, Sherlock. Pero,
después de eso, ya no sabemos qué paso.
-
Pero…
-
Alguien se encargó de destruir todas las cintas
de las cámaras de seguridad, si eso es lo que ibas a preguntar. Lo más curioso
es que habíamos dejado a cargo de la vigilancia a uno de los nuestros, un Supra
cuya habilidad está relacionado con la tecnología. Puede manejar los
ordenadores y comunicarse con ellos como si fueran personas. Muy alucinante.
Bueno, a lo que íbamos. Lo dejamos en la sala de control para que se asegurara
de que no pasara nada raro y, en caso de que apareciera nuestra asesina, nos
avisara de inmediato.
-
¿Y? ¿Qué pasó con él?
-
Cuando los nuestros fueron a buscar las cintas y
a pedirle explicaciones, lo encontraron tirado en el suelo del cuarto…
durmiendo como un bebé. No tenía ni un solo rasguño. Es más, parecía
absolutamente feliz, como si las Navidades se hubieran adelantado solo para él.
Cuando lo despertábamos, nos aseguró que no recordaba nada y no quedaba ni
rastro de las grabaciones. Todas destruidas.
-
Mierda. – Lo pensé un segundo. – ¿Sabes? No creo
que pudiera hacerlo todo sola.
-
En eso estamos de acuerdo. Los jefes también lo
pensaron, así que hemos estado investigando. Nuestra chica llegó a la fiesta en
una limusina, con su guapo heredero… y una amiga que está demasiado buena para
ser real. Uno de los invitados de la fiesta le sacó una foto, porque se enamoró
de ella nada más verla. Déjame decirte que he visto loa foto y que yo también me
he enamorado. La mujer más espectacular que he visto nunca. Curvas de infarto,
rostro de ángel, piel de caramelo, sonrisa incitante… - La voz de Striker se
convirtió en un susurro bajo. Casi podía verlo babeando fantaseando con la
beldad que me estaba describiendo, pero yo no estaba interesado en mujeres.
Solo me importaban dos. La que había marcado mi
vida de parte a parte, la que me había cambiado, de la que me había enamorado
sin remedio y a la que después había perdido, la mujer a la que echaba de menos
cada día y a la que nunca volvería a ver… y el objetivo que se presentaba ante
mí, al cual tenía que destruir.
-
Céntrate, ¿quieres? Recuerdo que me dijiste que
las medidas de seguridad eran de lo más sofisticado que existe, ¿cómo logró
superarlas?
-
Y yo que sé. No tenemos imágenes de lo que pasó,
así que solo podemos hacer suposiciones. Pero no se me ocurre, ni a mí ni a
nadie, el modo de que pudiera atravesar una pared de tres metros de grosor, de puro cemento, sin desactivar el sistema de
alarma y que, una vez dentro, superara los múltiples sensores láser y el sensor
térmico, que se activaba automáticamente si cualquier cuerpo humano intruso
entraba en la habitación. Nadie se lo explica.
-
¿Estamos seguros de que esa chica, o lo que sea,
es humana? – pregunté de manera sarcástica, por lo que obtuve una sonora
carcajada de mi interlocutor.
-
Yo ya lo dudo.
Tabaleé sobre la mesa de madera, intentando buscar
una solución para el misterio de cómo una persona normal (bueno, no normal del
todo, pero básicamente humana) pudiera llevar a cabo todo eso. Finalmente me
rendí.
-
¿Cómo terminó el asunto?
-
Escapó con el jarrón, pero por los pelos. Al
retirar la vitrina, sonó la alarma que lleva incorporado el cristal. Los
guardias fueron corriendo de inmediato a ver qué sucedía, pero, para cuando
llegaron, el jarrón y su ladrona ya no estaban en la sala. Salió del mismo modo
inexplicable que entró. Tampoco encontramos a su amiga por ninguna parte. –
Pude percibir, sin verlo, como una sonrisa se extendía por el rostro de Strike.
– Realmente, son buenas, ¿eh? Ojalá estuvieran en nuestro bando. Necesitamos
más mujeres así en Skótadi.
Me ahorré un nuevo comentario sarcástico. Yo no
necesitaba mujeres, de ningún tipo, pero para un hombre común, como era mi
contacto dentro de la agencia, siempre era positivo tener cerca a chicas
preciosas. Y si estas eran Supras con increíbles capacidades que reportaran
beneficios para la organización, mejor aún.
Para vencer aquella partida tenía que atraparlas
sin que se dieran cuenta, evitar que sospecharan hasta que ya fuera demasiado
tarde. Es decir, tenderles una trampa. Apunté la palabra en el margen superior
del informe y la rodeé con un círculo para resaltar su importancia. Casi al
instante, se me ocurrió una solución maravillosa.
-
Oye, Strike. ¿Y si les tendemos una trampa
usando el jarrón? Les pedimos que vayan a tal sitio a entregarlo y las estamos
esperando allí para atraparlas entre la espada de la pared. No se lo verán
venir – sonreí, encantado con esa estrategia. Rápida, segura. Ellas no estarían
pendientes de un ataque, tendrían la guardia baja, y yo podría hacer mi trabajo
sin más complicaciones peligrosas.
-
Es una idea genial. Si no fuera porque ellas han
entregado el jarrón a la organización y ellos se encargarán de entregárnoslos
una vez paguemos. Mañana les tenemos que entregar el dinero. Así que perdemos
pasta y una oportunidad maravillosa de tender una trampa – la voz de Strike
rebosaba tanto pesimismo como la mía propia cuando mascullé un “joder”.
-
Parece que se lo hubieran olido – maldije en un
susurro. Aquellas chicas debían ser en extremo cautas, porque la mayoría
prefería hacer la entrega en persona y recibir el dinero sin intermediarios,
que les robaban parte del beneficio.
Era muy extraño que decidieran tomar esa medida,
quizá demasiado. Tras pensarlo un par de segundos, lo atribuí a que se trataba
de su primera misión y aun no tenían demasiada experiencia, por lo que
priorizaban la seguridad a unos beneficios mayores.
-
Y después de todo esto, – retomé el tema - ¿qué
quieren los jefes que haga?
-
Aún están decidiendo, pero no creo que tarden
mucho en encargártelo. Dentro de dos días como muy tarde. Esas chicas son una
amenaza. Eso quiere decir que tienes que andarte con cuidado, Boom.
-
Sí, papá.
-
No me vengas con gilipolleces – Strike volvió a
reírse. Oí como masticaba algo crujiente. – Creo que es un desperdicio, la
verdad, pero qué le vamos a hacer.
-
O las matamos nosotros, o nos matan ellas. Sabes
que esto funciona así. La ley de la selva.
-
Sí, sí. Sé la lección. – Volví a masticar algo
y, por el ruido, supuse que serían patatas de paquete. - Bueno, te mantendré
informado.
-
De acuerdo.
Sin más palabras de despedida, ambos colgamos. Me
quedé observando el teléfono un buen rato, pensando una y otra vez en la
conversación que había mantenido con Strike, en lo que él me había contado.
Mis sospechas se habían confirmado: Myst no
trabajaba sola.
Lo malo es que aquella misión falsa que les
habíamos encomendado no me había servido de ayuda para saber cuáles eran sus
habilidades, así que no tenía ni idea de cómo abordar la situación. Ir de
frente hasta ella podía ser peligroso si su habilidad le permitía dejarme fuera
de combate rápidamente o era de tipo mental.
Si no sabía a qué me enfrentaba, era difícil
diseñar una estrategia que me permitiera salir victorioso. Y, además, ahora me
tenía que encargar de dos objetivos, no solo de uno. Doble riesgo.
Haciendo un resumen general, no había obtenido casi
ninguna información valiosa de que aquella llamada telefónica. Solo que mi
asesina no trabajaba sola. Por lo demás, todo alrededor de ella seguía siendo
un misterio, aunque estaba claro que tenía recursos suficientes y era valiente.
Aunque quizá simplemente fuera despiadada.
Por tercera vez en lo que iba de tarde, suspiré de
nuevo. Aquella misión no iba a ser tan fácil como yo pensaba, de ninguna
manera. Había demasiadas variables que podían estropearlo todo. Tendría que
empezar a idear un plan que se ajustara a las circunstancias en las que me
encontraba, que me permitiera acercarme a mi objetivo (que aún no sabía dónde
se encontraba, incluso si vivía en mi propia ciudad; tampoco la había visto
jamás ni sabía qué era capaz de hacer) sin que ella se percatara hasta que
fuera demasiado tarde y no pudiera evitar que la hiciera estallar.
Apoyé la frente sobre las palmas de la mano.
Estaba, indudablemente, jodido.
***
Mientras permanecía sentado en la mesa de la
cocina, reflexionando acerca de un modo de cumplir con mi misión y no morir en
el intento, no me di cuenta de que Clark se deslizaba en silencio desde la
pared detrás de la cual había estado escondido a su habitación.
Al llegar, se sentó en la silla, frente al
ordenador. Al igual que había hecho yo, suspiró.
Aun sabiendo que podía estar cometiendo un enorme
error, tras haber escuchado mi conversación con Strike desde el principio,
oculto tras la pared y atento a todas mis palabras, ahora debía ir en busca de
Nox y contarle lo que estaba a punto de suceder. Para protegerme a mí. No del
golpe físico que yo esperaba recibir al enfrentarme a un miembro del equipo
contrario, si no de la jodida devastación de saber que me habían encargado
matar a la mujer de la cual seguía irremisiblemente enamorado. Y encima,
teniendo la certeza de que ella no dudaría en atacarme nada más verme y que yo
no haría nada por defenderme, no cuando prefería perder la vida por ella.
Aunque su objetivo era noble, tenía un topo oculto
en mi propia casa y yo ni siquiera sabía que mi hermano pequeño había
traicionado mi confianza e informaba al enemigo de cada uno de mis movimientos.
No me enteraría hasta unos cuantos días más tarde, cuando ya fuera demasiado
tarde y todo se hubiera precipitado. Pero supongo que así funciona el destino,
jugando con nosotros en cada uno de nuestros pasos.
(Creo que a esta entrada le falta algo, pero no sé el qué. Si se te ocurre algo, cualquier detalle, ¿podrías decírmelo en los comentarios? Quizá más adelante recuerde qué es y la modifique. Si es así, pondré un aviso, para que podáis leer los cambios).
Veamos, la entrada esta, no sé, se me ha atascado.No la he captado del todo, por ejemplo, no entendí demasiado bien la última parte (a partir de los asteriscos).Pero no está mal tampoco, ni creo que le falte algo
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