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viernes, 22 de marzo de 2013

No podríamos impedir para siempre lo inevitable.


8/Noviembre


Clark Dawson (Flames



Tras la marcha de Myst, me quedé solo en el piso en el que ambas vivían. Myst me había hecho prometer que no me marcharía hasta que ella volviera y aclaráramos toda la historia del secuestro, así que no me quedaba más remedio que permanecer solo en la casa vacía, por lo que me puse a curiosear a mi alrededor.
El salón, que era donde me encontraba, parecía normal. Había un sillón grande de color beige, en el que podían sentarse como mínimo tres personas, y una butaca de un tono más oscuro. Frente a estos, se encontraba un gran armario empotrado con una televisión pequeña que había salido al mercado hacía unos cuantos años. El resto de estantes del armario estaba repleto de libros. Completamente lleno, amontonados unos encimas de otros. Excepto en las bibliotecas públicas de la ciudad, nunca había visto una colección semejante, y además era variada, desde guías de viaje de países exóticos hasta novelas clásicas como Crimen y castigo, incluyendo también otros autores importantes como Kafka o Dickens.  También había numerosas novelas contemporáneas, media docena de libros de poesía, unos cuantos de teatro, al menos seis o siete libros para aprender hablar diferentes idiomas (ruso, alemán, francés…) y enormes tomos científicos, que versaban de diferentes temas, como astronomía o genética.
Había un par de novelas cuyo lomo estaba doblado, síntoma claro de que sus páginas habían sido leídas muchas veces. Una de las chicas, o a los dos, eran lectores ávidas.
Pero, aparte de los libros, la habitación tenía un aire impersonal, debido a la ausencia notable de recuerdos personales. Solo había dos fotos en la estantería, ambas de las dos muchachas. No había ninguna de familiares u otros amigos. No había figuritas o recuerdos. Solo un reloj que marcaba las dos y media de la madrugada y una pequeña caja de música que no toqué.
Las paredes estaban también casi desnudas, a excepción de un espejo de buen tamaño.
Parecía la casa de alguien que se acaba de mudar o de una persona que no quería coger cariño al sitio donde vivía. O de una persona que había dejado atrás su pasado y no quería ver nada que lo trajera de vuelta.
Conocía de primera mano el último caso.
El piso donde vivía no era muy diferente a ese, en realidad. La misma frialdad, las paredes vacías, los marcos de fotos ausentes. Los únicos recuerdos que conservaba estaban en un álbum en el fondo del armario de mi habitación, escondidos en la casa. No eran hogares, en realidad, solo lugares donde matar el tiempo en el que no tenían que estar en otro sitio. Un sitio funcional para comer, dormir, y darte una ducha.
Si no hubiera sido por el montón de libros y los pocos objetos personales, incluso podría haber parecido una habitación de hotel.
Me adentré por la casa. La primera habitación con la que me topé fue la cocina-comedor, que poseía más vida y personalidad que el salón. Había recipientes de comida desperdigados por ahí, un paquete de galletas a medias sobre la mesa, un paño sobre una de las sillas. Incluso había un par de figuritas de un gato y un perro sobre el microondas, y alguien llenado la nevera de imanes de distintas formas y colores, lo que le daba un toque de color a la sala.
Seguí recorriendo la casa, en un intento por conocer mejor a sus habitantes.
La siguiente habitación era un dormitorio, claramente femenino, pero eso no revelaba nada. Intenté descubrir si sería de Nox o de Myst observando el caos reinante en la sala, con un montón de ropa sin doblar sobre una silla, una caja de zapatos tirada bajo la cama, y un paquete de patatas en la mesa de noche.
Las paredes estaban pintadas de un escandaloso color amarillo, con varios pósters de películas (curiosamente, en todos aparecía en primer plano un actor guapo y joven) en las paredes. La cama, el elemento principal de la estancia, era de matrimonio, y destacaba por las mantas con dibujos de estrellas y algún que otro cometa.
Tras echar una ojeada a la ropa tirada por todas partes, supuse que se trataría de la habitación de Nox, puesto que era su estilo habitual para vestir, y no creía que Myst hubiera cambiado tanto en cuatro años como para abandonar su costumbre habitual de dejarlo todo ordenado a su paso. Al menos, durante la época que pasó con mi hermano, siempre fue así, recogiendo la casa y limpiando. No la recordaba como una maniática de la limpieza, pero tampoco la veía reflejada en el desorden que tenía ante mis ojos.
Decidí investigar un poco más a fondo. En la cómoda había una caja repleta de artículos de maquillaje y un par de botes de cremas.
Justo cuando había cogido un artículo extraño, algo así como un tubo largo y fino con un mango que parecía necesitar ser enchufado a la corriente eléctrica, sonó el timbre de forma estridente en el silencio nocturno que impregnaba la casa.
Durante un segundo, me quedé paralizado, mirando embobado hacia la puerta sin saber qué hacer. No podía ir a abrir la puerta tranquilamente… ¿o sí?
No era mi casa. No tenía derecho.
Pero… si alguien estaba tocando en la madrugada, debía ser algo importante, ¿no? ¿Quién molestaría a las dos y media si no fuera por un asunto urgente?
Dejé el objeto sin identificar en su sitio y caminé con lentitud hacia la puerta, como si creyera que la persona del otro lado pudiera escucharme acércame a ella. No encendí ninguna luz, pero había dejado la del salón encendida, y no podía estar seguro de que no se viera desde fuera. Miré por la mirilla con cuidado y entonces definitivamente me quedé paralizado de la sorpresa.
Al otro lado de la puerta, estaba mi hermano, Jack Dawson en persona, tocando en la puerta de la casa de su antiguo amor sin saberlo.
¿Cómo me ha encontrado?, me pregunté, desesperado.
Mi cerebro aun no era capaz de procesar la situación, mucho menos de buscar un modo de salir de semejante embrollo. Mientras intentaba pensar, Jack se impacientó y volvió a tocar el timbre, con insistencia, dos, tres veces. Sabía que había alguien en la casa y era lo suficientemente cabezota como para quedarse esperando hasta que abrieran.
Volví a mirar por la mirilla. Tenía ojeras bajo los ojos y el rostro contorsionado de preocupación. Su mirada brillaba con desesperación. ¿Qué habría pasado?
Entonces, me di cuenta. Habría llegado a casa hacía algunas horas. Me habría buscado, llamado al móvil medio centenar de veces, sin respuesta. Por eso mostraba semejante preocupación en su mirada, por eso estaba allí. Me estaba buscando y, de algún modo, había acabado dando con el lugar donde me encontraba, el mismo lugar en el que debía evitar que estuviera.
Tras tomar aire y armarme de valor, abrí la puerta rápidamente y compuse una sonrisa.
-          ¡Jack! – dije, intentando sonar despreocupado. - ¿Qué haces tú aquí?
Su mirada se tornó oscura y apretó los puños hasta que sus nudillos se quedaron blancos.
-          Hijo de perra… - susurró. -  ¿Te crees muy gracioso o qué?
-          ¿Qué quieres decir? – fingí desconcierto, intentando hacerle creer que no entendía qué estaba mal con mi comportamiento. Era una salida estúpida, pero no se me ocurría nada mejor, y en pocos minutos volverían Myst y Nox. Y ese encuentro era algo que realmente deseaba evitar.
-          ¡Clark, joder! ¡Llevo horas buscándote! ¿Qué coño haces aquí? – aunque no elevó el tono, para no llamar la atención de los vecinos de la planta, su tono reflejaba una intensa furia. - ¡Podrías haberme avisado, maldita sea! Casi me muero de preocupación.
-          Ya te he dicho muchas veces que eres demasiado sobreprotector – chasqueé la lengua.
Apretó la mandíbula, en un intento de controlar la rabia.
-          ¿Demasiado protector? Joder, Clark, sabes todo lo que he hecho durante todos estos años para mantenerte a salvo. Cosas de las que no me siento orgulloso en su mayoría, pero que necesitaba hacer para que estuvieras… estuviéramos bien. Así que no atrevas a echarme nada en cara. ¡Solo te pido que me avises cuando te marchas de madrugada, para no pasarme horas consumido por el miedo de que te hayan asesinado!
Reculé ante el sufrimiento que embargaba su voz. Consideré sus palabras, dejé caer los hombros y suspiré, derrotado.
-          Tienes razón. Lo siento, Jack. Vámonos.
Hice ademán y de cerrar la puerta a mi espalda, pero mi hermano la detuvo colocando el pie antes de que se cerrara por completo. Maldije en silencio.
-          No tan rápido.
Pensando tan rápido como era posible, intenté buscar una excusa creíble para largarnos de allí lo antes posible, pero no se me ocurrió nada que Jack pudiera creerse. Antes de que pudiera evitarlo, volvió a abrir la puerta por completo y entró en el piso. Entré detrás de él y dejé la puerta abierta.
-          ¿No podemos irnos? – pregunté con voz queda.
-          No, aun no. Primero quiero saber quién vive aquí y por qué vienes a esta casa a las dos de la mañana – exigió, enarcando una ceja.
Desde donde él se encontraba, se veía el salón, y recorrió con un vistazo rápido la habitación. No encontró nada especial en su reconocimiento, por lo que volvió a encararme, esperando explicaciones.
-          Te lo contaré en casa – dije de inmediato, ansioso por salir de allí.
-          Mejor ahora – replicó.
-          Por favor, Jack. Por… favor. Vámonos.
Mi hermano me sopesó nuevamente, desconcierto ante la súplica de mis palabras.
-          Clark… ¿qué pasa? – preguntó con voz más suave, abandonando por completo su furia anterior.
Negué con la cabeza, frustrado, sin saber qué más hacer o decir para lograr sacar de allí a Jack. No podía explicarle la verdad, porque eso daría lugar a un montón de explicaciones y quizá él quisiera quedarse y ver a Myst. Ella me había prometido matarlo si volvía a verlo y sabía perfectamente que mi hermano no se defendiera de un ataque proveniente de ella, no cuando su corazón aun tenía su nombre grabado a fuego en él.
Además, tras ver a Myst a través de la imagen de las cámaras de vigilancia, sabía perfectamente que podía matar a mi hermano sin ningún problema si deseaba hacerlo. Y la habilidad de él serviría de poco si no podía tocar un cuerpo tangible. Maldita sea, ella siempre había sido su debilidad, incluso desde un punto de vista físico, aparte del sentimental.
Ya que no podía hacerlo entrar a razón, decidí recurrir a otros métodos más emocionales.
-          Te lo contaré en casa. Salgamos de aquí – miré a ambos lados, simulando una mirada de terror. – Aquí no estamos seguridad – y, en realidad, no mentía.
-          Clark, no pasa nada. Te protegeré…
-          No puedes – susurré. – Esta vez, no podrás hacer nada.
-          ¡Qué dices! – ahora sí parecía alarmado, ante la amenaza de un peligro que no conocía pero que sentía acecharlo en cualquier parte. Me agarró de los hombros. – Por favor, dime que pasa. ¿Estás bien?
-          Jack… No es por mí… - Musité. – Si vuelven… tú…
-          ¿Yo qué?
Levanté la vista del suelo, donde la tenía clavada, para mirar sus ojos, de un color tan similar a los míos, salvo por un par de tonos de diferencia. Los de Jack eran más color avellana y los míos más oscuros.
Abrí la boca, pero no tenía ninguna respuesta que darle que no fuera la aplastante verdad.
Se me habían acabado las excusas, las mentiras. Nunca se me había dado bien nada de aquello, yo no era el hermano fuerte. Yo era el que se quedaba en casa y hacía el trabajo detrás del ordenador, sin vivir ninguna de primera mano, solo a través de la pantalla. Y ahora estaba de mierda hasta el cuello.
Estaba a punto de soltarlo todo, de contar hasta el último detalle, cuando una voz femenina emergió del salón.
-          Vaya viaje más movidito. – Gimió Nox.
Jack se giró a la velocidad del rayo y por su rostro pasó primero la sorpresa y después el desconcierto. Me miró durante una fracción de segundo. A pesar de que agarré la manga de su camisa, el intento de detenerlo fue vano, y antes de que pudiera evitarlo, estaba entrando por las puertas de la sala, seguido por mí de cerca, mientras Myst respondía.
-          Lo siento, no conocía muy bien el camino. Y había… - sus palabras se quedaron atascadas en la garganta cuando nos vio a Jack y a mí en la puerta.
En los siguientes segundos, el silencio solo fue roto por el sonido de nuestras respiraciones. Yo permanecía detrás de Jack, mirándolas alternativamente a ambas.
Nox estaba sentada en el sillón grande, con una expresión resentida y furiosa en el rostro, o tanto como pudiera serlo siendo ella. Se levantó de un salto y se sitúo frente a su compañera de armas, como si estuviera protegiéndola del peligro.
Jack evaluó a las dos mujeres como posibles enemigos.
Myst simplemente se quedó paralizada. Sus ojos estaban abiertos de par en par, desenfocadas, y una lágrima se había deslizado por su mejilla derecha. Se tapó los labios entreabiertos con la mano y emitió un pequeño sonido de angustia.
Entonces, de algún modo, como si hubiera reconocido su voz o su rostro hubiera encajado en su memoria, mi hermano imitó su gesto de profunda sorpresa.
-          ¿Annalysse…? – susurró, su voz impregnada de dolor.

1 comentario:

  1. Vale, espero que seas consciente de cómo has acabado la entrada. Piénsalo. Y, encima, las vacaciones no las pasarás aquí. ¿Tanto me odias?¿De verdad?
    Quitando el odio que siento hacia ti ahora mismo....tengo una duda que no se si lo explicarás en alguna entrada futura o qué. Pues, la cuestión es cómo, Jack, sin saber quién vivía en la casa en la que estaba Clark, la encontró y sabía que él estaba ahí. Otra cosa, pero algo más antigua.¿ Cómo encontró exactamente Myst a Sam y Clark?

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