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jueves, 6 de diciembre de 2012

Al igual que un vulgar titiritero, el destino juega con nosotros como si fuéramos simples marionetas.

    3/Noviembre.

Jack Dawson (Boom




Strike se retrasaba. De nuevo.
Mientras esperaba, sentado en el viejo sillón del salón, a que apareciera, saqué un cigarrillo de la caja que siempre llevaba en algunos de los bolsillos de la chaqueta o del pantalón, y encendí mi enésimo pitillo del día.
Cerré los ojos al dar la primera calada, recreándome en el tóxico humo que entraba por mi faringe de forma rápida, pero matándome lentamente. Lo retuve en los pulmones hasta que mi cuerpo comenzó a quejarse por la falta de oxígeno en el riego sanguíneo y luego, mandé el dióxido de carbono y el humo hacia el exterior a través de la nariz y de la boca.
Abrí los ojos despacio. Eran esas sencillas cosas las que hacían que me siguiera moviendo día tras día. El sabor de la nicotina en la boca, recordándome el podrido mundo en el que vivía; la sensación de ahogo en el pecho y el sufrimiento que encontraba en las camas de extrañas; los recuerdos y, sobre todo, Clark. Era por él, por la obligación de asegurarme de que él, antes que nadie (y que yo mismo) estuviera a salvo, que aun no había dejado de matarme calada a calada para pasar a hacerlo mediante una caída libre sin paracaídas.
La verdad era que había perdido el motor que me había hecho vivir a demasiadas revoluciones por minuto.
 Una vez había oído decir que, a veces, pasa por tu vida una estrella tan deslumbrante que te impide ver el resto de puntos brillantes del firmamento, que se convierte en lo único realmente importante. Y que, cuando la estrella desaparece de tu parte del mundo, quedas tan deslumbrado por su resplandor que ya no eres capaz de apreciar la vida antes de que ella apareciera. Yo había perdido mi estrella. Ahora solo me movía por inercia, por lo que debía hacer, a falta de deseos propios que motivaran mi camino.
Por eso me hallaba en ese momento en esa habitación, pequeña y sucia, llena de objetos inútiles que se arrinconaban entre pared y pared. Porque necesitaba seguir adelante con una vida que odiaba.
Strike apareció en ese momento por la puerta. Hablaba con alguien por teléfono, pero no le presté atención mientras terminaba de fumarme el cigarrillo. Cuando la colilla estuvo a punto de quemarme las yemas de los dedos, la tiré al suelo y la apagué con la suela de mis zapatillas de deporte.
Strike se sentó en el sillón frente a mí sin colgar aun el móvil. Lo observé con aburrimiento. Rondaba los veintimuchos o los treinta y pocos, y algunas arrugas tempranas le poblaban la comisura de los labios y el contorno de sus ojos. Tenía el pelo corto, de un color entre dorado y castaño claro. Su cuerpo era una enorme mole, de un metro noventa y dos de alto por ciento diez kilos de peso. Precisamente era su gran dimensión la que lo hacía ideal para ese trabajo que compartíamos, aunque Strike fuera un capullo que debería preocuparse más por la higiene y menos por las carreras de caballos.
Cuando al fin terminó su llamada, que, según pude entender, era entre él y un hombre que le demandaba dinero, me miró con una sonrisa que no le devolví.
-          ¿Qué pasa? – le espeté sin más. – Vine hace solo tres días. Aun no he terminado mi último trabajo.
Él asintió, conciliador. Se pensó un momento sus palabras, algo poco habitual en él. Destacaba por su fuerza física, no por su inteligencia. Antes de hablar, cogió un chicle de un paquete que había sobre la mesa de salón y me ofreció uno. Negué con la cabeza y le hice un gesto para que respondiera a mi pregunta.
-          ¿Te has enterado de lo de los mafiosos rusos?
Enarqué una ceja y traté de buscarle el sentido a sus palabras. Al cabo de unos cuantos segundos, desistí del intento de comprender su lógica.
-          No. ¿Me he perdido algo?
-          Ya lo creo. – Striker se recostó en el sofá, acomodándose para contar su historia. – Verás, hace tres días, el líder de la mafia rusa de la zona fue asesinado brutalmente en su propia casa. Quince puñaladas en todo el cuerpo, todas ellas en puntos vitales que le produjeron una hemorragia interna y una muerte extremadamente dolorosa.
Silbé en voz baja. Vaya, vaya. Había alguien muy sanguinario ahí fuera.
-          ¿La policía sabe quién fue?
-          Espera, espera. Aún falta lo mejor. No solo lo asesinaron a él, sino a su mano derecha, un hijo de puta con un historial muy feo a la espada, y a su contable; ambos también muertos a puñaladas. Una escena muy gore, ya sabes, sangre por todas partes. Además, el examen forense reveló que a los tres tipos les habían cortado las cuerdas vocales tras matarlos. Supongo que, como no le era necesario, eso fue algo así como dejar su marca de identidad, algún tipo de señal o amenaza. Ah, y, en el sótano, al lado de los cadáveres, encontraron a una chica, bañada en la sangre de los mafiosos y con el arma del crimen.
-          ¿Fue ella? – la pregunta escapó de mis labios. Intenté imaginarme la clase de persona capaz de hacer eso. ¿Una mujer? Debía tener mucha sangre fría y una razón terrible para cometer esa barbarie, o una falta total de moral. O todo a la vez. Y, en cualquier caso, seguía siendo demasiado violento incluso para alguien que había visto tanto como yo. El asesinato que describía Strike era brutal cuanto mínimo.
-          La policía cree que no, porque la soltaron al día siguiente. Peeeero – Striker sonrió – mis fuentes son más fiables que sus prejuicios. Sí, fue ella.
Me eché hacia atrás en mi asiento, sorprendido. Me coloqué otro cigarrillo entre los labios con rapidez y lo encendí para pensar con claridad.
Aquel asesinato era una muestra de… ¿qué, exactamente? Poder o fuerza, quién sabe. O de valía. Si solo hubiera sido una cuestión de venganza, ella no se habría quedado allí esperando a que apareciera la policía buscando culpables, hubiera salido por patas nada más terminar.
Pero no, dejó que la encontraran y, encima, se libró de los cargos en un día. Eso implicaba, a su vez, una gran planificación. ¿Cómo lo había conseguido?
-          Dime que es de los nuestros, por favor.
Mientras pronunciaba esas palabras, recordé la llamada de Clark de hacía un par de días. Algo sobre un artículo de un periódico y alguien que había entrado en nuestro mundillo. Yo le había restado importancia y cuando, al volver a casa, él se había mostrado distante del suceso, no me había preocupado. Pero si era el mismo que me acaba de contar Striker, lo que era probable, pues no se producían a diario semejantes actos de brutalidad, era bastante relevante.
Y, sobre todo, era crucial saber si esa fría asesina capaz de llevar a cabo una de las crueldades más grandes que había oído en los últimos tiempos, pertenecía a nuestro bando o al contrario. Porque, si era lo segundo, iba a suponernos un par de dolores de cabeza.
Por la forma en la que Striker frunció los labios, supe cuál iba a ser su respuesta antes de que la pronunciara en voz alta.
-          Tánatos la tiene entre sus filas. Una putada, lo sé – suspiró. – No sé como han logrado tener una joya así y que no nos hayamos enterado hasta ahora.
-          Esta claro que esta ha sido su prueba de fuego, su entrada al negocio. – Le di una buena calada al cigarro. Ahora entendía el motivo por el que me había llamado mi compañero. – ¿Qué han dicho los jefes?
Striker hizo una mueca de desagrado. Cogió una cerveza que había tirada en el suelo, la zarandeó y sonrió al oír el eco de la bebida que quedaba en el fondo. Se la bebió de un trago.
-          De momento, quieren mantener la situación controlada. Por si acaso. Después de esa puesta en escena, es mejor asegurarnos que no nos van a joder mucho.
-          ¿Qué van a hacer?
-          Probarla de nuevo. Le van a encargar una misión, fingiendo ser un cliente interesado que, obviamente, no pertenezca a Skótadi. Un simple rico estúpido. Si no, sospecharían. Quieren ver si de verdad es tan sanguinaria como los medios nos han hecho creer.
Asentí. A veces, las noticias que llegaban por chismorreos o incluso por la prensa podían ser falsas o exageradas y siempre era mejor estar seguros de a qué nos enfrentábamos. Así era la guerra entre Tánatos y Skótadi, siempre tanteando el terreno y manteniendo el equilibrio de poder. Eran como dos bandas urbanas peleando por el mismo territorio, solo que a gran escala y con unos componentes ligeramente más especiales: mejor entrenados, con menos moral y con unas mejoras genéticas que nos volvían más peligrosos.
Tras apagar de nuevo la colilla, apoyé los codos sobre los muslos y me puse serio.
-          ¿Y si resulta que sí, que es tan zorra como parece?
-          Por eso estás aquí.
Lentamente, esbocé una sonrisa cruel.
-          Así que, si las cosas se ponen feas, quieren que haga explotar la situación.
Striker se rio ante le juego de palabras que había utilizado de forma maquiavélica.
-          Básicamente, sí. Quieren que vayas, le des una palmadita en la espalda y la hagas saltar por los aires.
-          Tánatos se pasará un mes recogiendo pedacitos de su querida nueva asesina.
Entrelacé los dedos de las manos, aun sonriendo. Sentí la leve vibración que surgió entre ellas, una bomba preparada para estallar. Las yemas de los dedos subieron de temperatura y la sangre empezó a hervir en mis venas.
Mi habilidad me había permitido ser temido y respetado tanto por amigos como por enemigos. No era tan experimentado, ni tenía un cargo tan alto, como para conseguir el respecto por medio de un trabajo admirable, pero me había encargado de que todos supieran de que era capaz de hacer explotar cualquier cosa solo con tocarla con las manos, en las cuales se concentraba mi poder.
Solo con que mi piel y el otro objeto estuvieran en contacto, podía hacerlo volar en pedazos y no quedaría nada reconocible de él.
Con semejante capacidad, no había sido difícil lograr un puesto como un formidable asesino a sueldo, aunque no rechazaba otros objetivos a pequeña escala. Los clientes estaban dispuestos a pagar interesantes cantidades porque no quedara de su enemigo más que sangre y restos de órganos.
-          De acuerdo, entonces. – Me levanté del asiento. – Si necesitan que me encargue de esa psicópata, saben donde localizarme.
-          Ajá. Nos vemos, Boom.
Le dediqué un asentimiento de cabeza, cogí la cazadora de cuero, agarré las llaves de la moto y me largué de aquella casa que olía a mugre y a muerte.

1 comentario:

  1. Quiero ver cómo se queda Jack cuando descubra quién es esa chica. Seguro que pondrá la misma cara que puse yo cuando escribiste en "Colápsame el alma" lo de Salamandra y el @·#!% de Thunder
    PD. ya me acordé de la frase (bueno,la busqué en tu otro blog) : " La inercia nunca dura para siempre. " Pues esa frase le pega a Jack y es como el de la entrada a la que pertenece esa frase, que se movía por inercia básicamente. Espero que no acabe mal...que nos conocemos.

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