7/Noviembre
Annalysse Tyler (Myst)
Entré en la habitación y cerré la puerta a mi
espalda. Me obligué a mí misma a respirar hondo y a no perder los nervios,
mientras recorría con la mirada la escena que había ante mis ojos.
La habitación estaba impregnada por completo por el
aroma de la sangre, con ese leve olor a hierro y óxido que la caracterizaba.
Había dos cadáveres. Uno de ellos se desangraba rápidamente, pero no quedaba ni
un hálito de vida en ninguno. Estaba claro que había sido obra de Sam, porque
no podía imaginarme a Clark, que era inofensivo cuánto mínimo, peleando y
haciéndole daño a alguien. No con aquella cara que tenía en ese momento, la
ineludible expresión de absoluta culpa, con los remordimientos rebosando en su
mirada y la angustia en su rostro. Mientras tanto, Sam permanecía con una leve
sonrisa en los labios, imperturbable. Ni rastro de culpa, de vergüenza o
arrepentimiento.
Enarqué una ceja, esperando una respuesta.
-
Coincidimos aquí. Pura casualidad – respondió
ella con desenvoltura, ensanchando su sonrisa.
Aun en el caso de que yo hubiera sido lo
suficientemente estúpida como para creerme esa explicación, la cara de desconcierto
delató a Clark, dejando claro por completo que eso no era lo que había
sucedido.
Apreté la mandíbula, crucé los brazos en el pecho y
me recosté contra la puerta.
-
¿De verdad? – fruncí los labios. – No sigas por
ese camino. No te atrevas a mentirme, Samantha.
La sonrisa se evaporó de sus labios. Ella sabía tan
bien como yo que solo usaba su nombre completo cuando no era el momento
oportuno para chistes, cuando la situación era tan seria e importante que no
podía soportar sus bromas inoportunas. Y aquella lo era.
Porque, en ese instante, no entendía nada. Había
recorrido buena parte de la ciudad, en mitad de la noche, siguiendo el rastro
de Sam, la cual había desaparecido sin más. Había descubierto que estaba en un
edificio custodiado por hombres armados y dispuestos a disparar al primer
intruso que encontraran en su camino, sin ni siquiera pararse a interrogarme ni
un por momento. Había tenido que atacarlos y, probablemente, al menos uno, sino
los dos, morirían a causa de las heridas que les había provocado. Aunque había
sido en defensa física y, por tanto, justificado, a mí sí me pesaban los
remordimientos. Y todo eso, para llegar a aquella sala, y descubrir que Sam
estaba de rositas con el hermano del cabrón que me había partido al corazón y
al que le había dicho pocos días antes que no quería volver a ver. Nunca más en
mi vida.
En ese momento, la verdad, no estaba precisamente
contenta, ni siquiera tras saber que mi compañera de piso estaba a salvo. De
algún modo, me sentía terriblemente traicionada. Y confusa, sobre todo confusa,
porque no entendía cómo aquellas dos personas podían haberse relacionado. Su
único nexo en común era… yo.
Así que, fueran cuales fueran las razones que los
habían llevado a estar secuestrados juntos en aquella sala, yo tenía algo que
ver. Y quería saber exactamente qué.
Sam intercambió una breve mirada con Clark y supe
que estaba decidiendo qué estaba dispuesta a revelarme acerca de lo que sucedía
y qué prefería que yo no supiera. Verla hacer eso me enfureció aún más. Yo era
perfectamente capaz de lidiar con toda la mierda de mi vida, sin necesidad de
que ella tuviera que elegir cuánta podía soportar.
-
La verdad, Sam. – Repetí.
Ella se giró una vez más hacia mí. Nos miramos
fijamente, los ojos de la una clavados en la otra. Me mostré firme y segura,
aunque por dentro estaba temblorosa y confusa. Una parte de mí confiaba
ciegamente Sam y la intentaba justificar, pero la otra, la racional, no podía
negar lo que veían mis ojos.
Finalmente, mi compañera suspiró y dejó caer los
hombros, en una especie de gesto de derrota.
-
Es una historia larga.
-
Pues habla deprisa – repliqué, inflexible.
Ella asintió. De un salto, se sentó encima de la
mesa donde se encontraban los monitores. Luego, se pasó la lengua por el labio
superior y se aclaró la garganta.
-
Hace algunos días… tres o cuatro, quizá más, me
encontré con Clark fuera del edificio. Yo estaba volviendo de comprar cuando lo
vi y… lo iba a obligar a marcharse, para que no tuvieras que verlo, cuando él
me dijo que tenía información importante que debías saber. – Sam hizo una
pausa, buscando las palabras correctas. Sabía que no quería hacerme daño y que
por eso dudaba tanto al pronunciar cada frase. Esperé. – Como no iba a permitir
que hablara contigo, lo persuadí para que me contara a mí cuál era el problema.
-
¿Y…? ¿Cuál era?
La tensión se hizo casi palpable en el ambiente.
Clark desvió la mirada y apretó los puños. Sam se mantuvo serena, con su rostro
neutro, pero pude percibir un ligero atisbo de compasión en su mirada, que
desapareció en apenas un segundo.
-
Clark me contó que Skótadi le había ordenado a
su hermano matarte.
Solté todo el aire que retenía en los pulmones de
golpe.
-
¿A Jack? – pregunté de forma estúpida e
innecesaria. Sabía perfectamente que Clark solo tenía un hermano.
-
Sí.
Aun sabiéndolo, la confirmación en boca de mi mejor
amiga fue un duro golpe. Me tambaleé, insegura sobre mis propios pies. Estar
apoyada en la pared fue lo que impidió que perdiera por completo el equilibrio.
Me mantuve estable y respiré profundamente, tratando de calmarme, mientras la
cabeza me daba vuelta, repitiendo una y otra vez las palaras de Sam.
Skótadi le
había ordenado a su hermano matarte.
Así que no solo me había arrebatado el corazón
cuatro años atrás, ahora estaba planeando acabar con mi vida por completo.
Terminar el trabajo.
Cerré los ojos, intentando sobreponerme. Sentía
cómo todo el peso del pasado del que había tratado de escapar se cernía ahora
sobre mis hombros y me ahogaba, impidiéndome respirar y volver a la superficie.
Estaba cayendo a un pozo sin fondo, hundiéndome en mi pasado tortuoso.
Por un instante, volví a recordar aquella mañana.
Los rayos de sol entrando por la ventana. El olor a café revoloteando por todas
partes. Las sábanas blancas entrelazadas en mis piernas desnudas, mi rostro
sobre la almohada. La cama vacía…
Zarandeé la cabeza y alejé el recuerdo. Volví a
esconderlo en la cajita en la que mantenía encerrados todos aquellos momentos
demasiado descorazonadores como para regodearme en ellos, y me centré en lo que
pasaba ahora, en el momento actual, en el rostro serio de Sam y la inseguridad
reflejada en el de Clark, que parecía incapaz de mirarme directamente.
-
¿Y cómo eso os ha llevado a estar secuestrados
por un montón de alemanes?
Sam se encogió de hombros con ligereza.
-
La verdad es que de eso no estoy segura –
reconoció sin preocupaciones. – Verás, cuando Clark me contó eso, le pedí que
me mantuviera informada de los avances de su hermano para poder protegerte.
Ayer vino a contarme las novedades y, mientras hablábamos, aparecieron esos
tipos, nos metieron en su camión y nos trajeron hasta aquí. No sé mucho más.
Reflexioné lentamente sobre sus palabras. Sam había
resumido muchísimo la información, así que encontraba numerosas lagunas entre
unos datos y otros, lo cual me hizo mirarla con los ojos entrecerrados. Ella
mantenía su gesto despreocupado, pero la conocía lo suficiente como para saber
que podía mentirme u ocultarme cosas de forma deliberada sin que su rostro
revelara cualquier gesto que delatara que lo estaba haciendo. Y, sin duda,
había muchas cosas que se estaba guardando en ese momento.
Consideré lo que sabía.
-
Sam… - suspiré. - ¿Por qué no me dijiste nada? –
la verdad era que aquella era la preguntaba que me martilleaba por dentro, la
que más me entristecía y me indignaba a partes iguales. - ¿Por qué me lo
ocultaste, maldita sea?
-
Porque… - se detuvo y ladeó la cabeza. Me miró
como si yo fuera una niña pequeña, incapaz de comprender las cosas más
sencillas y lógicas, y prosiguió hablando en un tono bajo e íntimo. – Sé lo
mucho que te afecta todo lo relacionado con tu pasado. Has intentando alejarte
de él durante los últimos cuatro años y, cuando al fin casi habías alcanzado tu
propósito, aparece de repente uno de los principales causantes de tu infelicidad.
No podía permitir que estropeara todo cuanto has hecho, que estos años hayan
sido en balde. Quería protegerte.
Por un breve instante, me sentí furiosa con ella,
por haberme tratado como si no tuviera más de cinco años y fuera incapaz de
enfrentarme a mis problemas sola. Pero luego, la rabia se convirtió en emoción
y no pude evitar una minúscula sonrisa. Sam había tratado de cuidar de mí. La
chica sin sentimientos había intentado mantenerme a salvo y feliz, aunque para
ello tuviera que tratar ella con mi molesto pasado.
Así que, en el fondo, Sam sí seguía siendo humana.
Seguía importándole el mundo. O, al menos, la parte representada por mi
felicidad y mi seguridad.
-
Lo entiendo. – Ensanché la sonrisa y le
proporcioné calidez, para hacerle saber que agradecía su gesto. Luego, volví a
ponerme seria. – Pero, Sam, soy mayorcita. Mi pasado es algo que debo superar
por mí misma, así que… no vuelvas a ocultarme nada como esto, ¿vale?
Tras pensarlo un instante, ella asintió. Bajó de un
salto de su asiento improvisado.
-
Así que ya está todo aclarado.
-
Sí, bueno… - de pronto, recordé otro detalle
importante de la cuestión. – Espera, entonces, ¿los alemanes son miembros de
Skótadi?
Sam y Clark compartieron una mirada de
desconcierto, como si aquella fuera la primera vez que se les pasaba por la
cabeza esa posibilidad. Luego, ambos negaron con la cabeza y fue ella la que
empezó a explicar el porqué de su razonamiento.
-
No creo. Por lo que he entendido, querían
secuestrarme a mí en concreto. Clark fue solo un contratiempo – le dedicó un
gesto desdeñoso con la mano. – Skótadi no sabe nada de mí, ellos quieren
secuestrarte a ti.
Me lo planteé durante un instante, intentando unir
las piezas inconexas del rompecabezas. Pero faltaban demasiadas y era incapaz
de comprender por completo la situación sin saber más.
-
Puede ser que te descubrieran y decidieran
separarnos. Divide y vencerás – cité.
-
¿Y cómo han descubierto que existo? No hemos
dejado pruebas que hagan sospechar que somos un equipo. Y, por lo que Clark ha
leído en los informes, solo tienen información sobre ti, no se me menciona en
lo más mínimo.
El aludido mostró su acuerdo asintiendo de
inmediato con la cabeza.
-
Además – intervino él – si hubiera sido obra de
Skótadi, significaría que Jack está implicado. De ser así, no hubiera permitido
que me pasara nada malo, ni me hubiera encerrado en este habitación – Clark bufó
y puso los ojos en blanco. – No sabes lo sobreprotector que es.
Sí, sí lo sé.
Pensé sin remedio. En otra época, también me había protegido a mí. Pero eso
había sido antes, mucho antes, cuando yo había sido una niña llena de miedo e
inseguridad, que necesitaba de alguien que la salvara del mundo. Ahora me había
convertido en una persona capaz de luchar y no necesitaba a nadie que viniera a
protegerme, a ningún caballero de armadura reluciente. Era la heroína de mi
propia historia.
-
Bien. Entonces… - recapitulé – si los alemanes
no trabajan para Skótadi, ¿para quién lo hacen?
Ambos se encogieron de hombros, incapaz de darme
una respuesta que no conocían.
-
Los oí hablando de un jefe, pero no dijeron nada
que pudiera ser útil. – Explicó Sam.
Asentí. No era la primera vez que la capacidad de
Sam de hablar un montón de idiomas era útil en una investigación. Además que le
permitía manipular hombres de distintas partes del mundo y eso siempre era un
beneficio, pues nunca se sabe a dónde te van a mandar a una misión.
Mi compañera piso se cruzó los brazos y enarcó una
ceja, como si estuviera esperando algo.
-
¿Y bien? ¿Salimos ya de aquí o qué? Podemos
seguir discutiendo luego.
Clark, que apenas había hablado desde mi llegada,
dio un paso adelante y la interpeló.
-
¿Cómo planeas que lo hagamos?
-
Bueno, es obvio – replicó el súcubo. Me señaló
con la mano derecha. – Ella nos sacará de aquí.
El chico me dirigió una mirada curiosa,
preguntándose qué as escondía en la manga que nos permitiera salir de allí sin
morir asesinados en el intento.
Negué con la cabeza.
-
Sam, sabes que no puedo llevaros a los dos al
mismo tiempo. Solo puedo transportar conmigo un cuerpo del tamaño de un humano.
Arrugó la nariz, molesta ante el imprevisto.
-
Entonces, supongo que Clark tendrá que quedarse
aquí con los alemanes – resolvió. Se giró hacia él y se encogió de hombros,
esbozando una sonrisa de disculpa totalmente irónica.
-
¡Qué! – replicó él. Su rostro empalideció de
miedo, con los ojos desorbitados y una mirada de terror absoluto. Balbuceó
algunas palabras más, pero en voz tan baja que no pude oírlas.
No pude contener la risa al observar el gesto
malicioso y burlón de Sam, que disfrutaba aterrorizando al chico.
-
Sam – la reñí ligeramente. Ella no se dio por
aludida y se acercó a mí, con sus pasos fluidos, como de bailarina.
-
¿No pensaréis dejarme tirado aquí, verdad? Por
favor. Por favor. Haré lo que sea, pero sacadme de aquí – la voz de Clark
estaba teñida de súplica. Hubiera apostado todo el dinero de la recompensa de
nuestro último trabajo a que, en pocos minutos, estaría llorando de rodillas y
rogando que lo salváramos.
Su actitud confirmó mi sospecha. No había sido
entrenado y, aunque quizá fuera un Supra, no sabía utilizar su habilidad a su
favor. Los miembros de organizaciones como Tánatos o Skótadi adquiríamos algo
junto con el entrenamiento: un orgullo excesivo. La mayoría de nosotros
preferíamos la muerte a suplicar por el favor de un enemigo, y pocas veces
recurríamos a pedir ayuda incluso a una persona de nuestro bando, a menos que
fuera alguien de confianza, como lo era Sam para mí.
Ambas nos quedamos en silencio unos segundos más,
pero yo no pude soportarlo más. No tenía ganas de verlo desmoronarse y
arrastrarse más.
-
No te preocupes, Clark. Aunque pueda parecer un
monstruo, aún me queda algo de conciencia. No me sentiría bien dejándote morir
aquí.
-
Tonterías – bufó Sam en voz baja. – Seguro que
podrías sobreponerte.
-
Sam – volví a reñirla, pero se me escapó una
nueva carcajada.
-
Muchas gracias – musitó el chico, que corrió de
inmediato a situarse a mi lado. – Te prometo que no te arrepentirás – entonces,
sintiéndose al fin seguro de sobrevivir a su secuestro, me sonrió.
Una punzada me atravesó el corazón. Cuando sonreía,
se parecía mucho más a su hermano en la época en la que lo había amado. Ahora
ya no sabía si seguiría igual, pero… antes, cada vez que sonreía, sus ojos
brillaban y todo su rostro se iluminaba, igual que el de Clark.
Me sobrepuse al dolor y a los sentimientos confusos
que me embargaban y me giré hacia Sam, que me observaba atentamente.
-
Lo llevaré primero a él y luego volveré a por
ti. No tardaré más de quince minutos o veinte en regresar, lo prometo.
-
¿Y por qué él primero? A mí me quieres más –
imitó el tono de voz de una niña consentida e incluso puso morritos, lo que me
hizo volver a reír. Esa era una de las cosas que me hacía querer tanto a Sam,
su capacidad de levantarme el ánimo en cualquier situación con su perenne buen
humor.
-
Porque, en caso de que vuelva alguno de los
alemanes, tú podrás ocuparte de ellos… - señalé los cadáveres como prueba
notable de mi alegato – y él no.
Sam contempló un segundo a los dos guardias
muertos, y después suspiró de forma exagerada y dramática.
-
Está bien, me sacrificaré porque soy la más
fantástica del equipo.
-
Sin duda – corroboré, con una enorme sonrisa. –
Pero, por si acaso se complique la situación, mantén el ojo puesto en esos
monitores y las puertas cerradas a cal y canto.
-
Sí, señora – me dedicó un saludo militar
mientras ponía los ojos en blanco.
La ignoré y me centré en Clark, que estaba mirando
a Sam, absorto. En ese justo instante fue cuando me di cuenta de que el
muchacho había quedado irremediablemente atraído por ella, lo cual no me
sorprendió. Seguía siendo un hombre y todos caían bajo el hechizo del súcubo.
-
Clark – lo llamé. Se giró hacia mí, sorprendido,
y se sonrojó al haber sido pillado infraganti. Fingí no haberme dado cuenta. –
Mi modo de transporte es… distinto a los habituales. Como es la primera vez que
viajas así, probablemente te sientas mareado y enfermo. Es normal. Cierra los
ojos y mantente agarrado a mi mano. La sensación durara unos cuantos minutos,
hasta que te acostumbres.
-
Es como montarte por primera vez en una montaña
rusa. – Añadió Sam. – La sensación de vértigo en el estómago, el cerebro
ligeramente comprimido y la falta de tierra firme bajo los pies.
-
No me gustan demasiado las montañas rusas –
gimió él en voz baja.
-
Pues esto no te va a resultar nada divertido.
-
Nada de lo sucedido esta noche lo ha sido –
farfulló Clark, clavando la vista en el suelo.
De inmediato, sentí compasión por el muchacho.
Estaba claro que no estaba acostumbrado a nuestro mundo.
Sin más dilación, le dediqué un gesto de despedida
a Sam, que ahora estaba de nuevo tras el mostrador, atenta a las cámaras; tomé
la mano de Clark y me desvanecí de la sala.
Qué dura es Myst con Sam e_e. No se si lo he dicho ya, pero Clark está quedando como un completo inútil, cobarde, miedica,estúpido y dependiente de los demás. No sé como será luchando, pero bueno, quizá hasta sorprende.Será como Roy Mustang.
ResponderEliminarY casi cuentas un poco del pasado de Myst y Jack pero ¡malditos puntos suspensivos!. Yo estaba ya súper emocionada por leer un poquito de su historia por fin y vas y cortas todo el rollo xD Pero bueno, me ha gustado bastante, es un comienzo. Ya se puede deducir que tuvieron una noche salvaje o no y al amanecer él ya había desaparecido y no había nadie en la cama,y, ¿sabes a qué me recuerda eso? A esto: <>.
Aprovecho para decir que añoro alguna de estas historias cortitas de una entrada.Esas geniales de las tuyas. Y hablando de ello me han entrado ganas de pasarme por tu otro blog :3 Jo, enserio, las echo muchísimo de menos. Eran súper buenas, no sé, cada entrada era un mundo diferente.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarAl parecer no se puso...lo que debería pone despues de "a esto" es : ojalá vuelvas a susurrarme un "ahora vuelvo"
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