7/Noviembre
Clark Dawson (Flames)
Estaba apoyado contra la fachada del edificio de
enfrente, oculto por las sombras de la noche que se cernía sobre la ciudad y
del toldo que colgaba sobre mi cabeza, esperándola. Mantenía una aparente
postura relajada, aunque dentro de mí la sangre cada vez bullía con mayor
rapidez debido a la excitación que me vibraba en los huesos. Mi vida había
pasado de ser un completo aburrimiento, monotonía un día tras otro, a verme
envuelto en un enorme lío, intentando salvar la vida de mi hermano tanto de un
modo físico como mental, pues quedaría devastado si llegaba a enterarse de que
era la mujer de la que seguía enamorado a la que tenía que matar; y, por otro
lado, me sentía irremediablemente atraído de una forma que iba contra toda
lógica por una mujer a la que apenas conocía y a la que quería ver aparecer lo
antes posible.
Casi como si fuera capaz de oír mis pensamientos
desesperados, Nox abrió en ese momento la puerta del portal del edificio y me
miró a través de la calle desierta, con una media sonrisa dibujada en su bello
rostro. Vestía de forma informal, una sudadera amplia de color negro con
capucha y unos vaqueros sencillos, pero seguía estando tan sensual como
siempre, aunque la ropa no resaltara en especial su atractivo. Simplemente… era
como una sustancia que desprendía. Si el erotismo tuviera un aroma concreto,
esa hubiera sido la fragancia de Nox. Las compañías de perfumes hubieran pagado
millones por poder embotellar ese olor que poseía ella de forma natural y que
me enloquecía, al igual que al resto de los hombres que se hallaban a su
alrededor. Todos la observaban al pasar, muriéndose por estar con ella.
¿Qué coño hay
en ella que nos produce ese efecto? Éramos las ratas acudiendo a la llamada
del flautista de Hamelin. Una sonrisa suya y ya caíamos sin remedio en sus
redes.
Me obligué a mantener mi postura relajada mientras
ella se acercaba con un paso alegre y despreocupado, hasta detenerse a mi lado,
también dejando que las sombras de la noche ocultaran su rostro ante posibles
miradas indiscretas.
-
Así que has vuelto – dijo ella con una sonrisa
de bienvenida cordial.
Asentí. Ella me hizo un gesto, señalando uno de los
callejones secundarios entre edificios que estaban casi desiertos a esa hora de
la noche y en los cuales estaríamos protegidos de miradas indiscretas. La seguí
hacia allí, en silencio.
Entonces, me di cuenta de algo. Aunque sus gestos
eran los de una persona corriente, había algo que le faltaba sus expresiones.
Una chispa de… vitalidad. Parecía menos humana que el resto, menos real en sus
reacciones. Por ejemplo, en aquel momento, la sonrisa que mostraba no le
llegaba realmente a los ojos. Era una mueca, preciosa, sí, pero solo un gesto
vacío. No había calidez en su mirada, ni alegría. Solo… una tranquila
indiferencia.
Por un momento, me recordó a un robot, automático y
sin vida.
Aparté la idea de mi mente con rapidez y me centré
en el tema que había venido a traer.
-
Te traigo noticias. Malas noticias – informé con
rapidez.
-
Lo suponía. – Metió las manos dentro de los
bolsillos del abrigo y me miró, enarcando una ceja, expectante. – Cuéntame.
-
Los de Skótadi quieren cargarse a An… Myst – me
corregí de inmediato.
Nox entrecerró los ojos y, por un momento, la
sombra de una emoción se reflejó en ellos. Aunque no la pude reconocer por
completo, pues desapareció casi al instante, era algo similar a una furia abrasadora
calentada a fuego lento, a un paso de derivar en odio puro y duro.
Pero la expresión se borró de su cara y volvió a
permanecer ese gesto de indiferencia tan característico de ella. Hizo aquel
extraño tic que la había visto hacer otras veces: recorrer su labio inferior
con la lengua.
-
Dime algo que ya no sepa – replicó ella. Su voz
no mostró ningún matiz en especial, quizá solo un ligero sarcasmo instintivo.
Me quedé callado durante unos cuantos segundos, que
se eternizaron en un incómodo silencio entre los dos. Mientras pesaba qué decir
y qué palabras usar con exactitud, me fijé en el arco de su cuello, en el
profundo color verde de sus ojos y en sus manos, que en ese momento se
colocaban el pelo correctamente sobre la espalda y el hombro derecho.
Me acerqué un poco más a su cuerpo de manera casi refleja,
como respondiendo a una llamada que no había sido formulada. Ella me miró a los
ojos con fijeza, sin ningún tipo de pudor o incomodidad por el largo contacto
visual o por el silencio que se alargaba más y más. Sentí el irracional impulso
de elevar la mano y acariciarla el rostro, su suave piel… o de besarla. Cada
vez sentía más deseos de probar sus labios, un acto que sentía más y más ganas
de llevar a cabo cuando más tiempo pasaba tan cerca de su cuerpo.
Me obligué a volver a recostarme contra la pared,
en el medio del callejón, en la misma postura que tenía antes. Coloqué las
manos tras la espalda, para evitar realizar algún movimiento del que, con seguridad,
me arrepentiría en el futuro. Nox pareció captar mis intenciones, porque imitó
mi gesto. Los dos quedamos hombro al lado de hombro, con nuestros cuerpos
separados por un trozo de pared de unos cuantos centímetros y una cantidad de
aire que no podía considerar como suficiente.
Todos mis sentidos la percibían por completo. Ella
era mi realidad en aquellos momentos.
-
Quieren que se encargue el mejor asesino que
tienen – continué finalmente, rompiendo el espeso silencio que se había creado.
Asintió, alentándome a terminar con todo lo que tenía que decir antes de
responderme. – Y esa persona es… mi hermano.
-
¿Jack? – el nombre escapó de sus labios como una
maldición.
-
Sí. Puesto que su habilidad le permite matar
simplemente mediante el contacto físico, es la mejor baza que tienen contra
ella… contra vosotras.
Nox levantó la mirada, dirigiéndola ahora hacia las
estrellas que empezaban a titilar en el cielo nocturno sobre nuestras cabezas.
La luna estaba en cuarto menguante, desapareciendo lentamente de nuestra visión
después de haber estado llena por completo hacía apenas tres noches.
-
Pues vaya mierda. – Bufó finalmente Nox. Se
llevó una mano a la cabeza y se restregó los ojos como si estuviera
cansada. – No podemos permitirlo.
-
Lo sé. Saber que Myst está viva, que ahora es una
asesina y que está en Tánatos, destrozaría a Jack.
Nox emitió un sonido similar a un gruñido bajo, con
un claro carácter de disgusto.
-
Me da igual tu hermano. A mí lo que me preocupa
es que Myst también sufriría con el encuentro. Y que probablemente lo hiciera
aun más si tuviera que matar a tu hermano por intentar tratar de hacerle daño.
-
¿De verdad crees que ella trataría de asesinar a
mi hermano? – repliqué mordazmente.
Indudablemente, la relación entre ellos había
tenido un resultado desastroso y catastrófico para ambas partes, y sí, Myst
estaba lo suficientemente enfadada y dolida como para amenazar la vida de Jack la
vez que habíamos hablado en el aparcamiento de la discoteca, pero dudaba mucho
que realmente fuera capaz de hacerle daño. Entre ellos había habido algo muy
fuerte, muy poderoso, una de esas historias de amor increíbles que hacen
temblar a los corazones, aunque su final no hubiera sido el propio de un cuento
de hadas.
-
No, seguramente no. Myst sigue teniendo una gran
compasión y un montón de valores morales que le impiden matar a gente sin que
haya razones de peso – Nox giró el cuerpo de pronto, de modo que su cara quedó
frente a la mía. Su gesto era gélido, duro, y en él se reflejaba la amenaza que
impregnaba el tono de su voz. En ese momento, mostraba esa parte de sí misma que
no era sensual e incitante. Justo en ese instante, Nox era un peligro andante. –
Ella no sería capaz, pero yo sí.
Retrocedí ante la frialdad de su voz y el mensaje
de sus palabras, que se estrelló contra mi cerebro una y otra vez. Estaba
amenazando abiertamente a mi hermano. Eso era lo que querían decir. Y no me cabía
ninguna duda de que ella sería capaz de hacerlo, de quitarle la vida sin ningún
remordimiento posterior, porque lo leía en sus facciones duras e insensibles.
Ahora sí parecía un robot inhumano, sin sentimientos ni una ética que
cuestionara sus actos.
-
¿Matarías a Jack? – susurré, pero mi voz resonó
en el silencio de la noche como un grito aterrado.
Ella me contempló con evidente indolencia.
-
¿Si con ello evitaría que le hiciera daño a
Myst? Sin dudarlo instante – replicó en el mismo volumen. También sus palabras
se convirtieron en un sonido ensordecedor en mis oídos, mientras un millón de
escalofríos me recorrían el cuerpo. Sentí mucho frío y unas intensas ganas de
salir corriendo.
Me di cuenta de que estaba en una piscina demasiado
profunda y que no llegaba al fondo con los pies. Tampoco sabía nadar. Me había
creído capaz de tirarme justo en el centro, en la parte más honda, y salir a la
superficie por mis medios, pero ahora descubría que no, que el agua estaba
embravecida y que, si las cosas no cambiaban de rumbo, pronto acabaría ahogado.
Retrocedí un poco y Nox dio otro paso, manteniendo la distancia entre nosotros,
sin aumentarla ni disminuirla. No iba a dejarme escapar tan rápido. Yo debía de
tener toda la pinta de un ratoncillo asustado que huiría del gato devorador a
llorarle a mi papá. O, en este caso, a mi hermano. A Nox no le interesaba en
absoluto que yo le contara una sola palabra a Jack de lo que había estado
haciendo últimamente, pues eso arruinaría el elemento sorpresa con el que
contaba mediante la información que le había suministrado.
Y ya lo había dicho de manera clara. Haría
cualquier cosa por protegerse a sí misma y a Myst. Matar incluido.
El terror me erizó el vello.
-
¿También vas a matarme a mí, Nox? ¿Aquí y ahora?
– pude preguntar. La voz me sonó ronca, porque tenía la garganta seca del
miedo.
Tanteé mis bolsillos en busca del mechero que debía
estar escondido en alguna parte… Necesitaba aquel maldito objeto ya…
Lo encontré en el bolsillo trasero. Sentí su forma
contra mi mano y casi suspiré de alivio.
Nox ladeó la cabeza, evaluándome. Su mirada me
recorrió de arriba abajo, buscando puntos débiles, cavilando sus alternativas,
revisando posibles soluciones al problema en el que me había convertido.
Su expresión indiferente no varió ni un por un
segundo. Podría haber estado pensando en el almuerzo del día siguiente tanto
como en mi muerte.
-
No quiero matarte. Eres una buena fuente de
información. Y bastante guapo, aunque quizá un poco desgarbado para mi gusto –
se pasó la lengua por el labio inferior, repitiendo otra vez su extraño tic. –
Pero… lo haré si no me queda más remedio – la inflexión en su tono de voz no
cambió. Solo constataba un hecho. El mismo tono con el que otra persona podría
haber dicho “mañana amanecerá de nuevo”. Una sentencia invariable, no una
opinión.
-
Preferiría que… no me mataras – susurré, bajando
la mirada.
Lentamente, ella asintió. Abandonó su tensa postura
que auguraba combate y volvió a recostarse contra la pared, con una tranquilidad
tal que parecía no haber pasado nada fuera de lo normal. Como si no hubiera
amenazado con asesinarnos a mi hermano y a mí.
Ahora, una vez el monstruo sanguinario y cruel
había hecho su trabajo, había vuelto a desaparecer y frente a mí solo estaba la
preciosa chica encantadora de siempre, todo sonrisas y calidez falsa. Pero
ahora ya no picaría tan pronto el anzuelo. Sabía demasiado bien que, bajo
aquella atractiva fachada de perfección angelical, se encontraba una bestia
carente de sentimientos y capaz de cualquier cosa para garantizar su seguridad.
-
Bien. Entonces, mantén la boca cerrada, ¿de
acuerdo? – ella cerró los ojos y se centró en los sonidos que nos rodeaban. –
No le digas nada a tu hermano. No le hables de mí, ni de lo que hemos hablado
aquí. No le hables de Myst. Ni siquiera menciones que sabes cualquier cosa
sobre esto. ¿Queda claro?
-
Sí – asentí sin voluntad, dispuesto a decir
cualquier cosa por escapar de allí de inmediato. No sabía cuánto más iba a
poder tratar con la persona racional antes de que volviera a emerger el
monstruo letal.
-
¿Sabes? No me pareces muy convencido – se movió
tan rápido que no supe que lo estaba haciendo hasta que se quedó parada frente
a mí. Era varios centímetros más baja que yo, pero compensaba su estatura con
el aura de poder que la rodeaba. Tomó mi cara entre sus manos, pequeñas y
delicadas en apariencia, pero más fuertes de lo que parecían.
Por alguna razón, me vi forzado a clavar la mirada
en sus ojos, aunque, realmente, no quería. Tenía la intuición de que había algo
en ellos muy peligroso, que hacía perder la razón a aquellos insensatos que
caían en el abismo de sus pupilas. La última vez que había venido a hablar con
ella, había estado a punto de perder por completo el dominio de mí mismo y ese
suceso tenía alguna relación con el poder que manaba de sus ojos verdes.
-
Acatarás todas mis órdenes, ¿queda claro? –
repitió. Sin embargo, esta vez sonó con más fuerza, directamente sobre mi
sangre y cerebro, introduciéndose hasta la médula en mi cuerpo. Sus palabras se
quedaron grabadas a fuego en mi interior, una prohibición imposible de
incumplir.
El control abandonó mi cuerpo, que se relajó de inmediato.
Dejé de sentir miedo y de preocuparme por su cercanía. Ya no me importaba que
quisiera hacerle daño a mi hermano, porque estaba bajo el dominio de sus ojos y
su voz cautivadora e hipnótica. Su palabra era ley y la cumpliría bajo cualquier
condición.
Nox sonrió y volvió a pasarse la lengua por el
labio inferior.
-
Ahora sí estoy segura de que harás lo que te he
dicho – con un asentimiento, me soltó y retrocedió un paso.
Me liberó de su control. Me tambaleé, recuperando
la conciencia de mis acciones después de los pocos segundos en los que había
sido su marioneta. Sus órdenes aun estaban en mi subconsciente y supe con
certeza que, por mucho que lo deseara, no podría incumplirlas nunca. Ahora eran
para mí tan ineludibles como el principio de la gravedad.
-
Eso no era necesario – gruñí, enfadado.
-
Sí, lo era. – Entrecerró los ojos. – No puedo
fiarme de ti.
Antes de que pudiera responder, una serie de
acontecimientos sucedieron tan rápido que mi cerebro no pudo procesarlos mientras
ocurrían, aunque se encargó de grabarlos cuidadosamente para que pudiera
analizarlo todo después y entenderlo.
Tres hombres surgieron de la nada a la espalda de
Nox. Ella se giró con rapidez y los observó con su mirada crítica. Uno de ellos
se lanzó hacia adelante, intentando sujetarla, mientras otro empuñaba una bolsa
negra para taparle la cabeza.
Nox se volvió hacia mí. Por una vez, en sus
facciones se reflejó una emoción casi natural, no fingida. Una rabia
burbujeante que arrasaba todo a su paso.
-
¡Me has traicionado! – rugió con furia.
Sin darme tiempo para desmentir sus palabras, un
brazo surgió por detrás de mí y me rodeó el cuello, impidiéndome hablar y llevándome
al borde de la asfixia, pero sin ahogarme por completo.
El primero de los hombres llegó hasta Nox y la
rodeó con los brazos, pero, surgida de Dios sabe dónde, Nox hizo aparecer una
daga del tamaño de la palma de la mano y se la clavó en el estómago, primero, y
en una de las piernas después. El hombre, que era una enorme mole de rasgos nórdicos,
vociferó de dolor y la soltó mientras caía al suelo.
Yo no me moví, incapaz de reaccionar. Había oído la
acusación de Nox, pero no había sido capaz de entenderla. Solo contemplaba,
extasiado, el modo en el que ella se movía, luchando por su vida.
Los dos hombres restantes corrieron en auxilio de
su compañero caído, que aún llevaba la daga clavada en el muslo derecho y gemía
de dolor. Nox esquivó el puñetazo del primero de ellos y se lo devolvió,
golpeando su mandíbula con una fuerza sorprendente para una mujer de su tamaño.
Hizo surgir otra daga de un sitio que no fui capaz de ver, quizá de debajo de
la sudadera, y atacó al tercero de los hombres, que esquivó el arma por muy
poco.
El segundo volvió a arrematar contra ella,
intentado arrebatarle la daga, pero ella lo evitó con un movimiento fluido.
Giró sobre sí misma y, en medio del movimiento, levantó la pierna y le asustó
una patada a su atacante.
La maniobra falló al final, porque su compañero la
empujó con fuerza contra la pared, reteniéndole ambas manos contra la fría
piedra e imposibilitando que pudiera usar la daga de nuevo. Ella gruñó en voz
baja, cada más con más furia en el semblante, e intentó liberarse, pero el tipo
era igual de grande que el otro al que Nox había apuñalado y no pudo salir de
su sujeción. La obligó a dejar caer la daga al suelo apretándole la mano con
fuerza.
Entonces, ella dejó de luchar y, por un segundo, me
sentí decepcionado. Mi parte racional yacía adormecida, demasiada impresionada
por los sucesos que se desarrollaban ante mis ojos.
Cuando el hombre que la sujetaba sintió que dejaba
de resistirse, aflojó levemente su presa. Ella aprovechó la oportunidad y, con
un movimiento fulgurante, impulsó la cabeza hacia delante. El chasquido resonó
en la noche como un eco, acompañando las quejas del que tenía las dos puñaladas
en su cuerpo. El tercer hombre tenía ahora la nariz rota y esta le sangraba
profusamente. Soltó a Nox y maldijo en voz baja, en una lengua extranjera que
no reconocí.
El único de los tres atacantes que quedaba que no
estaba herido saltó sobre ella como un guepardo en plena caza y la derribó. Quedó
encima de ella, sujetándole los brazos a ambos lados del cuerpo, sobre la
cabeza, y las caderas sobre las suyas, en una posición que en otra situación no
habría relacionado con una lucha, si no con la pasión sexual.
Nox se quedó quieta, sin retorcerse, y suavizó la
expresión.
-
Suéltame – musitó con una voz suave como la seda
y dulce como la miel. Una voz provocadora, tentadora e hipnótica, que producía
escalofríos de placer. Yo respondí a sus palabras y me hubiera caído al suelo,
de rodillas, dispuesto a obedecerla sin demora si no hubiera sido por el
individuo que me tenía sujeto por detrás.
Sin embargo, el hombre que la sujetaba no reaccionó,
ni tampoco lo hizo mi captor. El primero la miró fijamente, sin inmutarse por
su poder. Por un segundo, pensé que debían tener una habilidad sobrenatural que
les permitiera escapar del hechizo de Nox, pero, tras fijarme cuidadosamente,
me di cuenta de que llevaba en los oídos unos pequeños objetos negros. Tapones.
No habían escuchado su voz; por eso habían podido resistirse a sus órdenes.
Ella también se dio cuenta y murmuró una maldición.
Trató de quitarse de encima al que la tenía agarrada, pero este había aprendido
de los errores de su compañero y se aseguró de no repetirlos, manteniéndola
bajo control en todo momento y sin acercarse demasiado a la bestia peligrosa
que era aquella mujer.
Otros cuatro hombres llegaron al callejón. Todos
vestidos de negro. Me miraron con sorpresa y luego hablaron entre sí, de nuevo
en aquel idioma que yo no entendía. Finalmente, uno de ellos se acercó a Nox y,
antes de que ella pudiera hacer nada para evitarlo, le colocó una mordaza,
mientras el que la tenía aplastada bajo él le esposaba las manos.
La levantaron entre los dos. Ella se resistió un
poco más, presentando batalla hasta el final, pero no le sirvió de nada. Eran
cinco y ella estaba sola, pues yo aun permanecía agarrado por un hombre cuya
cara ni siquiera había visto antes de que me derrotara sin dificultad.
Uno de los hombres recién llegados se acercó a mí y
me contempló con evidente duda. Le hizo una seña a su compañero, que llevaba
puesto los tapones, y este me esposó las manos, que mantenía sujetas con su
otro brazo, por detrás, como habían hecho con Nox, liberándome al fin de la
presa de su brazo alrededor de mi cuello.
Lo último que vi fue cómo otro de los tipos le
ponía a Nox una bolsa en la cabeza. Luego, hicieron lo mismo conmigo.
No me lo puedo creer,¿así lo acabas? Pero te perdono porque ayer me avisaste cuando viste a Juanra <3 Bueno, y porque la entrada ha estado muy muy bien.Sam luchando, Sam resistiendose, Sam rompiendo narices, Sam clavando cuchillos. Es la mejor. Menuda lucha, ni Hiro Mashima las supera.
ResponderEliminarYo creo que los tipos esos pertenecen a Skótadi. A Sam me la imaginé con los cuchillos como V en la batalla final.Clark me parece un poco desgraciado, mira que no ayudar...porque no creo que fuera una traición, simplemente le siguieron sin que se dieran cuenta,¿no?